jueves, 27 de agosto de 2009

HUGO CHÁVEZ Y LA "ZAPATONES"

(Dos "cabezas" que darán mucho que hablar porque sólo crean pelo.)


La “Zapatones”, como ya más de una vez he contado, era un putón verbenero bien conocida en los ambientes que frecuentaba y que, según se deice, usaba los zapatos tres números menores para que la estuviesen jodiendo todo el día. Sin embargo, para ella todas las demás eran unas putas asquerosas, de ahí el dicho de “es como si te llamara puta la Zapatones”.

La verdad es que no sé si esta asistenta sexual llegó a existir, o es simplemente un invento de algún ingenioso para poner en evidencia a los ladrones que llaman ladrones a los demás, a los locos que creen que sólo ellos están cuerdos y a los mentirosos para los que nadie dice una verdad, entre otros especímenes que abundan en esta sociedad nuestra.

Un poco, o un bastante así, es el líder venezolano, Hugo Chávez. Este mandatario admirador hasta el delirio de Simón Bolívar, al que por supuesto desconoce escandalosamente, y al que interpreta a su antojo, ha anunciado la ruptura de relaciones con Colombia por considerar a esta nación un “narcoestado” lleno de “capos”. ¿Lo ven? fiel reflejo de lo que contaba de la “Zapatones”.

Hay en América del Sur varios presidentes que sí pueden ser reconocidos como auténticos “capos” y, a la cabeza de ellos se encuentra Chávez con tres carreras y dos masters por lo menos. Yo no digo que el presidente colombiano, Álvaro Uribe, sea la Virgen de Fátima, pero le puede dar a Chávez muchos cursos de democracia, de coherencia y de entrega a su pueblo, en unas condiciones nada fáciles que, de haberlas tenido el “caudillo rojo” en su país, seguro que para salvaguardar la paz, la integridad de la Patria y el bienestar de los ciudadanos venezolanos ante las ingerencias imperialistas yanquis, ya habría dado un golpe de estado y habría asumido, como en la Cuba castrista a la que tanto admira, todos los poderes para no tener que andar haciendo comedias con elecciones democráticas ni chorradas así, que en un momento dado, te pueden complicar la vida y la carrera.

A esas difíciles condiciones a las que Colombia tiene que hacer frente, desde unas posiciones escrupulosamente democráticas, y que son alentadas y atizadas desde Venezuela con sus apoyos nada disimulados y probados a las FARC, añade Chávez sus descaradas ingerencias en la política colombiana intentando marcarles las directrices de sus relaciones exteriores, sea con los EE.UU o con cualquier otro país.

Chávez es el mandatario sudamericano que más desestabiliza la zona y al que más le gusta hablar de agresiones y de estados de guerra. Habla de respuestas armadas a supuestas agresiones desde el exterior, lo que le da pie para aumentar sus arsenales bélicos con pedidos millonarios de armas (tanques, aviones y otros pertrechos) a Rusia y otros estados amiguetes para estar preparados para rechazar supuestas invasiones que sólo están en su mente calenturienta. ¿Es inquieto de gatillo, o es más listo que el hambre?

Las compras de armamento dejan sustanciosas comisiones que muy posiblemente no revierten, en modo alguno, en el pueblo venezolano, sino en sus particulares bolsillos. Por eso le interesa mantener ese estado de preguerra con el que tiene engañado a un pueblo al que está dilapidando y sumiendo en una situación de anarquía y corrupción que harán olvidar los peores años de Carlos Andrés Pérez.

Chávez, insulta, amenaza, se forra sin recato, machaca a su pueblo, desestabiliza la zona, pone en peligro la seguridad en un espacio vital para el mundo, porque sudamérica es casi medio mundo.

Pero, como la “Zapatones”, las putas y guarras son las otras. Los que insultan son los EE.UU, quien desestabiliza es Colombia, los que desangran al país son los empresarios extranjeros. Él representa las más puras esencias de la doctrina bolivariana, en el supuesto de que Simón Bolívar hubiese tenido otras doctrinas que no fuesen la libertad de los pueblos, su independencia y la conservación de sus propias identidades.

Por eso digo que Chávez no conoce de nada a Simón Bolívar. Simplemente se lo encontró en la Historia y le gustó el nombre. Necesitaba una referencia, como la que Castro encontró en José Martí. Si cualquiera de los dos, Bolívar o Martí, levantaran la cabeza, los dos gorilones ya podían salir corriendo porque los iban a echar a zapatazos.

miércoles, 26 de agosto de 2009

DON PÍO BAROJA, UNA BOINA QUE NO LLEGA A CHAPELA

(Si Mefistófeles tuviera que comprar mi alma, no la compraría con una condecoración ni con un título; pero si tuviera una promesa de simpatía, de efusión, de algo sentimental, creo que entonces se la llevaría muy fácilmemente). (Don Pío Baroja)




Don Pío, el viejo cascarrabias, se tocaba con una boina que no llegaba a chapela. Su imagen es bien conocida y familiar: barba corta y descuidada, bufanda larga, viejo abrigo y botas que, según nos cuenta Umbral, la derecha se le torcía hacia dentro porque tenía un pisar simiesco que escondía levemente la punta del pie.

Algunas tardes bajaba a pasear por el Retiro pero determinadas circunstancias le desaconsejaron el paseo. Un día le visitaron en su casa Luis Ponce de León y otros falangistas de uniforme: -“Sale usted poco, don Pío”. –“Poco, sí, antes bajaba más, pero desde que andan por ahí esos cabrones de falangistas ya no me atrevo”. La cara de Luis Ponce y de la comparsa uniformada nadie nos la ha descrito, pero es fácil de imaginar.

Así era el gran novelista. Decía lo que sentía y no miraba a quien se lo decía. Dicen que don Pío caía bien a los españoles porque se metía con todo el mundo y hablaba mal de cualquiera. Era el clásico antipático gracioso que tanto gusta a nuestro pueblo. Eso era, y sigue siendo, un rasgo nacional destacado, pero sólo se lo consentimos a los de casa.

Baroja, a parte de su supuesto despiste para decir lo que pensaba, calculaba bien al rival. Sabía con quien trataba y no perdía oportunidad de machacarle. Él también fue machacado, sin misericordia, por aquellos que ya dominaban las calles y los cafés madrileños cuando llegó a la villa y corte tratando de hacerse un hueco en la farándula literaria que dominaba la capital española. En aquella época, no muy distinta a la actual, y entre aquella gente que trataba, a sangre y fuego, de abrirse camino en la literatura, no se podían dar oportunidades. Había que ser más puta que las putas y tratar de neutralizar, con ingenio o con simples putadas, a quien pudiese hacerte sombra.

