A mí ya poco me importa que el PP asturiano se quede como está. Quizá sea el mal menor pues, visto lo visto, las alternativas que se esperaban vale más que no hayan salido adelante. Y no han salido adelante porque nunca estuvieron en línea de salida, sólo se trataban de simples señuelos para tantear el ambiente y ver cual podía ser su peso específico entre la opinión pública que, en ninguno de los casos, se ha mostrado favorable.
No existió ninguna voluntad seria de constituirse en alternativa a la actual dirección inoperante, sin ideas y desgastada en todo orden y sentido. Es una pena que se queme dinero en hacer un congreso que no va a servir para nada, salvo para apuntalar el ruinoso edificio pepero que no tardará en mostrar de nuevo las grietas de su ruina evidente e inminente.
Gobernar en Asturias, es una meta que no contempla el PP, eso está claro y, al menos para mí, tal hecho constituye la mayor vergüenza a la que puede someterse alguien que se llame político. Pero la vergüenza, que en este caso consideraría una virtud padecerla, no suele hacer acto de presencia por la calle Manuel Pedregal de Oviedo, es algo que, si llega a sentirse, puede restar condiciones para seguir viviendo cómodamente de la política. Sentir vergüenza es otro de los valores que van desapareciendo de nuestra sociedad, y mucho más de los círculos políticos.
No le ha costado grandes esfuerzos a Ovidio Sánchez mantener la figura y el control del partido, y ello da idea del peso y la calidad de sus supuestos oponentes. De la misma forma nos demuestra el poco interés que existe en la renovación y en la constitución de un partido joven que pueda cambiar desde los cimientos este engranaje desengrasado y obsoleto, incapaz de hacer funcionar una maquinaria parada desde hace años, que parece que a nadie le interesa que ande.
El electorado ya sabe lo que se puede esperar. Por supuesto nada nuevo. Seguiremos como estábamos y con un tiempo precioso perdido que quizá algunos hagan el paripé de querer recuperar cuando ya no haya remedio.
Ovidio Sánchez lleva ya tres periodos como presidente del PP en Asturias, es decir, tres elecciones autonómicas perdidas. Pero ahora que va a por la cuarta, muestra su satisfacción por los apoyos recibidos “para modernizar y renovar el Partido Popular en Asturias”. A mi esto me suena a vacile. Que una persona que en doce años no ha hecho más que perder elecciones y cargarse un partido que venía de gobernar, me parece de una irresponsabilidad y de una prepotencia impresentable.
Significativa es la falta de apoyo de cuatro diputados entre los que se encuentra el, hasta ahora, secretario general, y el de la presidenta del partido en Gijón, sin embargo Ovidio tiene suficiente mayoría para ser proclamado candidato.
Los estatutos del PP no contemplan necesariamente la celebración de primarias, cosa que muchos venimos pidiendo públicamente, y eso es parte de la causa de lo que está pasando y del actual estado de las cosas.
La desilusión es grande. Se apoya a Ovidio porque es lo que hay, pero sin más razones. También es cierto que es del mal el menor y esa es la razón de que muchos afiliados y simpatizantes pasen olímpicamente del tema. Es triste, pero es así.
De ese llamado sector crítico vale más ni hablar, porque ser crítico en casa, en la barra del bar, en los locales de las Juntas locales y por la calle, no sirve para nada. Hay que mojarse donde hay que mojarse, y si no han querido o no han sabido hacerlo, pues ya saben……
¿Quién paga el pato? Pues los de siempre. Los que trabajamos gratis por un ideal y, encima, quieren que seamos palmeros. Por mi parte os va a aplaudir quien me estoy pensando.