lunes, 24 de noviembre de 2008

¡QUE CRUZ, MACHO!


(Ruego el más sincero perdón a quien haya podido ofender con esta imagen)

La “Asociación Cultural Escuela Laica de Valladolid”, se ha anotado una importante –para ellos- victoria jurídica e ideológica, al conseguir que el titular del juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2 de la capital castellana, ordenase, por fallo de fecha 14 de noviembre, la retirada de los símbolos religiosos (es decir, los crucifijos) de las aulas y espacios compartidos del colegio público “Macías Picavea” de la misma ciudad.

Desde el momento de la firma de la sentencia, la polémica quedaba servida, y en todos los medios de información se debatió la noticia que, más que venir a dar cumplimiento a algunos puntos de nuestra Constitución, viene a satisfacer el “ego” de la asociación demandante, inspirada en una corriente de pensamiento que defiende la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente, tal como nuestra Carta Magna define al actual Estado Español.

Nada que objetar a la sentencia judicial que sólo se limita, y obliga a dar cumplimiento, a esos apartados constitucionales a los que anteriormente me he referido.

Pero, a mi entender, esta cuestión tiene lecturas más profundas y a ellas da pie el texto de la sentencia judicial que deja entrever más razones que las puramente religiosas ya que, recoge textualmente: “el crucifijo tiene una connotación religiosa, aunque también otras”. Y, ¿a qué otras connotaciones se estaría refiriendo Su Señoría en el momento de redactar el fallo?

Son ese tipo de frases ambiguas las que lían la madeja. Un crucifijo, que yo sepa, desde Cristo para acá tiene para el Cristianismo una sola connotación: ser el símbolo, o la señal, del cristiano, y eso era de las primeras cosas que nos enseñaban de niños, tanto en las escuelas como en las catequesis. Nunca, salvo que yo viva en mundo muy al margen de la realidad, ha tenido otro significado o connotación. Un crucifijo no es el yugo y las flechas de los Reyes Católicos, adoptado después por la Falange y por el régimen franquista. Al crucifijo, buscándole las vueltas, la única connotación no religiosa -y ni aún así- que se le podría encontrar, es ser el símbolo reconocido de una cultura milenaria que, bajo el ideal cristiano se extendió por toda Europa y medio mundo, pero no creo que se deba pedir perdón por ello.

España se desgasta en contiendas de este tipo cuando se encuentra a la deriva. Cuando no existe un objetivo común que nos entusiasme a todos y nos una en la grandeza de miras.

Hoy, España está claramente a la deriva y encuentra en estas cuestiones claros objetos de contienda. Mientras nos hundimos por falta de criterios y de políticas capaces de solucionar los graves problemas que nos amenazan, discutimos por un quítame allá esa cruz, o esa placa conmemorativa con que se quería recordar a Sor Maravillas en el Congreso de los Diputados.

Esto es como si a una gran hoguera tiramos las colillas de nuestros cigarrillos. Total ¿qué más da?
Si con esto, algunas personas van a dormir mejor; si sus hijos, en las escuelas sin cruces, van a resultar mucho más cultos y capaces; si va a yudar a España a salir de la crisis y a los desempleados a encontrar ocupación y salario digno que llevar a sus hogares; si con esto, España, sigue ganando prestigio en el mundo (¿?) y vamos a vivir en concordia nacional y no en conflictos civiles, apoyo desde ahora la retirada de los crucifijos, de todos los lugares comunes a los españoles para que nadie se sienta ofendido.

Me temo que, por desgracia, no va a ser así pero, ya digo: si algunos duermen mejor, ¡pues qué felicidad, macho!

Espero que los que aún tenemos el crucifijo presidiendo nuestros hogares, no nos volvamos a ver en la vergonzosa necesidad de tener que esconderlo.

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