sábado, 27 de septiembre de 2008

¿VOLVER A LEPANTO?

Los piratas somalíes ya empiezan a ser preocupantes. Sus botines ya no sólo se limitan al recibo de crematísticos rescates por la liberación de las tripulaciones de barcos secuestrados, sino que parece que intentan volar más alto en sus objetivos de rapiña.

Esta vez le ha tocado el turno a un buque ucraniano que transportaba armas desde Ucrania destinadas al sur de Sudán. La carga del barco se componía de 30 carros T-72 y un número indeterminado de vehículos militares y municiones con destino al ejército de Kenia.

Rusia ha enviado una patrullera a las costas de Somalia para garantizar la seguridad de sus buques, que partió el pasado jueves desde el puerto de Baltiska, principal base naval en el Báltico.

Al final se va a juntar en aguas somalíes una flota internacional digna émula de la Santa Liga, que derrotó en Lepanto a los turcos otomanos que con sus actos de piratería ponían en peligro la estabilidad de occidente.

Aquella fue “la más alta ocasión que vieron los siglos” y con la victoria de la Liga en aquella memorable batalla, se acabó la piratería y la amenaza que el Imperio Otomano suponía para la civilización occidental. ¡Zas!, de un plumazo, como se hacían las cosas en aquellos tiempos.

Mucho me temo que cualquier día leamos en la prensa, que uno de estos buques que las Armadas de cualquier país mandan a la zona, haya sido víctima de un acto de piratería y se tenga que pagar un elevado rescate por recuperarlo.

Hay que tener cuidado porque España, que tiene allí soldados (el avión Orión tuvo que regresar por inservible) puede ser un objetivo deseado. Ya saben que el Gobierno español suelta la mosca con bastante facilidad. Con Zarkozy no creo que se atrevan pues ya saben como las gasta.

De seguir así esta situación, las rutas marítimas del Índico se harán intransitables, con grave perjuicio para el comercio internacional, y creo que el problema se está dejando que se vaya de las manos. Los beneficios de la piratería son golosos y, a la vista de la falta de protección adecuada para los buques mercantes y pesqueros, puede que la competencia aumente entre los imitadores de Morgan y de Drake.

Por otro lado, y esto es importante, Somalia no dispone de gobierno, por lo que no existe en Mogadiscio, su capital, ningún ejecutivo a quien dirigir las protestas por los hechos de piratería, ni fuerza que controle y dé seguridad a sus aguas territoriales.

¿Cuál es la solución entonces? Pues me imagino que una fuerza multinacional bajo el control de Naciones Unidas. Pero no una fuerza que sirva para jugar al ratón y el gato en la inmensidad del mar, sino un contingente capaz, y con voluntad de acabar con la difícil situación.

La costa de Somalia es inmensa. Mil cien Km. forman la del golfo de Adén y dos mil cien la que se asoma al Índico, por lo que es difícil, de no resultar imposible, dar cobertura al tráfico marítimo con pequeñas embarcaciones, aún pertenecientes a las Armadas de países militarmente poderosos.

Es posible que aún, los quebrantos producidos a las navieras, no alcancen cifras que aconsejen o justifiquen operaciones de mayor envergadura, pero también deben contar las vidas humanas que peligran.

Somalia es pobre y ofrece escaso interés material. De haber tenido recursos interesantes, alguien habría intervenido ya en su territorio. Con excusas menores a la de la piratería, se han invadido países que tenían algo que explotar. Pero Somalia ni vende ni compra. No hay parné. Entonces no interesa.