miércoles, 20 de agosto de 2008

EL REGRESO DE LOS TEMPLARIOS (y II)

La Orden del Temple había nacido en Tierra Santa con el exclusivo fin de dar custodia y defensa a los peregrinos cristianos que se dirigían a los Santos Lugares. Con el tiempo pasó a ser una imprescindible fuerza de combate y defensa de los territorios que integraban el reino de Jerusalén, hasta ser reconquistado por el sultán Saladino.

Ante el empuje árabe, las fuerzas cristianas, incluidos los templarios, se replegaron a San Juan de Acre, hasta la toma definitiva de este formidable bastión por los sarracenos en 1291. La influencia templaria en ultramar quedó reducida a la isla de Rodas.

Con la definitiva pérdida de Tierra Santa, el ser y el existir de la Orden del Temple pierde su sentido ya que su vida en occidente está desprovista de las motivaciones que llevaron a su creación.

A pesar de las cuantiosas sumas empleadas en las guerras de ultramar y en el mantenimiento de sus muchas fortalezas, tras la pérdida de Tierra Santa y su definitivo asentamiento en occidente, el Temple sigue siendo poderoso en posesiones, hombres y recursos económicos.

Ejercen más ahora como banqueros que como monjes soldados y los reinos europeos, particularmente el de Francia, ven con preocupación el poder de esta orden militar que sólo da cuentas al Papa y a la que cada vez están más sometidos por las deudas económicas que con estos “banqueros de Dios” van adquiriendo.

El tesoro de la corona de Francia se custodia en la fortaleza del Temple de París, por seguridad y como garantía de los cuantiosos préstamos que la orden concede al Rey Felipe IV.

El poder real no admite este sometimiento de buen grado y la situación va adquiriendo tintes de inminente tragedia. Aquella Orden militar que nació para la custodia y defensa de peregrinos y Santos Lugares, ha cumplido su misión y no encuentra la forma de llevar a cabo una reconversión que, como Teutónicos y Hospitalarios, justifique su existencia, fuera de los ámbitos financieros y políticos de Europa. Sólo en la península Ibérica, empeñada en una larga reconquista de su territorio al Islam, encuentra el Temple alguna justificación para su permanencia como orden militar, pues son inestimables sus ayudas, fundamentalmente en hombres y dinero, a los reinos de Aragón y Castilla que, en un principio no acatan las bulas reales y pontificias en relación con la suspensión e incautación de los bienes de los templarios.

El Papado trata de buscar soluciones a una situación cada vez más envenenada y propone la fusión entre Hospitalarios y Templarios, a lo que estos últimos se oponen frontalmente pues son conscientes de que su aportación al ente resultante es muy superior, en todos los aspectos, a la de la Orden del Hospital y su poder dentro del mismo sería equiparado al de los hospitalarios.

Lo que es evidente es que la Orden del Temple, está resultando ser un grano incómodo en parte delicada del Papado y de los reyes europeos y que, una vez desaparecidos los objetivos para la que fue fundada, resultaría más “políticamente correcto” proceder a su disolución.

La gran influencia del monarca francés sobre un Papa débil, y la falta de visión y debilidad a su vez de un Gran Maestre –el último de la historia del Temple- Jacques de Molay, hicieron el resto. La firme voluntad del Rey de Francia se impuso a las indecisiones de sus antagonistas y en una operación policial sin precedentes, en una sola noche fueron detenidos todos los templarios franceses e incautados todos sus bienes y posesiones.

Justa o injustamente, se ponía fin así a una situación puramente política, agravada por la codicia y la avidez de dinero de Felipe el Hermoso, que tan necesario le eran para su proyecto de la gran nación francesa.

Es indudable que estos acontecimientos están a la espera de un estudio riguroso, serio y definitivo, pero sacar a los mismos de este contexto, supone, simplemente, introducirse en unos caminos que sólo nos llevan a la leyenda, de la mano de la literatura fantástica, sin ningún rigor histórico.

Hoy, unos supuestos herederos legales de la mítica orden militar, solicitan vía judicial, su rehabilitación y su patromonio incautado. Bien, pero ¿a qué lo iban a destinar y a que se iban a dedicar? ¿No estaremos ante un proyecto similar a lo del Palmar de Troya? ¿Habrá escondido por ahí otras el Papa Clemente, amigo de la juerga, del lujo y las mujeres?

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