Estamos ya a veinticinco de Julio, día de Santiago, supuesto, también, Patrón de Las Españas. Sin embargo, es un día corriente y moliente de este cabroncete verano que nos ha tocado en suerte. Efectivamente, para que sigan rimando las palabras.
Es verano porque lo dice el “Zaragozano” y porque la Familia Real ya está en Mallorca, y si lo dice el “Zaragozano”, hay que creerlo, pero contra el popular calendario están las no menos famosas “témporas” en las que tanto fían los marineros y los agricultores. Pues es seguro que las “témporas”, como los idus de marzo, no nos han sido propicias
Veranear en Mallorca no es ningún mérito. El verdadero mérito es veranear en el Norte, aguantar cielos plomizos, orbayos, chirimiris y calabobos incesantes, pelmazos insoportables y niñatos que celebran, supuestamente también, indecentes despedidas de soltero/a y que no encuentran otro lugar más propicio para sus aquelarres que esta villa llanisca tolerable y sufridora.
Veranear en el norte, al menos aquí en Llanes, supone también, entre otras lindezas, soportar obras insoportables, martillos mecánicos que repiquetean el silencio de una mañana, mas bien triste, en la que algunos soñaron con poder dormir plácidamente, Llanes se mueve, Llanes avanza, Llanes hace que duelan los perendengues desde que te levantas, pero eso sí, con mucha clase, con mucha educación y con mayoría absoluta.
Yo hoy, quería escribir esto al son de una plácida musiquilla que me fuera entonando el ánimo mañanero que, gracias a Dios, ya me cuesta menos recuperar, pero me ha tocado el martillo, ¡truuuuuuuuuuuuum! ¡truuuuuuummmm! casi, casi, debajo de la ventana de la habitación donde escribo. Esto son veranos y no los de Mallorca.
Las caras que se ven por la calle, no reflejan la felicidad de unas, quizá merecidas, vacaciones estivales, y para ello existen motivos más que suficientes. A parte de lo que les he contado, que no ayuda en absoluto a la posesión de una felicidad medianamente completa, pienso yo que también influirá la crisis inconcreta que, según algunos cenizos, dicen que hay en España. Y, claro, de vez en cuando te asalta al pensamiento, como durísimo acicate, la vuelta a casa y el cómo nivelar esos gastos que nos han acarreado unas vacaciones que, en muchos casos, quizá no fue muy prudente haber tomado.
Los próximos recibos de consumo vendrán abultados, los libros de los niños cuestan un pastón, el precio de la gasolina no te va a permitir ir en tu coche al trabajo y habrá que recurrir a los insoportables transportes públicos. Y al dentista no le hemos abonado aún el último plazo de los “aparatitos” de la nena, y los móviles, los móviles los cancelo, salvo el mío. ¡Me con en….! ¿Cómo le digo yo a mamá que este año tampoco habrá tele de plasma y pantalla plana? Y ¿Cuándo podré llevar a revelar tanta foto como hemos hecho? Todo, todo jodiendas ¡malditas vacaciones! ¡Si ya lo decía yo!
Este otoño, cuando los españolitos despertemos, va a ser la de Dios.
Conclusión: Que aquí, en el norte, el único que ha cogido vacaciones, unas auténticas vacaciones, ha sido el sol.
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