No olvide llamar al "112". Luego, ya puede morirse.
Un paciente cualquiera. Una persona que es, simplemente, un número de la Seguridad Social, con nombre y apellidos pero uno más del montón. Uno más, entre miles, víctima de un sistema donde prima lo burocrático sobre lo humano y lo divino.
Este número de una lista cada vez mayor y peor tratada por el Sistema, lleva unos días ingresado en un hospital cualquiera, pero éste, con graves problemas laborales, políticos y asistenciales.
Al número en cuestión, se le da el alta médica una buena mañana. Contento con su mejorada salud, recoge sus pertenencias, recibe el correspondiente informe para entregar a su médico de cabecera, se despide de los compañeros de habitación y sale al exterior a esperar a su amigo que viene a recogerle para llevarle a su pueblo.
Se dirige a la cafetería del centro sanitario y en el corto recorrido desde la puerta principal, sufre un ataque y cae desplomado al suelo. Algunas gentes que pasan a su lado tratan de ayudarle. Él intenta levantarse pero se desploma de nuevo. Unos médicos, fuera de servicio, que se encuentran en la cafetería-restaurante, le atienden de inmediato prestándole los primeros auxilios que les aconsejan los síntomas del número desconocido. No se reanima y solicitan una camilla para ser ingresado de nuevo, y con urgencia, en el centro hospitalario.
Pero este número, con claros síntomas de estar falleciendo, ya había sido dado de alta unas horas antes, y para ser ingresado de nuevo y ser atendido en ese hospital, cuya puerta de entrada tiene al alcance de la mano, es preciso poner en marcha un absurdo e inhumano protocolo que comienza con una llamada al “112”.
El protocolo se activa reglamentariamente y cuando llegan los auxilios, ese número ignorado de una tétrica lista, ha muerto.
No. No es un trágico relato que me acabe de inventar. Esto ocurrió ayer al medio día. No cito centro ni fallecido, pero ocurrió, así como se lo cuento.
Es muy posible que nada se hubiera logrado si se hubiesen saltado el protocolo y, por supuesto, no seré yo quien trate, ni por asomo, de incriminar en el hecho a ningún profesional del centro, pero sí pongo en cuestión la normativa absurda e inhumana, trasnochada y salvaje que rige en nuestro sistema sanitario.
Así es nuestra Administración, muy preocupada por el aborto y la memoria histórica mientras los pacientes mueren a la puerta de los hospitales, víctimas de un protocolo estaliniano, digno de países tercermundistas.
Cuando nos toque a nosotros o a alguno de nuestros familiares ¿reaccionaremos al fin? Es posible que ni por esas. Pues, entonces, merecido lo tenemos.
Este número de una lista cada vez mayor y peor tratada por el Sistema, lleva unos días ingresado en un hospital cualquiera, pero éste, con graves problemas laborales, políticos y asistenciales.
Al número en cuestión, se le da el alta médica una buena mañana. Contento con su mejorada salud, recoge sus pertenencias, recibe el correspondiente informe para entregar a su médico de cabecera, se despide de los compañeros de habitación y sale al exterior a esperar a su amigo que viene a recogerle para llevarle a su pueblo.
Se dirige a la cafetería del centro sanitario y en el corto recorrido desde la puerta principal, sufre un ataque y cae desplomado al suelo. Algunas gentes que pasan a su lado tratan de ayudarle. Él intenta levantarse pero se desploma de nuevo. Unos médicos, fuera de servicio, que se encuentran en la cafetería-restaurante, le atienden de inmediato prestándole los primeros auxilios que les aconsejan los síntomas del número desconocido. No se reanima y solicitan una camilla para ser ingresado de nuevo, y con urgencia, en el centro hospitalario.
Pero este número, con claros síntomas de estar falleciendo, ya había sido dado de alta unas horas antes, y para ser ingresado de nuevo y ser atendido en ese hospital, cuya puerta de entrada tiene al alcance de la mano, es preciso poner en marcha un absurdo e inhumano protocolo que comienza con una llamada al “112”.
El protocolo se activa reglamentariamente y cuando llegan los auxilios, ese número ignorado de una tétrica lista, ha muerto.
No. No es un trágico relato que me acabe de inventar. Esto ocurrió ayer al medio día. No cito centro ni fallecido, pero ocurrió, así como se lo cuento.
Es muy posible que nada se hubiera logrado si se hubiesen saltado el protocolo y, por supuesto, no seré yo quien trate, ni por asomo, de incriminar en el hecho a ningún profesional del centro, pero sí pongo en cuestión la normativa absurda e inhumana, trasnochada y salvaje que rige en nuestro sistema sanitario.
Así es nuestra Administración, muy preocupada por el aborto y la memoria histórica mientras los pacientes mueren a la puerta de los hospitales, víctimas de un protocolo estaliniano, digno de países tercermundistas.
Cuando nos toque a nosotros o a alguno de nuestros familiares ¿reaccionaremos al fin? Es posible que ni por esas. Pues, entonces, merecido lo tenemos.
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