Veinte días, a lo sumo, le quedan al asesino etarra, de Juana Chaos, para salir en libertad y pasearse por las calles como un libre y honrado ciudadano.
Veinticinco asesinatos, muchos heridos, múltiples daños al estado, amenazas a la judicatura y fuerzas de seguridad; un largo y “brillante” currículo criminal que se salda con dieciocho años de confortable prisión, buena comida, buenos cuidados y vergonzosas deferencias hacia él por parte de un gobierno que se vio atrapado en la maraña ignominiosa de una negociación con la banda terrorista ETA, resultado de sus irresponsables sueños de colgarse medallas a costa de lo que fuere.
De Juana Chaos, salda sus deudas con la justicia a “menos de año por asesinato”. Sale barato matar en España, vergonzosamente barato.
La ley es la ley y hay que aplicarla tal cual. Es la sagrada obligación de un estado de derecho. Habría otros mecanismos para suplir las carencias que esta ley contiene, pero la aplicación de los mismos desvirtuaría la razón y dejaría al estado al nivel de la bajeza y la miseria que caracteriza a los asesinos terroristas.
No es la primera vez que nos vemos sorprendidos por situaciones así. No es la primera vez, tampoco, que, ante hechos luctuosos escuchamos de los responsables gubernamentales la promesa de que todos estos asesinos cumplirán íntegramente las penas a las que fueran condenados. No es la primera vez que nos arde el estómago por la pasividad y el incumplimiento de estas promesas, que se hacen a sabiendas de la imposibilidad de su cumplimiento, nada más que para intentar paliar la rabia y la impotencia ante la bomba y el tiro en la nuca.
Tiempo ha habido ya de estudiar y reformar estas leyes. Experiencia no nos falta, y decepción y rabia contenida se acumula ya en demasía en los pechos de los ciudadanos.
Situaciones como la de de Juana Chaos, son bofetadas en el rostro de una España ya cansada de injusticias. De una España que riega con su sangre calles, plazas y jardines que después serán bautizadas con el nombre del “heroico personaje” que pinchó la espita de sus venas.
Una de las principales obligaciones de un estado de derecho, es la defensa y la protección de sus ciudadanos libres. Para ello, es necesario dotarlos de unas leyes justas. De unas leyes que amparen sus derechos y sancionen con justicia a los que no las cumplan. De unas leyes que hagan pagar el precio justo a los crímenes y a la barbarie. De unas leyes de las que España, lamentablemente, carece.
Es tiempo ya de que España goce de esa justicia tan anhelada. El aborto, la eutanasia, la laicidad y otras cuestiones típicas de un trasnochado “progresio” pueden esperar. Lo que no puede esperar es la redacción y puesta en vigor de unas nuevas leyes que garanticen unas decisiones judiciales justas y el fundamental amparo, ante los asesinos, al que tienen derecho todos los ciudadanos.
Si no se puede evitar el crimen y el terror, ahórrennos al menos la vergüenza y el cabreo de ver a estos impresentables animales paseando, provocativamente, por las calles de España.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, utiliza en tus comentarios la educación y el respeto.