En la legislatura anterior no se le presentaron al gabinete de ZP mayores complicaciones de gobierno, al menos en los tres primeros años. Posiblemente, en el cuarto año de mandato, enfocando ya la recta final del periodo legislativo, se empezaron a vislumbrar problemas de diferente índole, pero era mal momento para hacerles frente y mucho peor para hacerlos públicos.
La campaña electoral en puertas, no podía desarrollarse ni basarse en problemas que podían afectar, de forma muy directa y dolorosa, al bienestar de los españoles porque para ello había que venderles también unas soluciones eficaces de las que carecía el partido en el gobierno y candidato a repetir suerte.
Lo mejor era callarse, engañar, prometer hasta meter, dibujar una España feliz y sin problemas, y después ver por donde bajaría el agua.
No tuvieron, por tanto, ZP y sus miembros y miembras del gabinete, la oportunidad de demostrar sus capacidades de gobierno, pero cuatro años pasan rápidos, muy rápidos, cuando la situación es, o se pinta, feliz.
Más de cien días lleva ya el nuevo gobierno, con ZP de nuevo a la cabeza por la voluntad soberana de los españoles. Los miembros y las miembras no son los/as mismos/as aunque, al igual que sus predecesores, siguen las directrices del jefe como zombis que ni sienten ni padecen.
Pero aquellos problemas que se vislumbraban han resultado reales, y esta nueva legislatura le plantea al gobierno muchos y graves problemas sin haber adoptado medidas previas para hacerles frente.
Con independencia de la Crisis (con mayúscula) que tanto han tardado en reconocer –y de la que aún no se vislumbra su magnitud- le salen al paso al ejecutivo zapateril otros problemas no menos agudos que vendrán a esclarecer las dotes, nunca demostradas hasta ahora, y la capacidad de reacción y gobierno que tienen los mandamases del país.
Estos problemas, por enumerar alguno de los más peliagudos, son, (crisis económica a parte), la revisión de los estatutos autonómicos, el referéndum que está planteado por el gobierno vasco, el terrorismo, la inmigración (legal e ilegal), la financiación de las autonomías, la revisión profunda de nuestra política exterior y la participación de nuestras fuerzas armadas en los distintos conflictos internacionales.
Ahí tiene que dar ZP la talla, caso de que la tenga, y ojala que sí por el bien de España y de los españoles.
Ahí tiene que demostrar ZP si es un verdadero estadista o es, simplemente, un mitinero charlatán y bufonesco al igual que su amigo Hugo Chávez.
Ahora ya no es hora de discursos ni de mentiras. Es la hora de las verdades y de las obras. Y, también, es la hora de sacudir la soberbia y admitir los consejos de quienes pueden aportar soluciones.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, utiliza en tus comentarios la educación y el respeto.