miércoles, 15 de octubre de 2008

¿COMO SE PRETENDE REHABILITAR A COMPANYS?

El ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, acaba de comprometerse a entregar a La Generalidad de Cataluña, en un máximo de tres meses, la declaración de reconocimiento y “reparación” de la figura del ex presidente Luis Companys que proclamó el Estado catalán contra la República en 1934.

Este es un hecho que viene a demostrar, bastante a las claras, cual es el objetivo final de la más que sectaria Ley de Memoria Histórica que nuestro Gobierno ha dado a luz para que viniera a servir, de una vez y para siempre, de reconciliación y de reconocimientos entre todos los españoles. ¡Pues menos mal….!

El objetivo de esta Ley -lo he dicho muchas veces y hay que volver a repetirlo- no es, ni más ni menos, que la ruin venganza y la revancha. Es una Ley que no trata, ni quiere hacerlo, a todos por igual. Sólo pretende ensalzar a los suyos y tirar a las cloacas a los que no quisieron acompañarlos en su aventura sin rumbo.

Las convulsiones que España venía sufriendo desde los últimos años del siglo XIX, y anteriores, escribieron páginas muy crueles en su historia, sobre todo durante los primeros del siglo XX. Las evoluciones sociales y políticas, dejaron estelas traumáticas y enfrentamientos entre los españoles, muy difíciles de borrar entre los sentimientos de cada uno. Sentimientos que aún perduran cuando el siglo XXI lleva ya ocho años de andadura, a pesar de todos los sucesos y de los importantísimos hechos históricos que acaecieron dentro y fuera de nuestras fronteras, y que desembocaron en un nuevo orden que nada tiene que ver con nuestros ancestrales pleitos, casi tribales, de los siglos pasados.

La Historia “debe condenar y condena” a los militares y civiles que en 1936 se sublevaron contra el orden establecido de la II República española, que desembocó en una cruel y sangrienta guerra civil, al fracasar inicialmente la sublevación.

La Historia “debe condenar y condena” a todos los que apoyaron de una u otra forma a los sublevados, arrebatando a España muchos años de prosperidad y libertad “a la sombra y bajo la protección de la Unión Soviética”.

La Historia debe devolver a España a cuantos ciudadanos fueron asesinados y enterrados en fosas comunes por las fuerzas del fascismo que durante casi cuatro décadas marcó los destinos nacionales. Pero sólo si pertenecían a la izquierda.

Es posible que a algunos de estos izquierdistas se les acuse de algún crimen, e incluso de supuestas y falsas sublevaciones, inventadas y aireadas por la propaganda fascista. Nada de eso es cierto y su memoria debe ser reivindicada y cubierta por los más altos honores.

Es el caso del camarada Luis Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña que dicen que se pasó por el forro la legalidad de la II República y, faltando a esa legalidad y cometiendo un delito de alta traición, proclamó el Estado Catalán al amparo del caos que los socialistas estaban implantando, por el mero hecho de que el Gobierno Lerroux había incluido tres ministros de la CEDA de Gil Robles.

Pero así fue, y así lo cuenta la historia. No hace tanto tiempo como para que se puedan distorsionar los acontecimientos.

Companys predicaba la guerra civil en Cataluña con declaraciones explosivas, y así advertía: “Cuando nosotros decimos que estamos dispuestos a dar la vida, no lanzamos al aire una palabra vana, una frase de mitin. Hemos de esperar el momento que nos convenga para el gesto definitivo”.

Companys vio ese momento el día 6 de octubre de 1934 y declaró desde el balcón del palacio de la Generalidad, El Estado Catalán, dentro de la República Federal Española. Como dato curioso para la historia, es de resaltar que aquel mismo día se encontraba en Barcelona, Manuel Azaña.

Ante la gravedad de los hechos, Lerroux radió una llamada a todo el país: “En Cataluña, el presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su autoridad, se ha permitido proclamar el Estado Catalán. Ante esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todos el país”.

Estos son los gloriosos hechos y virtudes de Luis Companys, al que el Gobierno de España, quiere rehabilitar y reconocer como a uno de los salvadores de la Patria. Yo me niego a ello. Este personaje tiene los mismos méritos que Franco: el haberse sublevado contra el orden establecido. Y no vamos a profundizar en la historia, porque no es éste el medio más adecuado.

Companys, lo único que se merece de España, y por caridad cristiana, es respeto como cualquier otro fallecido, y que le dejen descansar en paz. Nada más.

Companys jugó fuerte en una partida que, en aquellos tiempos, si se perdía, el precio era la vida. Jugó y perdió. Antepuso sus ambiciones personales o regionales a España y a su deber. Faltó a la legalidad y traicionó a su país.

Alguien así, no se merece rehabilitaciones ni honores de ningún tipo.