miércoles, 3 de septiembre de 2008

REAGRUPANDO LA ANTIGUA URSS

En la foto: Zarkozy, Presidente Francés, conversa con Medvédev, Presidente de Rusia.

Estoy convencido de que escribir artículos de opinión, cualquiera que sea el tema que estos ocupen, es arriesgado, y si ustedes quieren hasta presuntuoso, máxime cuando tienes que avanzar opiniones sobre hechos futuros. Y lo es más cuando los que a veces lo hacemos no somos profesionales de la información, aunque esto no suponga que no tengamos la capacidad de hacerlo, pero nos falta la experiencia.

Por eso nunca debe uno guiarse por sus emociones, y lo que sí debe hacer es estudiar bien el tema y documentarse a fondo, haciendo, si es posible, extrapolaciones a situaciones pasadas que puedan presentar ciertas similitudes, ver los resultados de aquellas y sacar consecuencias teniendo siempre presente el contexto actual.

Juntando estos ingrediente y con una cierta dosis de sentido común, puedes llegar a dar una opinión más o menos acertada y lograr escribir un artículo que, cuando menos, no ralle en lo ridículo.

El día 15 de agosto, publicaba yo un artículo en esta misma página que titulaba “La ignominia rusa en Georgia” y comentaba, entre otras cosas, que la actual Rusia nunca se había conformado con la pérdida de las dimensiones territoriales de la antigua URSS y que las pretensiones de su primer ministro Vladimir Putin –que es, en la práctica, su máximo mandatario ya que el nominado Presidente, Medvédev, es un auténtico hombre de paja- aunque se hayan venido ocultando, eran lo suficientemente visibles como se ha venido a demostrar con la invasión del antiguo estado soviético de Georgia.

Comentaba también que no veía la intención de Rusia de abandonar el país caucásico, a pesar de las negociaciones y acuerdos llegados con el presidente francés, Nicolás Zarkozi, y que no esperaba que por ello fuese a recibir Rusia sanción alguna de la comunidad internacional. Así ha resultado.

Hoy leía la tercera del diario ABC en el que, Florentino Portero (Analista del Grupo de Estudios Estratégicos, GEES), destaca lo siguiente: “La invasión de Georgia ha sido una crisis premeditada, ejemplarmente ejecutada y dirigida a enviar mensajes claros y contundentes en todas direcciones. Por una parte Rusia no se resigna a aceptar la disolución de la Unión Soviética. Muchos rusos o filorusos quedaron fuera de sus fronteras, piden ser rescatados de su situación y Moscú les escucha y atiende. Abjacia y Osetia del Sur son un adelanto de lo que va a ocurrir en otros estados”.

Celebro, y no por la preocupante opinión de Florentino Portero, que alguien de su prestigio me de gran parte de la razón en mis planteamientos. Es reconfortante saber que las horas que me paso estudiando documentación y leyendo análisis de pesonas autorizadas, no son trabajos estériles.

Quizá exagerando un poco la nota, comparaba yo la situación de Rusia y Georgia –muy grave bajo mi punto de vista- con los preámbulos de la segunda Guerra Mundial, cuando los Nazis comenzaron las anexiones de algunos territorios y siguieron con la invasión de Polonia, dando lugar al desencadenamiento de la guerra más horrible que tuvo que soportar la humanidad.

Yo me pregunto hasta donde pueden llegar las pretensiones rusas, y hasta donde va a aguantar la comunidad internacional sin intentar pararle los pies a Vladimir Putin.

En aquella ocasión, y antes de la invasión de Polonia, Hitler había dado toda clase de garantías al “premier” británico, Neville Chamberlain. Es decir, se la metió doblada pocos días antes de lo de Polonia, y tragó.

Esta es una lección que no se debe olvidar. El mundo se la juega ante el desafío ruso, impropio de los tiempos que vivimos, y los responsables de las grandes potencias deben actuar en consecuencia, sin demora y sin contemplaciones, antes de que se agrave más el conflicto.

Pero, por el contrario, ya existe una clara división entre la sociedad europea. Unos, partidarios del diálogo y de las estrategias de pacificación, lo que envalentona a los rusos. Otros, a favor de sanciones y de una política de firmeza, lo que les puede volver más agresivos. Pero no hay acuerdos. Incluso hay gobiernos, como el alemán o el italiano, que están divididos en su propio seno.

Mal se presentan las cosas. Es llegada la hora de que la diplomacia muestre lo que da de sí y de que impere la razón antes que la fuerza.

Con la razón, podemos ganar todos, con la fuerza ya se sabe que siempre se pierde aunque se gane. A ver que pasa.

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