Los cafés literarios del Madrid de la época, son un buen ejemplo de ello. Los cafés y las calles. A estas gentes, muchas de las cosas les sucedían en la calle. En la calle de Alcalá, fundamentalmente. Allí se encontraron, un buen día, Baroja y Valle Inclán. Valle, parece ser, tenía ridículos sueños de grandeza, ¿quizá de ahí lo del marqués de Bradomín? Baroja, por el contrario, sentía un vivo desprecio por las genealogías. Eso era bien conocido por Valle Inclán con quien ya había tenido alguna discrepancia al respecto.

En plena calle de Alcalá se encuentran los dos, frente a frente. Baroja no estaba de humor y quería dar pase torero al de las barbas de chivo. Valle Inclán le detuvo: -“Mire usted, Valle, voy con prisa a recoger el cuadro de mi árbol genealógico y no puedo entretenerme.

Y Valle, que las captaba al vuelo y que también tenía malas pulgas, le contestó ofendido: -“Vaya usted a la mierda, hombre, váyase usted a la mierda”. Ambos siguieron su camino y, de verdad, no hubo más. El resto vendría después.

La verdad es que entre ambos personajes existía algo, no fácil de explicar. De Baroja se dice que no sabía escribir. De hecho, no se gustaba a sí mismo. Se aprecian en sus textos el descuido y la desgana, aunque escribió mucho, pero se le achaca que no sabía construir una novela, no organizaba sus escritos en los cuales, según críticos autorizados, se observa una notable falta de sintaxis.

Sin embargo, reconocía la maestría de Valle Inclán para escribir. Para él, Valle sí sabía escribir. Eso es digno de reconocer en Baroja. Si él no escribía bien, sabía y apreciaba a quien lo hacía, aunque le molestase y no le gustase encontrarse con él por la calle.

Sin embargo, Baroja era asiduo de la famosa tertulia del Nuevo Café de Levante que presidían Valle Inclán y Ricardo Baroja, su hermano (quizá fuera este último quien le acercaba allí). De aquella tertulia decía Valle que había influido más en la España contemporánea que la misma Academia y la Universidad.

Aquellos eran tiempos de putadas y sablazos. Baroja odiaba a Villaespesa porque en una ocasión le prestó cinco pesetas y nunca se las devolvió. –“Nunca he leído sus versos, pero siempre diré que es un mal poeta.

Don Pío, pasó por el mundo como un ser escéptico, tierno y solitario, pero con una etiqueta de insobornable independencia. Hasta es posible que aquellas otras etiquetas que se le colgaron de áspero y de gesto bronco, de lo que algunos hicieron un tópico, no fueran más que eso, etiquetas que te cuelgan, simplemente por tu figura física.

lunes, 24 de agosto de 2009

UN ARTÍCULO DE PÉREZ REVERTE QUE LEVANTA AMPOLLAS.

(Si el tonto español desapareciera como especie, una de nuestras señas de identidad nacional se iría a tomar "pol saco"). Arturo Pérez Reverte.



Mi admirado Arturo Pérez Reverte la ha liado con su artículo, publicado hace unos días en “XL Semanal”, -magazine de varios periódicos nacionales- y que titulaba “Esa gentuza”. No les voy a dar muchas explicaciones sobre tal artículo porque les pongo abajo la referencia donde pueden pinchar para leerlo, aunque no se me escapa que ya muchos de ustedes lo habrán leído. No me cabe, tampoco, ninguna duda que hay en España mucha gente que lee algo más que el “Marca”, el “As” y, los culés, “El Mundo Deportivo”.

El cartagenero, a su paso por la Carrera de San Jerónimo, pilló un rebote del copón al ver, según sus criterios, y los míos, tanta “gentuza” saliendo del Congreso de los Diputados. No me extraña y lo comprendo perfectamente. Yo, desde mi villa, no veo a los diputados. Veo a otras gentes de menos nivel político, pero con mando en plaza y, también, agarro mis rebotes cuando observo lo que observo.

Yo no llego a “ciscarme” en la madre de nadie. Me conformo con mirar hacia otro lado y tratar de que mi vida discurra dentro de la normalidad vecinal. Pero no es fácil. Ello conlleva un esfuerzo que para mí es importante. Pero lo sufro, lo mastico y lo supero luego mirando al mar, que es de todos y no es de nadie. El mar relaja, pero sólo cuando lo miras en lejanía. Sus arenas pertenecen al señor, o a la señora, y por eso no me gustan las playas frecuentadas y con normas. Jamás me verán por allí.

Volviendo al artículo de Pérez Reverte –cuando lo lean opinarán- lo que más me llama la atención es algo que él mismo comenta: ¿Cómo a una persona sin problemas económicos, un académico de la Lengua, una persona con un nivel intelectual importante y mucho más famoso -como escritor- que muchos de los que sientan sus posaderas en los escaños del Congreso, puede rezumar tanto rechazo hacia estos personajes de la política?

Pues eso es lo que hay que preguntarse. Una de las “rebotadas” por el artículo en cuestión es la vicepresidenta del Congreso, la socialista Teresa Cunillera. Ella se siente aludida y ofendida por los comentarios de Pérez Reverte y, con lógica humana, saca las uñas. Pero a esta señora no se le ha ocurrido preguntarse el por qué, tanto ella como sus compañeros parlamentarios, pueden suscitar ese rechazo visceral entre gentes como el articulista y escritor.

La respuesta es fácil y sencilla: Simplemente porque se sienten por encima del bien y del mal. Porque se creen intocables. Porque se creen salvadores de la patria, cuando son los que la están hundiendo. Porque no tienen vergüenza ni quien se la ponga, y porque creen que el hecho de que hallan sido votados por una mayoría popular les da derecho a todo.

Mañana, en vez de votados, pueden ser botados. No lo comprenderán y cargarán con armas y bagajes sobre un pueblo al que considerarán inculto, ignorante e influido por las opiniones de gentes retrógradas como Arturo Pérez Reverte que, al menos, tiene la valentía de escribir lo que piensa.

A Pérez Reverte, le podrán echar de la Academia, no lo sé, pero dado el régimen que soportamos en España, pudiera ser posible.

