Javier Arzalluz, en una entrevista concedida recientemente al diario “El Mundo”, duda del papel del Rey Juan Carlos en el fracaso del golpe del 23-F. Tiene Arzalluz todo el derecho a opinar sobre estas y otras cuestiones, nadie se lo va a negar, y está también en su derecho de dudar del papel del Rey durante aquella verbena del Congreso de los Diputados. Lo que ocurre es que, viniendo esta duda de quien viene y sin aportar el más mínimo argumento que la sostenga, nos hace pensar que Arzalluz habla por despecho y por desprecio hacia el monarca.
No es el único que ha expuesto públicamente esta teoría y algunos hasta llegaron más lejos al incriminar al propio Rey en el golpe, pero tampoco han podido aportar pruebas, sólo suposiciones que esperan que algún día puedan ser documentadas y admitidas como válidas para avalar sus tesis.
Del 23-F se ha escrito mucho y todos, en un principio, sabían mucho y eran poseedores de datos que iban a ser revelados, en España o fuera de España. Yo he leído cuatro o cinco libros sobre el tema y parecen copiados unos de otros. Con independencia del relato de los hechos y las reducidas biografías de los cabecillas, poco más aportan sobre el intríngulis de la cuestión.
En la calle y en las barras de bares y cafeterías, todo el mundo sabía cosas secretísimas sobre el golpe. Unos porque tenían un primo guardia y otros porque el cuñado de la hermana de su vecino era militar. Muy propio de nosotros, los españoles. Somos unos auténticos “enteraos”, sabemos más de toros que Manolete, y de futbol más que Escartín. Al final, nada de nada, pero nos quedamos anchísimos con lo que decimos saber y el café o la copa sabe mejor dejando a nuestros contertulios impresionados de nuestros conocimientos y de nuestras relaciones en las altas esferas.
Tomando otra vez a Arzalluz por la palabra, leemos en la entrevista citada que “no tuvo ninguna noticia demostrable de que el Rey hubiera sido contundente con el general Milans del Bosch” y le achaca también “que no hubiera parado el golpe cuando se estaba produciendo”. “El Rey estuvo esperando. Salio en televisión y todo el mundo le atribuyó que había liquidado el golpe”. Pero no fue él. El mérito de la desarticulación se le atribuye Arzalluz a Sabino Fernández Campo que, según sus palabras “fue el hombre lúcido que estuvo a la altura de las circunstancias”.
Todos estos planteamientos ya están muy traídos y llevados, por lo que Arzalluz no aporta nada nuevo a las conclusiones finales de por donde vino el golpe y quien planeó tal chapuza.
Yo, que ni soy monárquico ni republicano hasta el extremo de romperme la cara por el Rey o por el Presidente de la República, pero pensando con lo que yo considero lógica, pocos días después del golpe, cuando todos estos rumores comenzaron a circular por la calle, me hice una personal reflexión que me sacudió las dudas al respecto.
Don Juan Carlos fue proclamado Rey de España, tras jurar los Principios Fundamentales del Movimiento. Nada le impedía continuar con un estado totalitario y con todo el poder en sus manos, salvo lo que su inteligencia le dio a entender, y fue que un estado de tales características, una vez muerto Franco, no tenía sitio en Europa ni en los organismos internacionales. Para ello tendríamos que haber tenido mucho petróleo o ser una gran potencia militar.
Él fue el artífice del cambio a un estado democrático, renunciando para ello a la mayor parte del poder que le había sido conferido y devolviéndoselo al pueblo. No le fue fácil el camino porque de todos es sabido que el llamado “bunker” no se rindió a la primera. Sus biógrafos hablan de muchos momentos de soledad y de fuertes incomprensiones y deslealtades. Pero todo aquello se iba superando y, cuando el golpe del 23-F, España era ya una Monarquía Parlamentaria, donde el poder emanaba del Pueblo, representado en las cámaras por las fuerzas políticas por él elegidas libremente.
Quedaba mucho que caminar hacia un estado moderno e integrado en Europa, pero España, merced al Rey Don Juan Carlos, lo estaba consiguiendo, aunque no sin traumas.
Entonces ¿qué razón podía tener el Rey para apoyar un golpe que iba a suponer una involución que terminaría con todos sus esfuerzos, realizados hasta el momento?
Para mí es tan difícil de entender, como para Arzalluz reconocer la postura impecable del Rey durante el golpe. Él está en su derecho de dudar, y yo de pensar como pienso. La diferencia estriba en que yo intento pensar con lógica, y Arzalluz piensa desde el desprestigio y la antipatía al Monarca, y desde el asco que le produce una España que dio ejemplo al mundo de civismo y de lealtad a su Rey. Todo lo contrario a lo que él hubiese deseado.
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Un Rey Golpe a Golpe...
ResponderEliminarVale la pena echarle una lecturita, le ayudará a opinar con más autoridad.
Un saludo!
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