Desde que se desenmascaró la trama policial que en Coslada mantenían el jefe Ginés y varios de sus muchachos, existía en la calle el presentimiento de que aquello podría tratarse, solamente, de la punta del iceberg de una auténtica red de corrupción más extendida de lo que, a primera vista, pudiera parecer, o nos quisieron enseñar.
Ahora toca el turno a El Molar, también de Madrid, donde el jefe de la policía local, Tomás Felipe Bote, ha sido detenido junto a dos números de La Benemerita, por los mismos motivos que sus antecesores de Coslada. Siempre existieron Judas desde tiempo inmemorial.
Estas operaciones son detectadas "desde dentro" y para actuar con plena seguridad, se dan muchos y lentos pasos, por lo qué, si ya en el tiempo queda un poco lejos el Caso Coslada, no quiere decir que un futuro más o menos corto, puedan ir saliendo a la luz, como efecto dominó, otros casos de corrupción policial.
La droga, los prostíbulos, el abuso sobre inmigrantes ilegales y otras vergonzosas actuaciones crematísticas, llegan a vencer la conciencia de algunos agentes policiales y a enturbiar las limpias trayectorias de sus respectivos cuerpos. Son pocos, pero hacen mucho daño.
Esto no debe llegar a oscurecer las impecables hojas de servicio de la inmensa mayoría de sus compañeros, porque no olvidemos que, precisamente esos compañeros, fueron los encargados de investigar y poner en manos de la ley a agentes con los que, posiblemente, han patrullado y han pasado muchas horas en el cumplimiento del deber.
Y, precisamente, esto se hace porque es un deber. Imagínense el dolor que cumplir con ese deber ha podido causarles. Pero lo cumplen.
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