Recuerdo que durante el franquismo, don José María Pemán que era procurador en Cortes y académico de la Real de la Lengua, escribió un artículo de alto contenido monárquico. Algunos, más franquistas que Franco, propusieron al caudillo que le echara de la Real Academia. Franco, mucho más inteligente que aquellos enemigos de Pemán, les contestó: “Por un artículo a favor de la monarquía, me proponen ustedes que le eche de la Real Academia de la Lengua. Bien, imagínense que en ese artículo hubiese empleado las palabras “haiga” o “entoncenes”, ¿me hubiesen propuesto ustedes que le retirara la credencial de procurador en Cortes? Hagan lo que yo, no se metan en política…”

En cualquier caso, hoy no rige los destinos de España un personaje del “talante” de Franco. Por eso, Arturo Pérez Reverte, debe tener cuidado. No le van a quitar su “modus vivendi”, porque tiene otros que se ha ganado a pulso, pero igual le “jeringan”. Nunca se olvide esta palabra tan castellana, señor académico.
"Esa gentuza" (Arturo Pérez Reverte) Pinche para leer.

domingo, 23 de agosto de 2009

¿DE QUÉ CRISIS HABLAMOS?


No lo sé. La verdad es que ya empiezo a ponerlo en duda. No sé si dudar ya de que esto de la tan traída y llevada crisis no será, verdaderamente, un cuento de la “derechona”. Otra cosa puede ser que yo no tenga un claro concepto de en qué consiste una crisis, o que la crisis de la que se habla no sea económica.

España, sin duda, está inmersa en muchas crisis que se palpan y se sufren a diario, tanto en la calle como en los medios de comunicación. Se sufren en cualquier lugar público y por parte de cualquier gente; jóvenes sobre todo, aunque los mayores no estamos exentos de enseñar el pelaje que nos crece a la sombra de costumbres y usos tan relajados. Se trata de las crisis de valores, de principios, de modales, de educación “general básica” y de civismo al fin.

Se dice, también, que hay una fuerte crisis económica que está machacando al país, pero eso ya no se ve tanto. Dicen que hay casi cuatro millones de parados y que una gran parte de ellos no perciben ningún subsidio, por lo que ZP ha acudido en su auxilio con 400 euros “per cápita” para que su sufrimiento sea menor o se prolonge más en el tiempo . Esta crisis es la que yo empiezo a poner en duda.

Yo vivo en una villa marinera del norte de España, esencialmente turística, donde, ya acabando el mes de agosto, no se baja el pistón en ningún sentido; ni en el económico ni en el de costumbres relajadas y anticívicas. Es decir, que unas crisis se notan y otras no tanto.

Si hay casi cuatro millones de parados, aquí no se nota para nada. Yo no hago arqueo de caja en ningún establecimiento comercial de esta villa, por lo que no sé lo que la gente gasta o deja de gastar, pero el reflejo de esa supuesta crisis económica, a nivel de calle, no se nota en lo más mínimo. Eso me hace pensar que esos millones de sufridores parados deben estar recluidos en una especie de gueto, en algún lugar recóndito, para que no contaminen al resto que sigue saliendo, que sigue quemando gasolina, que sigue comiendo y durmiendo fuera de su casa a golpe de euro y que se empeña en ignorar una situación que, según se dice, es alarmante.

Yo no salgo de vacaciones a ningún sitio porque ya viajé bastante en mi vida por obligación. Por obligación tuve que acostar mis huesos en muchas camas de hoteles de la geografía española y del extranjero; unos mejores y otros no tanto, dependía de lo que había, porque los bancos tienen sucursales hasta en el “robledal de Corpes”. Por obligación, tuve que pasar bastantes miedos colgado por los aviones, hoy sí y mañana también. Por obligación me tuve que tragar miles y miles de kilómetros por las carreteras de esta arrugada piel de toro y, ahora que no tengo esas obligaciones, no me da la gana salir de mi casa a aguantar a nadie. Además, tengo la suerte de vivir en un lugar privilegiado que no te induce, ni te obliga, a prescindir de él en ninguna época del año y, donde tienes la oportunidad de aguantar, sobre todo en estas fechas, todas las impertinencias que quieras.

A mí, estos dos meses escasos de veraneo a los que se reduce el norte peninsular, me dan cancha para observar al respetable y sacar mis propias conclusiones de por donde deriva España.

De lo que no me cabe duda alguna es de la existencia de las otras crisis, no de la económica. La crisis de valores, de principios y, sobre todo de educación, o de básica urbanidad, es patente y palpable. Es una crisis que ya dura años y no tiene visos de solución; al contrario, envejece y crea solera como los vinos. La gente no repara en nada: si hay que llevar a alguien por delante, se le lleva; si hay que acostarse encima de alguien para conseguir un sitio en el mostrador de un bar, se acuestan; si hay que tirar a una persona a la carretera (con peligro de ser arrollada por un vehículo) para que pase el niño pijo, se la tira, y pónganse en lo peor, porque el niño no se va a apartar. El niño pijo, menos que sus padres pero pijo con un par, no entiende, ni tiene por qué entender, de personas mayores, ni de señoras con niños pequeños, ni de gentes con limitaciones físicas, ni de normas básicas de educación y ciudadanía. No entiende, porque sus padres tampoco entienden ni han entendido nunca y, consecuentemente, no han podido trasmitir esos valores al niño de los cojones.

El lenguaje que se utiliza no puede ser más horrible y más molesto, tal como si hubiesen estado ensayando durante meses para utilizarlo en vacaciones. Ya no hablemos de las pintas y los usos en el vestir. Hombre, yo no digo que se venga de veraneo con corbata, pero para entrar a determinados lugares se deberían cuidar un poco ciertos detalles, igual que para andar por la calle. Hay gentes para los que debería haber una especie de grúa, como para los automóviles, que las retirara de la circulación y las almacenara en un depósito para luego cobrar una pequeña entrada para poder verlos como atracción circense. Y no me gusta dar ideas recaudatorias.

La chabacanería imperante es de juzgado. La locura de gran parte de la gente en este país es de preocupar. No me extraña que Pepiño Blanco, el cerebro de nuestro Gobierno descerebrado, esté aconsejando elevar los impuestos al ciudadano. Visto lo visto no sería una medida descabellada. Gran parte del pueblo español lo soportaría al igual que soporta la locura veraniega.

