jueves, 4 de septiembre de 2008

LA INJUSTA DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA EN EL MUNDO

En estos tiempos, y quizá por el más fácil acceso y mayor diversidad de medios de comunicación, podemos ver casi en directo desde nuestros hogares las trágicas realidades cotidianas que acontecen en el mundo y hemos ido tomando mayor conciencia de las grandes diferencias existentes entre países ricos y pobres. Estas diferencias cada vez se hacen más notables y, a la vez, más injustas, y las razones que las originan son, indudablemente, muchas y de distinta naturaleza.

Este tema, tan preocupante y tan complejo, necesitaría muchas páginas para ser analizado y tratar de exponer cada una de las causas que le dan lugar, o las teorías que distintos tratadistas vienen desarrollando con el fin de llegar a una explicación mas o menos razonable de este desequilibrio entre países.

Si observamos detenidamente, sobre una esfera terrestre, la situación geográfica de los países en el mundo, fácilmente llegamos a la conclusión de que las zonas geográficas son un factor, sino determinante, cuando menos muy influyente en la configuración de países ricos y pobres. Los ricos están situados en zonas templadas, principalmente del hemisferio norte, y los pobres, en los trópicos y regiones subtropicales.

Esta pudiera ser una de las causas que se pueden esgrimir para razonar esta enorme brecha entre países. La climatología de algunas zonas geográficas, condiciona, entre otros aspectos, los cultivos y su desarrollo, y genera limitaciones en la agricultura, la industria y el comercio. Pero existe, a mi entender, un importantísimo factor que ha venido a influir negativamente en los aspectos económicos y sociales de los países pobres: el factor cultural.

¿Es, también, la geografía una cuestión determinante en la configuración cultural de los pueblos? Puede ser posible y para algunos analistas, incuestionable. Si estudiamos las actitudes de indolencia de las poblaciones de ciertos países de los considerados pobres en lo concerniente a la participación social y política, o en el control de esta última actividad, así como la proclividad que tienen a dejarse tutelar por gobiernos altamente corruptos y la resignación a las consecuencias, tan negativas para ellos, que originan los comportamientos de sus dirigentes, entenderemos, al menos en parte, otra de las razones o factores que contribuyen a su subdesarrollo.

Esta razón es puramente cultural y las consecuencias de esta falta de cultura, de todos conocidas, son las que originan, en gran medida, la pobreza, el subdesarrollo y el atraso que en distintos órdenes estos países vienen sufriendo, incluso poseyendo en muchos casos recursos naturales y condiciones que les pueden permitir un bienestar y unos niveles de vida más que aceptables.

El mundo se rige por políticas, acertadas o erróneas, y las políticas están condicionadas a la economía. Las políticas económicas favorecen a los países más ricos, más industrializados, que son quienes tienen el poder para diseñarlas y ponerlas en práctica, pese a quien pese y caiga quien caiga. A los países mas desfavorecidos estas políticas económicas no suelen ayudarles en lo más mínimo. Pueden aportar materias primas y otras necesidades a los países prósperos, pero pocos beneficios van a obtener a cambio, como pueblo. Sí, por el contrario, lo obtienen sus criminales y podridos dirigentes.

En esta desproporción desfavorable, como siempre, a los países más pobres son, sin ninguna duda, las dos causas señaladas, la geográfica y la cultural, las que más influyen en la preocupante situación existente. Las geográficas o climatológicas, les niegan determinados recursos básicos como el agua o los cereales, y las culturales les revisten de una indolencia fatal para su propio desarrollo en todos los órdenes.

La tarea de los países más ricos, por interés propio, debería ser la de ayudar a que los países más pobres lleguen a ser más saludables y prósperos. Si no lo hacen, los pobres buscarán tomar aquello de lo que carecen, y si no pueden obtener ingresos a través del comercio y la exportación, no tendrán más remedio que exportar gentes. Esto es lo mismo que en las calles de nuestros pueblos o ciudades: la paz, la seguridad, el bienestar y la prosperidad de cualquiera, depende, en última estancia, del bienestar de los demás. Creo que es esta una teoría que no necesita de muchas matizaciones, ni comentarios añadidos.

Es triste y trágica la exportación de gentes que fluyen desde los países más desfavorecidos. Es algo que vivimos diariamente en países como España: el escandaloso y mafioso comercio de estos seres, exportados de forma ilegal e inhumana. Ayer, sin ir más lejos, una patera con catorce cadáveres arribaba a las costas canarias. Inhumano y vergonzoso, no sólo para ellos, sino para los países que se dicen civilizados y desarrollados.

Que los países más ricos deben, por muchas razones, apoyar las economías de los pueblos más débiles, es de justicia. Pero esta ayuda no debe estar exenta de la aplicación y observación de determinadas reglas de juego. Eso también es de justicia.

Ejemplos hay de naciones en las que la ayuda humanitaria internacional que reciben, sirve para escandaloso comercio y beneficio exclusivo de sus criminales mandatarios, mientras el pueblo sigue muriendo de hambre y carente de las más básicas necesidades. No es extraño que la comunidad internacional decida en ocasiones suspender este tipo de ayudas, sabedores del destino final que les espera.

A veces, piensa uno que existe una tácita conformidad por parte de los Organismos Internacionales que manipulan a la humanidad, a que el mundo siga así, con las diferencias existentes entre países. Alguien, sin duda, ha llegado al convencimiento de que este diseño mundial es el que debe ser y mejor ni tocarlo.

Lamentable, pero si el mundo es así desde que fue mundo, ¿quien nos dice que no es lo mejor dejarlo como está?

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