Un sistema financiero, nunca mejor dicho, en “banca rota”, es fatal para el ordenamiento económico de cualquier país, y circunstancias de interés nacional aconsejan la intervención estatal para salvar al sistema y evitar pérdidas mayores, que conllevarían caídas y cierres de instituciones financieras, produciendo un paro generalizado en el sector, circunstancias todas ellas extrapolables a la comunidad internacional.
Pero algo que hay que tener muy presente, y que debería ser analizado con rigor y justicia, son las causas que han venido a originar la situación de descalabro en el ámbito financiero estadounidense, cuya salvación depende ahora del dinero público, es decir, de los contribuyentes, algo impropio en una economía de libre mercado y cuyas consecuencias cuestionarán, sin duda, al sistema capitalista.
Esta es la cuestión que, en estos momentos, se está debatiendo en Washington, como preámbulo a la firma del acuerdo que, según todo indica, será favorable al plan de Bush.
Yo, como ciudadano de a pie que no tiene finanzas que cuidar, pero sí impuestos que pagar y leyes que cumplir, medito dentro de mi capacidad de discernir y de enfocar estas cuestiones y se me amargan “los adentros” por la solución que va a ser adoptada y que ha sido defendida públicamente por el presidente de nuestro Gobierno, en un alarde de contradicción inexplicable, y tras un incomprensible bandazo que le ha llevado a la vera de las políticas económicas de Bush, a las que siempre satanizó y a las que, hasta hace pocos días, le cargaba las culpas de todos nuestros males.
Y digo que se me amarga la “casquería”, porque el ciudadano que vota y palmea, va a ser, a costa de ver recortadas sus prestaciones sociales y sus derechos adquiridos, el que salve la situación financiera de su país. Es posible que el carisma y la indosincracia norteamericana lo soporten en aras de su patriotismo y entrega a la Nación, pero no es justo.
¿Qué va a pasar con las fortunas que los grandes directivos y los grandes, guapitos y prepotentes ejecutivos, han ido amasando durante los últimos años a base de prácticas nada éticas?
¿Intervendrá el Estado sus patrimonios, para que sirvan a la recuperación del sistema financiero que ellos mismos ayudaron a hundir?
Creo que es lo menos que se podría hacer pues de esa forma podrían continuar en sus trabajos con cierta dignidad. De lo contrario, difícil les tendría que resultar mirar a los ojos a ese “clientín” que, de vez en cuando, les molesta con solicitudes de información, o de pequeños préstamos para ir tirando, a la espera de que sus impuestos tengan que volver a acudir a salvar los puestos de trabajo de los de las corbatas de colores llamativos.
Pero no sólo eso, también habría que pedir responsabilidades de distinta índole, tanto a directivos y ejecutivos de estas entidades, como a los organismos estatales cuya misión era velar por la seguridad del sistema financiero y no lo hicieron, porque su mayor preocupación era acumular riqueza y poder.
Al final, como alguien dijo en cierta ocasión, a la Civilización siempre la ha salvado, a última hora, un pelotón de soldados
Si es necesario intervenir y aplicar el plan Bush, habrá que hacerlo como mal menor. Pero, si hay que hacerlo, si hay que pagar, que paguen todos, empezando por los que se han forrado desde dentro de casa.
Si es necesario intervenir y aplicar el plan Bush, habrá que hacerlo como mal menor. Pero, si hay que hacerlo, si hay que pagar, que paguen todos, empezando por los que se han forrado desde dentro de casa.