Los ingleses pliegan y se quedan en casa. Franceses y alemanes tiran los pedos más callados. Los indianos de toda la vida se quejan de que el cambio está desfavorable y aprietan cinturones. Aquí no. Aquí somos más chulos que nadie. ¿Y mañana? Pues ya lo decía Machado: “No está el mañana en el ayer escrito”. Mañana… Zapatero dirá, que es un fenómeno y nos anima al consumo. ¡Que país este, oigan!

sábado, 22 de agosto de 2009

"SEM", O LOS HERMANOS BÉCQUER



(A la izquierda, Gustavo Adolfo Bécquer. A la derecha, su hermano Valeriano)



La poesía satírica, el epigrama, siempre me atrajo. España ha tenido grandes maestros en este género y existe una extensa obra, quizá, poco conocida. La sátira, en la mayoría de los casos, obligaba a mantener a sus autores en el anonimato, pues sus ataques al poder, a los nobles, a los grandes, eran tan crueles y tan merecidos que a los que escribían podría costarles, como hoy mismo, sino la vida, sí su libertad y su marginación en una sociedad corrupta y carente de valores. Algo parecido a lo que vivimos en este presente que, aunque nominalmente libre, se te puede machacar y arrinconar cuando eres incómodo para el “establishment”. El que tiene el poder lo ha ejercido siempre, desde el absolutismo y desde las democracias. No soporta bien las críticas, y menos las sátiras que se escriben en su contra, y ejerce su poder en detrimento de los débiles que no ven otra salida que el anonimato para proteger su propia integridad personal.

España ha sido muy dada y aficionada a este género literario que ha escrito páginas preciosas, y que ha dado a la literatura genios inigualables. “A la abeja semejante/para que cause placer/el epigrama ha de ser/pequeño, dulce y punzante”. Pocos literatos que se precien han dejado de cultivar este género. Desde aquel genial Marco Valerio Marcial, en el siglo primero de nuestra era, y pasando por los tres geniales montañeses de origen, Lope, Calderón y Quevedo, hasta el gran genio del género que, sin duda, constituye don Manuel del Palacio, seguido por Campmany, Ussía y “Monolito el Pollero”; este último que escribía sus versos en servilletas de cualquier cervecería de su Madrid y luego se perdían entre peladuras de gambas y colillas de cigarrillos, si no eran rescatadas de los ceniceros o del suelo por los amigos que apreciaban su arte y su pluma aguda y picarona.

Hace ya algunos años, la Biblioteca Nacional adquirió un conjunto de acuarelas, algunas de ellas acompañadas por versos jocosos, procaces y agresivos. También eran así los dibujos. Los personajes receptores de aquellos dardos satíricos, punzantes y venenosos, eran la reina Isabel II, su esposo, Francisco de Asís de Borbón, Marfiori (favorito de la Reina), González Bravo, el padre Claret y sor Patrocinio, la monja de las Llagas. El autor de estos dibujos y textos era “Sem”, alguien que, para salvar su integridad, utilizaba este seudónimo.

Pero Sem, era dos personajes. Ni más ni menos que Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano Valeriano. Sí. El mismo Bécquer de las “Rimas y las Leyendas” románticas. El poeta de las modistillas y de los que nunca habían escrito una carta de amor y que recurrían a sus rimas porque les parecían lo más precioso que se podía decir a una mujer amada. Dos grandes artistas, Gustavo y Valeriano que, siguiendo la tradición tan española, nunca fueron reconocidos en vida. Dos hermanos tan unidos que formaron un solo cuerpo en Sem. Ambos sufrieron penurias y escaseces y tuvieron oportunidades que perdieron por no querer adaptarse a las normas insoportables del poder que, en aquella España que les tocó vivir, cambiaba de manos como la pelota de un niño.

Aquellos documentos que la Biblioteca Nacional adquirió en su día, quedaron archivados durante tiempo, sin darles mayor importancia, hasta que alguien los descubrió y llegó a dilucidar quien era Sem. Entonces salieron a la luz y a formar parte, aunque extraña, del género epigramático salido de la pluma de uno de los más carismáticos poetas románticos –tardío ya, respecto a las corrientes europeas- que ha dado la literatura española.

Gustavo Adolfo y Valeriano, formaron un ser único. Gustavo, más conocido. Valeriano tuvo la desgracia de perder la mayor parte de su obra pictórica, durante los desastres que España sufrió después de su temprana muerte, y no llegó a alcanzar la notoriedad de su hermano poeta. ¡Cuantos tesoros así se habrán perdido!

Gustavo Adolfo, ya muy enfermo a la muerte de Valeriano, no tardó en seguirle. Pocos días antes de morir llama a su amigo Narciso Campillo y le entrega los originales de sus obras –poemas, cartas literarias y relatos- para que los corrija y los publique cuando él falte. También recibe en esos días la visita de su más íntimo amigo, Augusto Ferrán, con quien mantiene una dolorosa conversación. Gustavo le pide que busque en su escritorio sus cartas privadas y las quema en su presencia. ¿Irían, entre éstas, muchas de las sátiras escritas contra Isabel II, su esposo y los gerifaltes a los que tanto criticó el conjunto Sem? “Serían mi deshonra”, le dice a Ferrán. Al final de la conversación le ruega: “Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo”. No se equivocaba nada el autor de las “Rimas y las Leyendas”.

De aquellos textos que acompañaban a las acuarelas de Valeriano, y que se guardan en la Biblioteca Nacional, les puedo transcribir algunos:

Isabel II, con fama de activa folladora, y de la que se cuenta que paseó por su real alcoba a media Corte, y que veranea por aquellos días en San Sebastián, huye a Francia ante los acontecimientos que se suceden en España. Pero tiene la esperanza de volver al trono algún día:

“Silbada estás por la nación entera/y la Guardia Civil./¿Y aún piensas en volver, jamona mía?/¡Pues lo siento por ti!”/

“Los reyes que se expulsan a balazos/suelen volver quizá./Los que salen echados a escobazos,/ esos….no vuelven más.”/

Nos recuerdan sus rimas estos versos: “Aquellas que aprendieron nuestros nombres/esas…no volverán”./

Pero a quien de verdad le tenía Sem auténtica fobia era al Rey consorte, Francisco de Asís de Borbón: “Doña Paquita”; “Paquito Natillas”, con fama de pocas cualidades masculinas. Sobre éste fue toda la artillería: Valeriano dibuja un cuadro donde el consorte se masturba. Gustavo Adolfo lo completa con un pareado: “El Rey consorte/el mayor pajillero de la Corte”/. Y otra: “Paquito Natillas/es de pasta flora,/y orina en cuclillas/como las señoras”.

