viernes, 5 de septiembre de 2008

¿LA TERCERA PÉRDIDA DE ESPAÑA?

La primera unidad nacional experimentada en la Península Ibérica, fue propiciada por Roma. Antes de Roma, el territorio peninsular era un conglomerado de tribus sin ningún criterio de unidad, ni sentimiento de nación. Por ello, aunque no si arduas luchas contra los indomables pueblos celtibéricos, Roma impuso sus leyes, su lengua, sus dioses y su cultura, uniendo a aquellos pueblos bajo el nombre de Hispania, la Hispania romana.

De aquella primitiva provincia del Imperio, nacería posteriormente una nación que iba a escribir brillantes y heroicas páginas en la Historia, a la vez que trágicas, pero que ya, hasta nuestros días, iba a sobrevivir como un pueblo único, aunque sufriendo periodos de debilidad –por luchas intestinas- que iban a poner, en ocasiones, en serio peligro su supervivencia.

Tras la creación de esta realidad nacional -tal como exponen muchos historiadores- Hispania se perdió dos veces, aunque siempre tuvo la suficiente capacidad de recuperarse de los trágicos avatares que la colocaron al borde de su desaparición como entidad nacional.

La primera pérdida de Hispania se produce en el siglo V de nuestra era a manos de los invasores bárbaros y, afortunadamente, se pudo recuperar como nación gracias a la fusión de los hispano-romanos y los visigodos romanizados y aliados de Roma que crearon en la península el reino visigodo de Hispania. El Imperio Romano de Occidente, ya tocaba a su fin.

Treinta y tres reyes godos rigieron Hispania hasta la invasión árabe que dio lugar a la segunda pérdida de nuestra entidad nacional. Al hablar del último rey godo, Don Rodrigo, los historiadores clásicos solían hablar de: “Don Rodrigo y la pérdida de España”. Pero nuevamente, España pudo recuperarse y volver a ser la nación de la que Roma había sembrado el embrión que se desarrollaría hasta ser dueña de medio mundo. Ello costó ochocientos años de Reconquista. ¿Podríamos recuperarnos de una tercera pérdida de España si llegara a producirse de nuevo en estos tiempos?

Algunos historiadores, políticos, intelectuales y personas del pueblo llano, manifiestan su temor (que yo comparto) a que podamos estar asistiendo en el presente a la tercera pérdida de España.

Pero, esta vez, no sería como consecuencia de invasiones extranjeras, aunque amenazados estemos de ellas por los que reclaman Al-Andalus, sino como resultado de una acción interior más corrosiva como es la progresiva devaluación de los conceptos nacionales a favor de zarandajas como “nacionalidades”, “estado plurinacional”, “España como nación de naciones”, etc., que son auténticos disparates que sólo sirven para exaltar oficialmente otras falsas nacionalidades que jamás fueron naciones, ni podrán serlo sin la pérdida de España por tercera vez.

Las pretensiones finales de determinados gobiernos autonómicos, o partidos nacionalistas, como en el caso del PNV, CiU, ERC, BNG y otros de menor entidad, ya se están exponiendo con claridad meridiana en la revisión que se está llevando a cabo de sus vigentes estatutos de autonomía. Ya no les es suficiente, y así lo manifiestan sin tapujos, el grado de autogobierno de que gozan, y reclaman plena soberanía para sus, hasta ahora, “nacionalidades históricas”, concepto auto atribuido por algunas de estas autonomías, que alguien debería explicarme con que mérito, ya que revisando la Historia de España, no les encuentro mayor esfuerzo en la construcción y defensa de nuestra nación que la que han aportado otros pueblos de España que, por decirlo así, son autonomías de segunda.

Llegados a este punto, considero de interés transcribirles un párrafo de un artículo que leí hace pocos años, de la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad del País Vasco, Edurne Uriarte:

“No quedan más excusas a las fuerzas políticas, intelectuales y ciudadanos para seguir rehuyendo un problema que está encima de la mesa. Es hora ya de responder a un concepto engañoso que durante bastante tiempo ha tenido sumido en la perplejidad y en la confusión a políticos e intelectuales españoles, incapaces de ver la auténtica dimensión de la radicalización nacionalista, e incapaces también de articular una respuesta que desmitifique las supuestas esencias democráticas que –como algunos quieren hacernos ver- encierra la autodeterminación”.

Lo malo es que, a lo peor, es ya un poco tarde para reaccionar ante un estado de cosas que los propios gobiernos centrales –primero UCD y luego socialistas, populares y otra vez socialistas- desoyendo voces muy cualificadas, han venido, cuando menos, consintiendo de forma irresponsable por simples motivos de pactos electorales o apoyos parlamentarios puntuales.

Mientras, los nacionalismos avanzan cómodamente en sus pretensiones u objetivos permitiéndoseles ensalzamientos hasta límites delictivos, en detrimento de la soberanía de España.

La respuesta que, según Edurne Uriarte, se debe dar a las mentiras, mitos y falacias nacionalistas, está tardando mucho en articularse. Los responsables gubernamentales comenzaron por permitir deliberadamente –entre otras cuestiones fundamentales- la distorsión descarada de la Historia a pesar de no ignorar que los nacionalismos son proclives, en su propio interés, a falsificarla.

La soberanía que reclaman los partidos nacionalistas, nunca podrá llegarles sin menoscabo de la propia soberanía española, y esa soberanía –no debe olvidársele a nadie- sólo tiene un dueño que es el pueblo español. Ningún gobierno, ningún Rey, ni ningún sistema, pueden disponer de este patrimonio. Sólo el pueblo, que es donde radica la soberanía nacional.

Quedan, a lo sumo, tres años para unos nuevos comicios electorales en España. Estoy seguro que para entonces, si antes no nos hemos ido ya al vertedero, el nudo gordiano de la campaña electoral será el separatismo nacionalista que para entonces habrá alcanzado dimensiones que no se podrán atajar sin respuestas no deseadas.

Sería triste, muy triste, que después de casi mil trescientos años, otro juglar moderno tuviera la oportunidad de escribir un nuevo romance, al estilo de “Don Rodrigo y la pérdida de España”.

Pero hace, como digo, mil trescientos años que este Rey godo perdió España, y a España todavía no se le ha olvidado, aunque no sé si los más jóvenes habrán oído hablar alguna vez de este Rey, o de Tarik y Muza, o del conde D. Julián, del obispo D. Opas o del Cid Campeador. Lo dudo.

Por fortuna, aún quedan algunos historiadores que siguen escribiendo la historia de España como fue, sin falsificaciones. La que te cuenta, sin tapujos, quienes la hicieron grande, quienes la hundieron en el pasado y quienes están a punto de hundirla en el presente. Grave y pesada responsabilidad se echarán sobre sus conciencias.

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