Los grandes torneos de “bolo-palma” o “bolo montañés” proliferan estos días de verano por el oriente asturiano y Cantabria.
Antes de ayer se celebraba en la localidad de Bielva, cuna del mítico “Zurdo”, la más importante prueba que tiene lugar durante el año, el torneo “Campeones” patrocinado por el Banco Santander y promovido desde hace catorce años por el escritor y periodista, y gran amante de este juego, Alfonso Ussía. Este torneo está dotado por la entidad bancaria con 15.000 euros en premios y cuyo podio, en la presente edición, se adjudicó el gran jugador cántabro Óscar González.
Ayer domingo tocó el turno al prestigioso memorial “Miguel Purón” que promueve y patrocina la peña del mismo nombre de la localidad asturiana de Noriega (Ribadedeva) que tuvo como vencedor al también cántabro Agustín, que se midió en una emocionante final con el campeonísimo Jesús Salmón.
Ambos concursos puntúan para el Circuito Nacional (CINA) que designa anualmente a los mejores jugadores de este deporte.
Se disfruta, en verdad, estos días viendo bolos y se goza del juego de estos monstruos que le dan al verano un toque de añeja tradición que resulta ya imprescindible en nuestras villas y pueblos en fiestas.
Dice Alfonso Ussía en uno de sus brillantes artículos dedicado a los “bolos montañeses”, que este juego no está muy presente en la literatura y que los escritos que sobre él existen, se ciñen más a lo pintoresco que a lo histórico.
Los esfuerzos históricos más sobresalientes corresponden a Julio Braun Trueba y los literarios a Ignacio Aguilera y a Joaquín Oria, recogidos en su obra LOS BOLOS EN LA LITERATURA MONTAÑESA Y EN LAS ARTES PLÁSTICAS, a los que hay que sumar la aportación que suponen las obras posteriores del gran ex jugador Modesto Cabello. Tampoco es desdeñable la importancia que tiene el asturiano Gerardo Ruiz Alonso (actual preparador físico del Sporting de Gijón) que, aunque su trabajo LOS BOLOS EN ASTURIAS intenta recoger las distintas modalidades que se juegan en el principado, dedica un interesante espacio al “bolo palma” o “bolo montañés” que se practica en el oriente asturiano.
Escritores y poetas como José María de Pereda, Manuel Llano, José María de Cossío, Víctor de la Serna, Gerardo Diego, José Hierro y Palacio Valdés o Alejandro Casona, han dedicado la belleza de sus palabras a los bolos. Recordemos que Cossío le dedicó al mítico Zurdo de Bielva toda una “Tercera” del ABC, la página más prestigiosa del periodismo literario español.
Precisamente fue el Zurdo de Bielva, en colaboración con su homónimo de Mazcuerras, el autor de un interesante libro, LOS BOLOS MONTAÑESES, que contiene el primer esbozo de reglamento. Libro éste de casi imposible adquisición con una edición tan corta como escondida, debido a absurdas cuestiones políticas de los años en que vio la luz.
Pero no sólo escritores montañeses y asturianos hacen referencias a los bolos en sus obras. Otros escritores españoles de distintas épocas se agarran al bolo, en forma humorística y picarona, algunas de las veces.
Ramón Gómez de la Serna echó mano del “bolo” cuando trabajaba como enchufado en un ministerio después de la Guerra Civil. Gómez de la Serna, hacía más bien poco en su trabajo, y su jefe de sección le solicitó un informe sobre la marcha del negociado encomendado al escritor. En su último día de trabajo, le envió a su jefe un escueto informe rimado en el que decía:
La sección está al corriente
y los papeles en regla,
sólo me queda pendiente
este “bolo” que me cuelga.
En EL LIBRO DE LOS PÍCAROS, de Rodrigo de Fraguas, encontramos una versión de una coplilla popular y extendida:
Los dedos de las manos,
los dedos de los pies,
las bolas y el emboque
suman veintitrés (*)
(*) Las bolas que se lanzan, normalmente, en un juego son tres y el emboque, la máxima jugada, tiene un valor de diez que se añade a los bolos derribados.
José Hierro, en una preciosa décima, describe el juego:
La bola redonda baja,
de no sé que avión lejano.
¿Fue un avión o fue una mano
quien la ha lanzado a la caja?
Al birlar, la bola raja,
el roble zumba. Resuena
un xilófono. Se llena
la tarde de ojos abiertos,
y el niño pone los muertos
nuevamente en pie, en la arena.
Son unas pequeñas muestras de la, si no abundante, si interesante literatura que sobre el juego de los bolos existe y que iremos repasando en escritos posteriores.