Un libro titulado “Los Borbones en pelotas”, recoge todos estos epigramas. ¿Puede quedar, por eso, desvirtuado el romanticismo de Gustavo Adolfo Bécquer? Pues yo creo que no, al contrario. Ningún escritor que se precie ha seguido siempre una línea fija. Poe escribió narraciones terroríficas y poemas románticos. Quevedo, ni lo cuento. Fue un genio del ingenio satírico y su poesía es de una humanidad incomparable. Lope, a parte de la rigidez de sus obras de teatro, fue un cabroncete de tomo y lomo.

Cervantes se desmarca del género:“Nunca voló la humilde pluma mía/por la región satírica, bajeza/ que a infames premios y desgracias guía.”/

Pues yo, particularmente se lo agradezco a Sem y a todo el parnaso que sí voló por esta región satírica jugándose la libertad y, en algunos casos, hasta la vida.

jueves, 20 de agosto de 2009

AQUEL "TAL BLÁZQUEZ"

Parece que quieren mandarnos aquí a "un tal Blázquez..." (Javier Arzalluz, presidente del PNV)


Hace ya unos años, cuando el amargado (entre otras "virtudes") de Javier Arzallus tenía mando en el PNV y, consecuentemente, en todo el País Vasco, la Santa Sede nombró obispo de Bilbao a don Ricardo Blázquez. No le gustó al andoba tener en sus solares a un obispo castellano, quizá por aquello del “rh”, vaya usted a saber: “Nos mandan a un tal Blázquez” comentó despectivamente aquel disfraz de demócrata, que hubiese querido para sí las prerrogativas que Franco tenía para nombrar obispos en España. Pero, al final, se lo tuvo que tragar y soportar.

Hoy, suena Blázquez para cubrir la vacante que en Asturias dejó don Carlos Osoro, felizmente incorporado a Valencia. “Murió nuestro padre San Francisco, maldita la falta que nos hizo”, decían los franciscanos a la muerte de su santo fundador.

Yo tengo un mal recuerdo del obispo Blázquez. Nunca me gustó el personaje después de haber mostrado cierto miedo, desde su sede bilbaína, a decir funerales por las víctimas de ETA.

Le inquietaba (vaya a saber por qué motivos) que no estuviese bien visto (¿por quien?) que el obispo de la diócesis bilbaína oficiase funerales por los asesinados por los cobardes y mafiosos etarras. Hasta a un castellano se le pueden adherir en sus carnes las lapas de las rocas cantábricas.

Pues parece ser que monseñor Blázquez tiene muchas papeletas para ocupar la sede arzobispal vacante en Asturias. A mí me da igual, después de las últimas experiencias que hemos tenido por estos andurriales. Si lo quieren así, así será. Manda el que manda.

Repasaba yo, durante aquellos días en que el obispo de Bilbao se preguntaba inquieto si seria prudente, o no, decir misas por las víctimas de los terroristas, una recopilación de poemas satíricos –genero que siempre me ha gustado mucho- y me atreví, inspirado por esas lecturas, a contestar a monseñor con esta cuartera que publiqué, formando parte de un artículo, en un periódico regional: “No sufra ni se apure, Su Eminencia/Déjese de consultas y bobadas/Haga lo que le dicte su conciencia/Y limpie con cuidado sus cagadas”.

Tal y como están las cosas en esta tierra, como hoy comentaba Esteban Greciet en el diario “La Nueva España”, no necesita Asturias un intelectual que dirija la Iglesia. Aquí hace falta otro tipo de personaje pero, si la propia Iglesia no lo ve, ¿Qué coño voy a decir yo?
Yo digo lo que me sale del alma porque algún derecho tendré, como hijo de una Iglesia cerrada en sí misma dentro de un secretismo y de unos niveles exclusivamente jerárquicos, que la hacen despreciar a los militantes de base. La cúpula del "poder" es la única responsable de nombrar a sus representantes, ahí no cuenta la militancia. Bien, pues vale. Pero no nos pueden quitar la posibilidad de opinar de lo que ellos, exclusivamente, hacen.

No me gusta a mí meterme en estas profundidades pero, cuando se salen del “riegu” y se adentran en terrenos pantanosos, deben estar a las duras y a las maduras. En cualquier caso, si monseñor Blázquez llega a ocupar la sede asturiana, me gustaría que llegase a convencerme de que no tengo ningún fundamento para mis temores.

miércoles, 12 de agosto de 2009

LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS

Digo yo que la prosperidad y la modernización de los pueblos no tiene porque llevarse por delante su identidad. Es más, debería haber leyes que lo contemplasen.

(Esta casa, antigua y reformada, puede ser un buen ejemplo.)




No me estoy refiriendo a los pueblos en su calidad de etnias o razas. Me refiero a nuestros pueblos; a los pueblos en los que nacimos, nos criamos y en los que vivimos o frecuentamos.

Cada uno de estos pueblos tiene, o ha tenido, su propia identidad. Son seres vivos, con peculiaridades acusadas al igual que las personas. Son entidades sociales que se han ido forjando a través de siglos, con su propia y marcada personalidad, que ha sido configurada por sus gentes, sus edificaciones, su orografía, su clima y un sin fin de aspectos influyentes.

Hay pueblos felices y pueblos tristes. Hay pueblos inquietos y pueblos pasotas. Hay pueblos jóvenes y pueblos viejos. Hay pueblos que no miran ni adelante ni atrás, están estancados en un presente anodino. Los hay como los barcos (que diría Arturo Pérez Reverte) que están, simplemente, dispuestos a ser lo que es la persona que los gobierna. No saben conjugar el pasado con el presente ni les interesa y están sometidos a sutiles y poderosas influencias. Son pueblos entregados que ya no tienen ninguna identidad. A penas saben quienes son y, por supuesto, no les interesa saber quienes fueron ni lo que podrán ser en un futuro.

El progreso y la prosperidad económica recientes de países como España, ha traído a los pueblos grandes ventajas, pero éstas han venido de la mano de importantes inconvenientes. Cuando la forma de progresar no se entiende, o se entiende mal, la modernidad se lleva por delante hasta la identidad de los pueblos.

