jueves, 9 de octubre de 2008

CRISIS Y DESCONFIANZA

Siempre se ha dicho que las bolsas de valores reflejaban el pulso del país. Los volúmenes de contrataciones, el dinero movido, los índices fijados cada día de sesión y las subidas y bajadas en las cotizaciones de las distintas acciones, daban una radiografía de la dinámica comercial y de la confianza, menor o mayor, de los mercados financieros.

Estos días ocurre lo mismo. Lo cierto es que las circunstancias concurrentes en estos mercados son excepcionales, dada la grave crisis económica de ámbito internacional, y a la vez local, que estamos viviendo en España.

La bolsa refleja el pulso del país, y este pulso no es firme. España presenta un pulso arrítmico que se refleja en los índices bursátiles. Las causas pueden ser diversas pero hay una muy importante que puede sobresalir sobre todas las demás: la desconfianza.

La tan traída y llevada crisis, podría ser suficiente motivo para las indecisiones inversoras pero, de todos es sabido que las épocas de crisis también suelen ser épocas de grandes especulaciones y, consecuentemente, de buenos beneficios para algunos. No hay secretos que lleven a grandes negocios en estas épocas, sólo hay que tener capacidad dineraria y disponer de tiempo de espera. Las leyes de la física harán el resto pues todo lo que toca fondo tiende a subir a la superficie, y quizá más alto por el efecto del rebote.

Pero hoy en día, falta confianza hasta para correr este conocido riego pues no se pueden fijar plazos ni a medio ni a largo. La situación es grave y no hay confianza en las medidas gubernamentales que se están poniendo a golpe de improvisación y al calco de lo que otros países, con distintas peculiaridades, están adoptando de cara a sus propias crisis.

El Gobierno español está dispuesto a llevar a debate unos Presupuestos Generales confeccionados en tiempos en que no había crisis, o no se quería admitir tal posibilidad. Como consecuencia, estos presupuestos no se han hecho pensando en la actual situación y no contemplan medidas dirigidas a combatir la misma. El capítulo presupuestario de un país es lo suficientemente importante, en todos los aspectos, para, si no está pensado y confeccionado dentro de unos parámetros acordes con la situación real, no sólo no van a ayudar a solucionar la crisis, sino que pueden resultar negativos y aumentar los problemas.

Al margen de los Presupuestos Generales del Estado, que obvian la delicada situación económica, el Gobierno ha tomado una serie de medidas de “calado” que, tal como se está viendo, no han venido a dar, ni mucho menos, confianza a la ciudadanía ni a las pequeñas y medianas empresas que, está claro, (aunque algunos traten de ignorarlo) constituyen el motor de la economía de este país.

Los 30.000 millones de euros destinados al saneamiento de las entidades financieras, ampliables a 50.000 millones, que sin duda se ampliarán, sólo ha producido cierta tranquilidad entre los ahorradores y, como no, entre el propio sector bancario. El resto del sector económico desconfía de la medida, que más que pueda facilitarles el crédito necesario para su funcionamiento, pueda servir en buena parte para sanear los balances de los bancos.

Existen contrasentidos que no ayudan a crear confianza. No es explicable que el Estado aplique esta suma de dinero al saneamiento de la liquidez de algunos bancos que hace pocos días proclamaban a bombo y platillos unos beneficios de 10.000 millones de euros.

No es explicable que se esté diciendo y presumiendo del saneamiento de nuestro sistema financiero, poniéndolo como ejemplo al mundo, y se tengan que adoptar las mismas medidas que otros países adoptan por tener un sistema medio quebrado.

Y no es explicable que el Gobierno haya tomado la medida de subir el Fondo de Garantía de Depósitos hasta 100.000 euros, la mitad más que la media de los países de la UE, cuando aquí tenemos ese tan mentado, perfecto y saneado sistema bancario que nada hacía preveer, hace unos días, la toma de este tipo de medidas.

Todas estas medidas han tenido un efecto boomerang en la confianza de la ciudadanía y, consecuentemente en las contrataciones bursátiles. Los españoles estamos ya tan hartos de mentiras y de engaños, que si nos meten billetes de 500 euros en los bolsillos, los tiramos seguros de son cromos.

Esto ha sido lo contrario al cuento. Aquí no se decía que venía el lobo, todo lo contrario. Pero el lobo vino y nos pilló a todos en bolas y, además, ya no creemos ni en los Reyes Magos.

Que Dios te conserve la vista.