jueves, 30 de octubre de 2008

EL DÍA DE LOS SANTOS

Llevo unos días que me está dando vueltas en la cabeza toda esta obligación que nos hemos creado de visitar a nuestros antecesores, ya fallecidos, el día 1 de noviembre, día de “Todos los Santos”, en nuestro cementerio parroquial.

Sé que con mi opinión, puedo herir susceptibilidades, y puedo resultar poco grato a quien sigue estas tradiciones al pie de la letra. Yo también soy amante de las tradiciones, y lo he manifestado muchas veces a través de mis escritos, pero quiero centrar esas tradiciones en un plano que no se hagan inquisitorialmente obligatorias, y que sólo sean la manifestación de un día determinado, que no significa nada y que sólo nos trae incomodidades impuestas por un calendario que hasta deja de ser religioso para convertirse en algo comercial y casi hasta pagano.

Pasado mañana, en nuestro calendario católico, se celebra el día de “Todos los Santos”. Es obligado visitar el cementerio donde descansan nuestros antepasados y limpiar las tumbas y blanquear los sepulcros.

“Sepulcros blanqueados”, que ya denunció hace dos mil años nuestro señor Jesucristo. Sepulcros para los que no miramos en todo el año, hasta que una fecha impuesta nos hace acercarnos a ellos, sin ninguna gana en muchos casos, pero que nos lo impone una cuestión claramente social y pagana.

Al blanquear los sepulcros, nos blanqueamos exteriormente nosotros mismos falsamente. Cumplimos con un deber, que no es deber, y al que yo me niego a cumplir por haberse convertido en imperativo legal. Lo siento pero no.

Yo ya no estoy dispuesto a que la falta de curas te haga ir al cementerio a las tres de la tarde, a la puñetera carrera, lloviendo muchas veces, volviéndote de la mitad del camino, y sin enterarte de lo que pasa.

El cementerio de mi pueblo es también parte de mi casa. Allí están mis padres y otros muchos familiares a los que quise y quiero. Muchos días al año, que no son 1 de noviembre, le visito y disfruto de él. Sí, disfruto de él. Me siento en cualquier tumba de cualquier conocido, no sólo de mis familiares, y le recuerdo. Recuerdo sus cosas, sus anécdotas, su vida en la calle, y le digo que, aunque él, o ella, nunca lo supieron, yo les quería, porque eran mis vecinos, parte de la vida de mi pueblo y, por ende, parte de mi vida también.

Yo conozco la parte antigua del cementerio de mi pueblo como los pasillos de mi casa. Sé, aunque ya no haya ni rastro, donde está enterrado cada quien. A muchos no los he conocido en vida, pero es igual, sus historias y sus vivencias las he escuchado de otros y me resultan conocidos y queridos. Fueron mis paisanos y sé como fueron y como dejaron, a su muerte, huecos difíciles de rellenar.

Por eso a mí me gusta el cementerio de mi pueblo. Y no le tengo miedo a la noche que, en más de una ocasión, me pilló dentro de sus muros.

¿Quién puede hacerte daño de los que allí descansan, si con ellos, al menos con muchos, has vivido, has disfrutado y has pasado hasta penurias?

Yo no quiero el cementerio para un día. Lo quiero para pasar muchos días en compañía de los que hoy no están pero siguen estando. Yo quiero el cementerio, donde un día descansaré, para meditar sobre las incongruencias de este mundo actual. Sobre las imposiciones sociales absurdas que te llevan allí un día al año, y después no vuelves a pisarlo.

Yo, este año, no llevaré flores a mis padres el día 1 de noviembre. No me da la gana. Ellos tendrán flores cualquier día del año, y tendrán mi recuerdo y mi compañía como muchas tardes ignoradas. Pero no este día en que las flores alcanzan precios de escándalo y las razones comerciales, nada espirituales, abusan hasta de los muertos.

Me niego. Que nadie pregunte por mí y que nadie me llame descastado o cosa similar. El descastado y el sinvergüenza será él, que hoy acude al cementerio por que la sociedad lo demanda, y no vuelve en todo el año.

Es posible que a alguien haya ofendido con mis comentarios. Que me perdone pues. Pero, dicho lo dicho, me mantengo en ello.

Yo sé que quien tiene que comprenderme, me va a comprender. El resto no me importa.