Las personas físicas no podemos conservarnos, somos materia de un día, pero si pueden ser conservadas, al menos, nuestras memorias y nuestras obras. Lo que sí se puede conservar, en lo posible, es esa otra parte de nuestra identidad conformada por nuestro entorno, por esas cosas materiales, espirituales y culturales que tanto han contribuido a nuestra propia personalidad. Hoy, hay pueblos que sufren en sus carnes esa desgracia del desarraigo y del olvido. Hoy, hay pueblos, como el mío, que han perdido totalmente su identidad.

Un pueblo tiene que pensar por sí mismo, y ser capaz de caminar mirando hacia delante sin olvidarse nunca de su pasado. Un pueblo tiene que recordar a los predecesores que lo forjaron y las señas culturales o de identidad que lo distinguieron. Un pueblo, a pesar de los graves inconvenientes que pueda sufrir, no puede dormirse en un presente apesebrado. En el momento que un pueblo pierde el dinamismo y las inquietudes, está perdido él mismo. Hoy leía, en la prensa regional, una frase de un político asturiano, referida a Asturias, que puede aplicarse por inclusión, a muchos de nuestros pueblos: “Son una sociedad fraccionada y apática, incapaces de trascender lo común”.

Existen, para que esto ocurra, diversas razones. Una de ellas, muy importante, es la migración de las gentes. De la misma manera que nuestros pueblos despiden vecinos que se trasladan a otros lugares por motivos económicos, laborales o sociales, nuestros pueblos reciben otras gentes. No se debe, ni se puede, ser excluyente con ellos pero sí hay que reconocer su influencia (no maliciosa) en la pérdida de las tradiciones e identidad locales.

La falta de sensibilidad por parte de los que toman decisiones, es otra de las razones influyentes en esta pérdida pues, escasamente, a la hora de materializar proyectos, se piensa en otras cuestiones más allá de las económicas o de interés propio.

Bien podría pensarse que determinados responsables, durante estos últimos años, han tenido una fijación enfermiza en destruir valores y tratar de borrar memorias y tradiciones. Identidades al fin.

Si a todo esto añadimos que nos hemos convertido en una sociedad manipulable, acostumbrada ya a que todo nos lo den hecho y a depender, pues la cuestión no requiere de esfuerzos en buscar más razonamientos.

En nuestros tiempos hemos pasado por diferentes cambios culturales, pero esto no debe ser la razón de la pérdida de una identidad, de unas tradiciones originarias como conjunto de costumbres, de estilos o de visión de la vida.

Una identidad y unas tradiciones peculiares de un pueblo, no deben llevarnos nunca a renunciar a nada, pero sí deben tener el suficiente peso como para obligarnos a saber conjugar pasado, presente y futuro.

Eso no lo hemos aprendido en muchos pueblos. Es una pena. Quizá algún día se intente recuperar pero, entonces, ya será tarde.

lunes, 10 de agosto de 2009

SUARÍAS EJEMPLAR.

(El Príncipe de Asturias, recibe lecciones de "bolo palma" de Ramonín Tamés)



Suarías es un pequeño pueblo del ayuntamiento de Peñamellera Baja, mi tierra. No son, durante gran parte del año, muchos vecinos fijos pero los que están fuera no se olvidan de su pueblo y trabajan porque esté vivo. Suarías es un pueblo vivo y bonito. Mira al mar en corta lejanía y tiene las espaldas guardadas por montañas. En un bucólico y precioso paseo se puede llegar a las vegas de Orgalla y, desde allí, recorrer uno de los parajes más impresionantes que Peñamellera puede ofrecer a sus vecinos y visitantes; hasta Cimiano y Merodio, dejando a un lado el “Argayu”, covacha de jabalíes y otras especies de caza mayor.

La mayoría de los nacidos en Suarías, no han tenido la fortuna de poder vivir allí todo el año, como muchos otros del concejo, pero su pueblo nunca está ausente de sus mentes. Lo aman como a una madre. Lo miman y lo cuidan como a un ser vivo, y es normal porque un pueblo no es otra cosa que un ser vivo, si sus hijos le hacen vivir.

Cuando un pueblo quiere, puede; de eso no hay duda. Un pueblo está vivo cuando respira a pleno pulmón y contagia su vitalidad. Eso es hoy Suarías, un pueblo pequeño que da ejemplo y, si me apuran, envidia, por sus iniciativas culturales, festivas y deportivas.

La pasada semana (viernes y sábado), Suarías tuvo los “santos perendengues” de acoger y organizar el campeonato de España de “bolo palma” por parejas -uno de los eventos deportivos más importantes del oriente asturiano y de la vecina Cantabria-, con una organización y un entusiasmo envidiables.

En Cantabria, y en el oriente asturiano, un campeonato de España de bolos, es un encuentro deportivo que se disputan muchas poblaciones y, para conseguir traerlo a tu solar, hay que luchar, demostrar y convencer. Suarías lo ha conseguido y hay que reconocerle el mérito.

Hoy por hoy, existe en este pueblo una asociación, “El Canto la Jorma”, que es referencia obligada para muchos otros pueblos. Es referencia, digo, porque se lo ha ganado a pulso; porque tiene inquietudes y apoyos incondicionales de sus vecinos y de sus hijos dispersos por España y otros países. Lo viene demostrando desde hace años y su nivel sigue en alza para ejemplo de otros pueblos dormidos en los laureles de un pasado indiano que no han sabido superar por sus propios medios.

Suarías, que duda cabe, le debe mucho a los indianos, por eso siempre están en su memoria y les rinde constantemente el homenaje que se merecen. Pero ha sabido superar aquellos años en los que sólo se podía esperar el progreso de manos de aquellos hijos que buscaban en América su propio bienestar y también el de su pueblo.

Hoy, Suarías, sin olvidar su pasado, vive un presente compartido por todos sus vecinos de cualquier condición y sociedad. Es un ejemplo a seguir y un punto de referencia para que se enteren, quienes quieran enterarse, que cuando se quiere, se puede.

