miércoles, 3 de septiembre de 2008

OTRO "GARZONAZO"

Mientras existan personas como el juez Garzón, nunca será posible que España pueda vivir teniendo como virtud la concordia entre sus ciudadanos, premisa de cualquier país civilizado y con una historia milenaria.

España, o las Españas, que siempre hay alguien que intenta que no se olviden los crudos versos de Antonio Machado, sigue siendo víctima de sus propios hijos que no la dejan descansar ni vivir en paz.

Más de setenta años hace ya que los españoles se mataron y llenaron de sangre los campos de esta vieja y curtida piel de toro en una guerra fratricida a la que nos negamos a olvidar. La Guerra, por lo que se ve, no acabó el 1 de abril de 1939. Nunca acabó del todo y, ahora, comienza de nuevo.

Somos los mismos españoles de siempre. No hemos cambiado en nada, y en nada queremos cambiar. A veces nos olvidamos de nuestras diferencias y gozamos de algún periodo de paz en el que aparentamos querernos y ser iguales, pero no es cierto. Lo que ocurre es que nuestros sentimientos están dormidos, como las notas de arpa becqueriana: “esperando la mano de nieve/que sabe arrancarlas”.

Esa mano de nieve imaginada por el poeta, se transforma en una mano negra y odiosa, siempre perteneciente a quienes tienen y tuvieron el sagrado deber de velar el sueño pacífico de las notas del arpa, que hoy se me antoja materializada en España.

Son notas discordantes y trágicas que despiertan, cual campanas a rebato, la ira de sus hijos y que les pone peligrosamente en guardia dispuestos, si es preciso, a agredirse de nuevo y a tirarse a la cara toda nuestra historia pasada que, por larga y trágica, no hemos sabido, ni podido, digerir. Esta metáfora se me ocurre tras el nuevo “garzonazo” del juez don Baltasar.

Mucha tinta corrió ya por la prensa y muchas opiniones se han vertido sobre el caso, pero no puedo pasar sin plasmar aquí mi particular reflexión sobre algo que no entra en mi razón o capacidad de comprensión.

¿Cómo es posible que a estas alturas, después de todo lo superado por España, no sin trabajo y coste de vidas humanas, desde el 39 para acá, se le ocurra, nada menos que a un juez de la Audiencia Nacional, iniciar un proceso penal contra los responsables de los crímenes de la Guerra Civil, pero sólo del bando franquista? ¿Qué se pretende conseguir con esto, acabar con los conflictos civiles entre los españoles, o que comience de nuevo esa guerra horrorosa que mutiló salvajemente a España?

Esa puede ser una primera hipótesis, pero existen otras que gozan también de la consideración seria de una gran parte de la opinión pública.

Un Gobierno como el que en la actualidad soportamos en España, inútil, irresponsable, cara dura, irrespetuoso con el pueblo, con sus instituciones y leyes y hasta con la propia nación, tenía que inventarse algo gordo para desviar la atención de sus desgobernados hacía otro sitio, con el fin de que no recreasen sus miradas y críticas en su incompetencia manifiesta y en sus trilerias políticas.

La Ley de la Memoria Histórica –de su Memoria Histórica, porque ellos fomentan y se consideran una de las varias España,- es una fuerte carga de profundidad que no tardará en hacer explosión en nuestra delicada convivencia. Los resultados nunca podrán ser buenos, pero tampoco se busca que así sean.

El pistoletazo de salida dado por el juez Garzón, es, a mi juicio, de todo punto irresponsable por distintas razones, desde jurídicas hasta humanas, y también sospechoso pues se trata de un servicio gratuito, en principio, a un Gobierno que él mismo como magistrado, debería tener en su punto de estrecha observación. No se debe olvidar que, curiosamente, este juez rechazó tajantemente en 1998 actuar contra Santiago Carrillo por los fusilamientos de Paracuellos. ¿Qué diferencias puede observar el juez con lo de ahora?

Y vuelvo a meditar en lo de sospechoso y gratuito, porque como español, ciudadano de un país donde la libertad de expresión está, o estaba, reconocida por nuestra Constitución, tengo derecho a sacar mis propias conclusiones sin acusar a nadie de transgredir las normas. Vuelvo a meditarlo porque pienso si Garzón no estará esperando alguna prebenda en forma de aquel ministerio-caramelo que Felipe González le puso en la boca y le quitó sin poder darle ni una chupada. Me lo pregunto yo, oigan.

Volver a la Guerra Civil con este empeño, me recuerda a aquel español al que un mexicano le pegó dos tiros por ser uno de los que “le quemaron los pies al caudillo azteca Cuauhtémoc”. Otro mexicano le recriminó su acción y le apuntó que aquello había ocurrido hacía más de quinientos años. Ya lo sé, contestó el pistolero, pero yo me enteré ayer.

Estos de aquí ¿se habrán enterado alguna vez de algo? Esto sería de risa de no ser por el trágico significado que encierra.

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