Mariano Rajoy ha comentado ante los medios de comunicación que 180.000 inmigrantes cobran el paro en España y 20.000 andaluces salen camino de Francia para trabajar en la vendimia.
Está claro que hacer públicos estos datos molesta a gobernantes y gobernados. A los gobernantes, porqué les están sacando a la luz sus vergüenzas que ocultan celosamente, y a los gobernados por que se enteran de algo que no sabían y les cabrea de forma comprensible al ver como deriva este país.
Ni Rajoy ni nadie ha dicho que esto fuera ilegal, ni que los 180.000 inmigrantes que se benefician del subsidio de paro no tengan derecho a percibirlo, pues les corresponderá, sin duda, merced a sus correspondientes cotizaciones a la Seguridad Social.
Lo que el líder del PP ha venido a decir –y quien lo tenía que entender lo ha entendido, de ahí su cabreo- es que el Gobierno no desarrolla políticas adecuadas en materia económica y de inmigración, lo que está dando lugar a que 20.000 españoles, por primera vez en muchos años, tengan que salir a trabajar a otro país.
La cuestión creo que está lo suficientemente clara, pero como el Gobierno carece de argumentos para rebatir las críticas de Rajoy, recurre a la descalificación y al insulto y, para ello, vuelve a enseñar a Pepiño Blanco, que nadie podrá negar que para estos menesteres sí es un buen peón de brega.
Pues el señor Blanco exige a Rajoy que “arrime el hombro”, contrasentido manifiesto en el vicesecretario general del PSOE, partido en el poder que no admitió, ni admite, ni posiblemente admitirá, ninguna de las propuestas que, en las más diversas materias de gobierno, el líder popular ha presentado al Gobierno.
Abunda Blanco en la crítica y le dice a Rajoy que se deje de “chascarrillos”, cosa ya más comprensible en él que ha estado viviendo, hasta ahora, del “chascarrillo”, del insulto y del timo, y le puede resultar peligroso cualquiera que pueda suponerle competencia.
No es el caso de Rajoy, que utiliza la seriedad y la responsabilidad de estado, ante las mentiras y las bromas pesadas de un gobierno que navega sin norte y que llevará, sin duda, a España a estrellarse contra cualquier islote, y al que ya no le quedan argumentos ni credibilidad. Sólo les queda Pepiño Blanco que, en sí mismo, es un auténtico chiste.
A Rajoy, en determinados círculos o colectivos, se le ha tachado de xenófobo en un claro intento de sacar desprestigio a sus palabras. Sin embargo no parece que la estrategia haya triunfado y el mismo presidente popular se ha ratificado en sus palabras calificándolas de "puro sentido común".
La xenofobia no consiste en proclamar y hacer públicos los datos que ha mostrado Rajoy. Eso es el deber de todo político que no viva del engaño constante, y el derecho que tienen los españoles a saber que es lo que pasa en su país. Alguien tiene que decirles cuales van siendo los nefastos resultados de la gestión socialista.
Eso no es ser xenófobo. Xenófobo es, por el contrario, aquel que engaña y, para aparentar normalidad, les da a estos inmigrantes que han puesto la ilusión de sus vidas en nuestro país, un pez todos los días, en vez de enseñarles a pescarlo.
En la fotografía: Cartel en Gijón contra la xenofobia. Sin comentarios.
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