Sin embargo –y es triste- quienes deberían enterarse, no lo hacen, o no quieren hacerlo. Decía que un encuentro deportivo como es un campeonato de España, aunque sea de bolos, que, por cierto, en nuestra tierra, a parte de deporte ancestral es también cultura, no debe carecer del reconocimiento y el apoyo de las instituciones oficiales y de gobierno. No ha sido así en Suarías y eso duele, no sólo a este pueblo ejemplar, si no a toda Peñamellera. A este evento deportivo-cultural, no se ha dignado asistir nadie que representara a Asturias. Es triste y también es bochornoso. He de decir que estas palabras salen exclusivamente de mí, pues a nadie de la organización le he escuchado la menor queja. Estas gentes son, a parte de efectivas en sus organizaciones, calladas y respetuosas. Por eso las críticas nos corresponden a los espectadores; a los que vamos, vemos y vivimos las cosas; a los que nada nos pueden dar ni quitar estos impresentables que han hecho de la política un “modus vivendi” vergonzoso y cómodo como nunca soñaron.

Esta es la cruz. Sin embargo, la cara más importante la han puesto gentes a las que hay que agradecer su presencia y su apoyo. Más de veinte campeones de España se encontraban en Suarías durante la final de este campeonato. Sólo voy a citar a dos, por sus años y por su peso específico en los bolos: Cabello y Ramiro. Dos leyendas de los bolos que no han querido perderse la noble lucha entre dos parejas que, en la actualidad, marcan la diferencia en este juego tan arraigado en nuestras tradiciones.

Suarías, un pequeño pueblo de un pequeño ayuntamiento, ha tenido el honor y la capacidad de organizar un evento deportivo que muchas ciudades hubieran deseado para sí. Aquí, en Asturias, a nadie le ha llamado la atención. Ni el primer edil de Peñamellera Baja se dignó aparecer por allí. De la Federación Asturiana de Bolos, nunca se supo.

Es lo que hay. Quizá mejor así. Los que estaban lo disfrutaron y otros, si hubieran venido, sería para aburrirse y no es honrado, ni presentable, aburrirse con algo que te da de comer.

jueves, 6 de agosto de 2009

HIROSHIMA Y NAGASAKI EN EL RECUERDO

Ordenados por Harry S. Truman, a la sazón presidente de los EEUU de América, los lanzamientos de las dos primeras (y únicas, de momento) bombas nucleares de la historia de la humanidad, constituyen, para mí, la mayor salvajada que pueda decidir cualquier mandatario.

Las consecuencias de estas bombas, y las secuelas que aún hoy persisten entre la población de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, deberían haber enseñado una lección al mundo que hubiese tendido como resultado la renuncia incondicional a la energía atómica con fines bélicos por parte de cualquier país de la Tierra.

Está claro que no ha sido así y que la carrera nuclear sigue implacable, amenzando cada vez más al planeta.

El mundo no ha apredido la lección que, hoy hace sesenta y cuatro años, se escribió con letras de horror y fuego infernal sobre Hirishima, para repetirse tres días después sobre Nagasaki.

Los gobiernos de este planeta -cuanto más fanáticos y peligrosos peor- continúan una carrera trepidante por tener en sus arsenales las destructivas armas atómicas. Más de treinta mil cabezas nucleares amenazan hoy este mundo donde no es posible la paz y, la mayoría, en manos de iluminados, fanáticos y descerebrados.

Desde tiempo inmemorial, a los países sólo se les ha respetado por la fuerza que representaban su ejércitos y, aún hoy, sólo saben hacerse respetar por la fuerza. Es la mejor muestra de que la humanidad no ha avanzado nada y que otros valores, más humanos, no cotizan.

Es nuestro mundo. Es lo que hemos sabido hacer de él. Una trampa mortal.











miércoles, 5 de agosto de 2009

UNA REAL ANÉCDOTA

(Antonio Ramalho Eanes, ex presidente de Portugal)

El día 26 de febrero de 1981, aquel inexpresivo general, Antonio Ramalho Eanes, que ostentó la presidencia de la República Portuguesa una vez superado ya el trance ambiguo de la Revolución de los Claveles, hacía honor a la tradicional amistad luso-británica y visitaba oficialmente a su graciosa majestad, Isabel II de Inglaterra.

Eanes, que había aterrizado una hora antes en el aeropuerto de Gatwick, estaba a punto de llegar en un tren especial a la londinense estación Victoria. Allí le esperaba la Reina rodeada de toda la parafernalia protocolaria para el recibimiento de un jefe de estado.

Yo iba a calificar a Eanes de estatua, pero me di cuenta de que no era correcto. No puede serlo porque una estatua tiene la expresión que le da el escultor. Triste o alegre, pero tiene expresión. Eanes era como un témpano de hielo y, en consecuencia, su encuentro y saludo con la Reina de Inglaterra, careció de toda emotividad.

Ambos mandatarios abandonaron la estación Victoria en la carroza de Su Majestad, a través de Trafalgar Square y el Mall, hasta llegar al Palacio de Buckingham.

Tiraban de la carroza ocho espectaculares caballos negros, uno de los cuales, al tomar una curva en Trafalgar Square, se fue de sus partes traseras y se tiró un sonoro pedo. El hedor dulzón y perverso del aire escapado del caballo, entró de lleno en la carroza real. La Reina, como anfitriona, se disculpó. El presidente Eanes, con cara de lo mismo que había soltado el caballo, aceptó las disculpas a la vez que, con fría cortesía, le decía a la Reina: “No se preocupe vuestra majestad, porque yo bien creí que había sido un caballo”. Que dicho en portugués sería: "Näo se preocupe vosa majestade, que eu bien creía que había sido un cavalho".

Es insospechado lo que un personaje, incapaz de esbozar en su rostro una sonrisa, puede hacer reír a los demás.

La Reina Isabel, contó esta anécdota a un reducidísimo grupo de amigos, entre los que se encontraba el Rey don Juan Carlos. Éste, a su vez, se lo contó a su padre, quien se la trasmitió a su buen amigo Alfonso Ussía que la publicó, con el permiso correspondiente de Don Juan, en el “Diario 16” de Madrid. A los pocos días, todos los periódicos de Portugal la reprodujeron, aunque Ussía, ni a solicitud del embajador de Portugal en España, reveló, hasta muerto Don Juan, cual había sido su fuente de información.

martes, 4 de agosto de 2009

EL CASO CAMPS, ARCHIVADO

"Nada me parece justo/ en siendo contra mi gusto". (Pedro Calderón de la Barca)
Como ya todos sabemos (a unos les joderá y otros se alegrarán; depende a cual de las España pertenezca) el Tribunal Superior de Justicia de Valencia (TSJV) ha sobreseído la causa abierta contra el presidente de la Generalidad valenciana, don Francisco Camps.

