viernes, 15 de agosto de 2008

LA IGNOMINIA RUSA EN GEORGIA

Que la Rusia actual no acaba de conformarse con la pérdida de las dimensiones territoriales de la antigua URSS, es un hecho que para pocos admite discusión.

En su actual Primer Ministro, Vladimir Putin, se personaliza el síndrome imperial que busca la reunificación de los territorios perdidos tras el derrumbe del bloque soviético. Putin está ahí ejerciendo de Primer Ministro y de Presidente, pues a nadie que siga un poco de cerca el proceso político de este país, se le puede ocultar que el nominado Presidente, Dimitri Medvédev, es un auténtico hombre de paja al servicio del imperialista Putin.

No todos los estados desgajados de la antigua Unión Soviética, han alcanzado una cierta estabilidad política, y uno de los ejemplos más claros es Georgia que bajo la presidencia de Zviad Gamsajurdia, sufrió recien independizado, una cruenta guerra civil entre 1991 y 1995, instigada por la propia Rusia, y que dio paso a la presidencia de Eduard Shevardnadze, antiguo ministro de Relaciones Exteriores de la desaparecida URSS.

La nación caucásica viene sufriendo, desde su independencia, las ansias separatistas de su territorio de Osetia del Sur, apoyada en sus pretensiones nuevamente por la Rusia de Putin. El gobierno del presidente georgiano, Mijail Saakashvili, quiso poner orden al problema y cometió la imprudencia de intervenir militarmente en la provincia separatista, lo que dio excusas a Rusia para intervenir, a su vez, en Georgia en una sangrante intromisión en los asuntos internos de un país que, junto con Ucrania, tiene solicitado su ingreso en la Alianza Atlántica.

Se trata, ni más ni menos, que de una invasión, por parte de Rusia, de un estado democrático y soberano, miembro de la ONU y de la OSCE y fiel aliado de los EEUU, cuyas consecuencias bien pudieron ser matemáticamente calculadas por la Rusia invasora, desde el convencimiento de que ningún organismo internacional, ni nación, aliada o no, iban a llegar más allá de las falsas palabras de condena y poco más.

Rusia, a pesar del “alto el fuego” negociado con el presidente francés Nicolás Zarkozy, que preside por turno la UE, no ha cesado en las hostilidades y practica una verdadera caza de brujas sobre la población georgiana, dándole a sus tropas carta blanca para el pillaje y los actos de más baja catadura moral imaginables en este siglo XXI en que la degradación a que se está llegando pone de relieve un evidente retroceso a tiempos medievales.

La pasividad del concierto de las naciones, no es de recibo, y es muy posible que Rusia permanezca en Georgia con la pretensión de anexionarla a su territorio.

La pregunta es: ¿Ha actuado Rusia, en este caso, por total sorpresa y sin poner en antecedentes a los organismos internacionales que dicen controlar el comportamiento de las naciones y de sus inquebrantables derechos?

Yo, particularmente, no me lo creo. Rusia ha apoyado -o al menos no se opuso frontalmente- las invasiones o intervenciones militares, llevadas a cabo por EEUU en países como Irak. Esa puede ser la contrapartida que le permita la impune invasión de Georgia sin mayores problemas y sin intervenciones armadas de ningún organismo (OTAN) o nación aliada, como es el caso de los EEUU con Georgia.

Esta es la triste realidad de este mundo que nos ha tocado en suerte. Estamos viviendo momentos parecidos a las invasiones nazis, previas a la segunda Guerra Mundial y, por lo que parece, los cancilleres del mundo occidental tienen la talla política y las miras de futuro parecidas a la del canciller inglés Neville Chamberlain que no supo, o no quiso, ver las intenciones que Adolf Hitler tenía, a corto plazo, para el resto de Europa.

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