Antes de ayer se celebraba en la localidad de Bielva, cuna del mítico “Zurdo”, la más importante prueba que tiene lugar durante el año, el torneo “Campeones” patrocinado por el Banco Santander y promovido desde hace catorce años por el escritor y periodista, y gran amante de este juego, Alfonso Ussía. Este torneo está dotado por la entidad bancaria con 15.000 euros en premios y cuyo podio, en la presente edición, se adjudicó el gran jugador cántabro Óscar González.
Ayer domingo tocó el turno al prestigioso memorial “Miguel Purón” que promueve y patrocina la peña del mismo nombre de la localidad asturiana de Noriega (Ribadedeva) que tuvo como vencedor al también cántabro Agustín, que se midió en una emocionante final con el campeonísimo Jesús Salmón.
Ambos concursos puntúan para el Circuito Nacional (CINA) que designa anualmente a los mejores jugadores de este deporte.
Se disfruta, en verdad, estos días viendo bolos y se goza del juego de estos monstruos que le dan al verano un toque de añeja tradición que resulta ya imprescindible en nuestras villas y pueblos en fiestas.
Dice Alfonso Ussía en uno de sus brillantes artículos dedicado a los “bolos montañeses”, que este juego no está muy presente en la literatura y que los escritos que sobre él existen, se ciñen más a lo pintoresco que a lo histórico.
Los esfuerzos históricos más sobresalientes corresponden a Julio Braun Trueba y los literarios a Ignacio Aguilera y a Joaquín Oria, recogidos en su obra LOS BOLOS EN LA LITERATURA MONTAÑESA Y EN LAS ARTES PLÁSTICAS, a los que hay que sumar la aportación que suponen las obras posteriores del gran ex jugador Modesto Cabello. Tampoco es desdeñable la importancia que tiene el asturiano Gerardo Ruiz Alonso (actual preparador físico del Sporting de Gijón) que, aunque su trabajo LOS BOLOS EN ASTURIAS intenta recoger las distintas modalidades que se juegan en el principado, dedica un interesante espacio al “bolo palma” o “bolo montañés” que se practica en el oriente asturiano.
Escritores y poetas como José María de Pereda, Manuel Llano, José María de Cossío, Víctor de la Serna, Gerardo Diego, José Hierro y Palacio Valdés o Alejandro Casona, han dedicado la belleza de sus palabras a los bolos. Recordemos que Cossío le dedicó al mítico Zurdo de Bielva toda una “Tercera” del ABC, la página más prestigiosa del periodismo literario español.
Precisamente fue el Zurdo de Bielva, en colaboración con su homónimo de Mazcuerras, el autor de un interesante libro, LOS BOLOS MONTAÑESES, que contiene el primer esbozo de reglamento. Libro éste de casi imposible adquisición con una edición tan corta como escondida, debido a absurdas cuestiones políticas de los años en que vio la luz.
Pero no sólo escritores montañeses y asturianos hacen referencias a los bolos en sus obras. Otros escritores españoles de distintas épocas se agarran al bolo, en forma humorística y picarona, algunas de las veces.
Ramón Gómez de la Serna echó mano del “bolo” cuando trabajaba como enchufado en un ministerio después de la Guerra Civil. Gómez de la Serna, hacía más bien poco en su trabajo, y su jefe de sección le solicitó un informe sobre la marcha del negociado encomendado al escritor. En su último día de trabajo, le envió a su jefe un escueto informe rimado en el que decía:
La sección está al corriente
y los papeles en regla,
sólo me queda pendiente
este “bolo” que me cuelga.
En EL LIBRO DE LOS PÍCAROS, de Rodrigo de Fraguas, encontramos una versión de una coplilla popular y extendida:
Los dedos de las manos,
los dedos de los pies,
las bolas y el emboque
suman veintitrés (*)
(*) Las bolas que se lanzan, normalmente, en un juego son tres y el emboque, la máxima jugada, tiene un valor de diez que se añade a los bolos derribados.
José Hierro, en una preciosa décima, describe el juego:
La bola redonda baja,
de no sé que avión lejano.
¿Fue un avión o fue una mano
quien la ha lanzado a la caja?
Al birlar, la bola raja,
el roble zumba. Resuena
un xilófono. Se llena
la tarde de ojos abiertos,
y el niño pone los muertos
nuevamente en pie, en la arena.
Son unas pequeñas muestras de la, si no abundante, si interesante literatura que sobre el juego de los bolos existe y que iremos repasando en escritos posteriores.
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