domingo, 12 de octubre de 2008

DESPUÉS DE "SAN CIPRIANO" (PANES)

(Grupo de niños y niñas, antes de una carrera de cintas en San Cipriano en Panes, en 1958)

Dice un recurrido principio educativo que una actividad para ser considerada educativa tiene que ser escogida, luego programada, más tarde realizada y finalmente revisada.

Basándome en este viejo principio pedagógico quiero, una vez pasados unos días de las últimas fiestas de San Cipriano que nos dan una cierta perspectiva, realizar una reflexión sobre estas centenarias fiestas.

Los pueblos con el paso del tiempo van formando sus costumbres y cuando estas permanecen un tiempo determinado se hacen tradiciones. Así suele pasar no solamente con las fiestas, también con la gastronomía, el modo de hablar, de saludar, de jugar, con la forma de vestir etc. etc.

Por tanto San Cipriano es una tradición o dicho de otra forma un patrimonio o riqueza, por el que deberíamos velar con entusiasmo, que es algo más que mirar con cariño la fiesta, es sobre todo, actuar entusiastamente y por tanto convencidos de que tenemos capacidad de conservar y valorar lo mejor de su pasado así como proyectar cosas nuevas que sean capaces de seducir a los más jóvenes para que sigan sintiendo esta fiesta como un legado para gloria de los que fuimos pasando y disfrute de los que sigan creciendo.

Llegados a este punto de la reflexión podríamos preguntarnos ¿Y por qué hay que conservar San Cipriano cuando ya a estas alturas del verano estamos de fiestas hasta el gorro y en estos tiempos de clara crisis de las fiestas en que apenas significan nada?

Cuando pedimos a las nuevas generaciones que conserven las cosas, también es necesario que dejemos muy claro además de con los hechos, con las palabras, qué significa para nosotros lo que queremos que se conserve y entonces te vienen a la memoria oportunidades perdidas, espléndidas para ahondar en todo esto, como el centenario del año 2002 que pasó sin pena ni gloria, o mejor dicho, con más pena que gloria.

Es muy importante hacer ver que el patrimonio es la historia y que la historia hay que contarla con respeto y sin desvirtuarla sea por medio de un libro, de una película o de una fiesta. Que muchos vecinos nos precedieron y sintieron la necesidad de esforzarse para ofrecer a sus paisanos y visitantes momentos de alegría y diversión en torno a la fiesta mayor de nuestro concejo. Que por encima de esas pequeñas cosas que a veces nos separan, San Cipriano sigue siendo un incentivo para reunirse las familias y que sigue siendo un recuerdo de personas y amistades olvidadas y un buen momento para mostrarnos ante el entorno más próximo y además que, como todo patrimonio, siempre tendrá una repercusión económica nada despreciable, incluso en este tiempo en que las fiestas ya no se esperan como en otros tiempos para hacer caja.

Hoy no se trata de comentar lo de siempre: que si algunos colaboran poco, que el negocio es para los de siempre, que los que hacen la fiesta pueden hacerlo mejor y por qué criticarles por desarrollar un trabajo que nadie quiere, que si las orquestas eran buenas o malas o se marcharon, que tenían que ocuparse más de las actividades para los niños etc. etc. Se trata de la raíz de la fiesta. De por qué seguimos haciéndola, en momentos en que están en entredicho muchos valores festivos. De por qué hay que conservar la feria, que al margen de lo ocurrido este año con la "lengua azul" en los últimos años ya había más coches y personas que ganado, lo que termina tarde o temprano, más temprano que tarde, desvirtuando el sentido de la feria.

Todos los pueblos ponen especial cuidado en realzar y cuidar con esmero lo más significativo de sus fiestas, ya sea con carrozas o piraguas o fuegos o procesiones. Muchos pueblos se promocionan también con la fiesta. San Cipriano nace cuando un grupo de entusiastas organizan un concurso de bolos y traen una orquesta para animar la feria de San Cipriano que ya existía y era famosa e importante. Hoy para ver la "temperatura" de la feria solo habría que compararla con San Miguel en Puentenansa. Sin comentarios.

De por qué hay que conservar, proteger y potenciar el concurso de bolos que este año tuvo que competir, en día y hora, con otro espectáculo de la fiesta, el partido de fútbol del C.D. Peñamellera, en detrimento pienso que de las dos actividades pero, sobre todo, de una actividad que ha estado en cartel 106 años y que debe tener galones en la fiesta, y que hoy no pasa por los momentos más gloriosos, demostrándose con ello una falta absoluta de sensibilidad. Es difícil que los forasteros valoren nuestras cosas cuando nosotros no sabemos darle el realce que merecen.

Me cuesta imaginar la coincidencia de una actividad festiva importante en cualquier lugar de nuestra comunidad con un partido del equipo de fútbol representativo de su localidad. Y máxime, después de haber hablado las cosas y haber sugerido desde la organización del Concurso de bolos la conveniencia de que el partido se celebrase el domingo ante la imposibilidad de poder hacerlo el concurso por haber tenido que fijar la fecha del sábado en la F. E. B. con casi un año de antelación. Estas cosas que parece que no son importantes y que no suceden, porque no hay ni el más elemental nivel de opinión crítica, a la postre son las que hacen que la enorme bola del desarraigo siga rodando.

Puede que ya no sea posible retroceder hasta la comisión de festejos tal y como siempre se entendió en San Cipriano, pero habrá que tener presente que aunque en nuestra sociedad las fiestas ya son cada día más que nada un bien de consumo, nunca debe faltar la calidad que dimana de sus raíces.

Así cumpliremos mejor nuestro compromiso con la historia y con el futuro.

Autor: Isidro Caballero Sardina