La impresionante maquinaria propagandística que la izquierda española, manipulada por el PSOE, había puesto en marcha para machacar al líder popular valenciano, no ha dado resultados esta vez.

Ahora se empezará a hablar de una justicia politizada, de una justicia que ha sufrido terribles presiones, de una justicia injusta y, quizá, hasta de unos jueces cobardes.

Sí, es posible que de todo esto haya en este país pero algunos sólo se dan cuenta cuando los vientos no soplan a su favor. Si en España existe una justicia politizada, lo primero que habrá que preguntarse es quien la ha politizado hasta niveles tan vergonzosos. Si en España existen jueces cobardes, habrá que preguntarse quien es el que los mantiene en sus cargos y, si una justicia es susceptible de ceder a presiones, habrá que preguntarse que tipo de justicia es la que tenemos y quien la ha venido soportando y alimentando.

Leía esta mañana en La Nueva España un comentario del ex presidente autonómico asturiano, Pedro de Silva, en este sentido, y eso sí se me antojó una verdadera presión sobre los jueces. El ex mandatario asturiano, refriéndose al caso Camps, comentaba: “Una justicia politizada sería la gota que colmara el vaso”. “¿Estarán los jueces a la altura debida, para evaluar con buen sentido los elementos probatorios y aquilatar los hechos, dándoles el peso justo?

Pues ahí tiene el señor de Silva el fallo del TSJV. Tengo para mí que la respuesta a sus mismas preguntas no va a ser de su satisfacción. Él ya daba como “hechos probatorios” lo que el tribunal ha sobreseído. Ni para él, ni para otros muchos que sólo miran a su particular bragueta, este fallo será justo.

Ahora sólo les queda quejarse y abominar de lo que ellos mismos han creado y que creían que tenían a su exclusivo servicio.

Ahora pueden decir como Julio César: ¿Tú también, Bruto, hijo mío…?

Yo, felicito a Francisco Camps. Si la justicia ha sido o no ha sido justa, no lo sé. Pero es lo que hay.

sábado, 1 de agosto de 2009

FEDERICO GARCÍA LORCA, LA LUZ DE GRANADA

A Federico García Lorca le quieren hoy remover sus huesos arropados por tierra andaluza y española. A Federico y a otros muchos que, como acertadamente dijo Larra, forman parte de esa media España que constantemente muere víctima de la otra media. No se puede mirar a Lorca, ni a nadie, con los ojos del odio y de la venganza. No es bueno abrir de nuevo las heridas cuando están a punto de cicatrizar. Eso es propio de imbéciles y de trastocados.

Yo sé lo que le ocurrió a Federico. A Federico y a otros muchos de un bando y de otro, pero intento mirar hacia sus obras y pensar que sus desgraciadas muertes no fueron en vano y hayan servido para que aquellos horrores no se repitan.

Su muerte en lo mejor de su juventud y en su plenitud creadora, no impidió que nos legase una de las obras literarias más hermosa, más cruda y más popular que un autor puede aportar, fundamentalmente, a la poesía y al teatro.

Cuenta otro genial poeta andaluz (Juan Ramón Jiménez) que siendo aún muy joven, Fernando de los Ríos se lo mandó a Madrid con una carta en la que le decía: “Ahí va ese muchacho lleno de anhelos románticos. Recíbalo usted con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en que hemos puesto más vivas esperanzas".

En su “ligero equipaje” lleno de versos, incluía el poeta sus lunas pálidas, sus patios de naranjos granadinos, las melenas azabache de las mujeres de Granada, la tez oscura de los rostros gitanos, el profundo y misterioso lamento del "cante jondo", los almendro en flor, los negros caballos y tricornios acharolados de los guardias civiles: “con el alma de charol, vienen por la carretera…”

Un poeta de corta vida pero de grandiosísima obra. Un poeta de una sensibilidad extraordinaria que conoció y amó, como nadie, las grandezas y miserias de su tierra y supo sacar de ellas música y poesía.

Los tiempos que le tocaron vivir a Federico García Lorca no fueron los más dichosos de la historia de España. Tiempos de tragedias y discordias civiles donde la alegórica pintura de Goya, “Saturno devorando a sus hijos”, cobraba brutal realidad. Saturno encarnaba a España y esta España, tantas veces monstruosa, se volvía contra sus hijos a los que destruía sin sentido, con odio inhumano.

Federico fue una de esas víctimas. Una de tantas absurdas víctimas que, después, la propia España llorará eternamente.

Federico siempre fue, y seguirá siendo que para eso le pararon las horas en un triste amanecer granadino, un niño. Quizá un niño grande, pero un niño. El mismo se describe: “Mi padre, agricultor, hombre rico. Mi madre, de fina familia. Mi infancia fue aprender lecturas y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo".

Pero no era cierto. Quizá fue niño rico, pero nunca ejerció como tal, sólo como niño. Su sitio fue el pueblo, su identificación con él fue total y para conocer esa faceta de su vida ahí está su obra, basta con leerla.

Yo estoy con los pobres, decía, con los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega.

Un buen día “se le vio caminar entre fusiles/por una calle larga/salir al campo frío/aún con estrellas de la madrugada.” (A. Machado).

Por allí se fue el poeta. Dicen que le acompañaban toreros arropados con sus capotes de grana y oro y gitanos y gitanas de tez morena, cabelleras de brillantina y ojos azabache. Que a lo lejos se escuchaba prolongados lamentos en cante jondo. Que el suelo vestía como una blanca alfombra de hojas de almendros, y que al aire lo impregnaba como un sutil aroma de naranjos y limoneros. Que el viento traía, entre tristes y alegres, las notas románticas de un viejo piano de cola. Que al final del cortejo, como escolta respetuosa y cargada de pesadumbre, iba “guardia civil caminera” y que gitanos, guardias civiles y toreros, lloraban por los horrores de España. Arriba, la luna pálida, más pálida que nunca. La Alhambra no quería mostrar sus murallones y el Darro y el Genil querían parar su curso.

Y cuentan que todo aquello parecía como la encarnación de un teatrito de cartón y papel, como los que el poeta hacía de niño cuando soñaba con escribir sus grandes obras; con muchos colores vivos. Como los colores con que el sol pinta a Granada.

Federico sigue aquí, en el recuerdo. Es historia de España. ¡Por favor, que nadie le toque!