viernes, 28 de noviembre de 2008

BOMBAY, TERRORISMO DE NUEVO CUÑO

Lo que no cabe ya ninguna duda es que el mundo está asistiendo a una nueva guerra de proporciones mucho mayores y mucho más terroríficas que las dos últimas, llamadas mundiales.

Se trata de una guerra que no ha tenido declaración oficial y que no tiene señalados frentes ni se desarrolla en las trincheras. Tampoco están definidos los países que atacan, ni los que se defienden pues a penas se sabe de donde vienen los tiros ni contra quien van a estar dirigidos mañana. Una guerra donde no existen vanguardias ni retaguardias y donde no se hace distinción entre objetivos militares o civiles. Es, en definitiva, un nuevo concepto de la guerra donde las poderosas armas que los ejércitos del mundo almacenan en sus arsenales, de poco sirven. Esta es una guerra que tiene que ganarse por inteligencia y, como mucho, con el Kalashnikov, es decir, una guerra muy poco propicia para los EEUU de América.

El enemigo a derrotar es también poderoso, aunque inconcreto y, según se constata, procede del mundo islámico radical que supone una gran amenaza para Occidente. Ciudades europeas como Madrid o Londres, ya han sentido en su propio suelo sus sangrientos zarpazos, y la mayor ofensa jamás sufrida por los EEUU en su propio territorio, también vino de la mano de estos grupos terroristas cuando el 11 de septiembre de 2001, dos aviones suicidas se incrustaron sobre las Torres Gemelas de Nueva York.

Es La Yihad Islámica, que se nutre de variedad de grupos terroristas sin ninguna centralización operativa ni cabeza visible. En los últimos años, y tras la invasión soviética de Afganistán, parece, más por su potencial que por otras razones, que es Al Qaeda, bajo el mando de Usama bin Laden, quien pueda ejercer un cierto liderazgo entre este mosaico de grupos, pero nada se concreta. El enemigo no tiene referencias bien definidas. Se sabe como es, pero no quien es. Esa es la mayor ventaja del terrorismo, que no se sabe contra quien luchas

Pocos países occidentales están hoy libres de la amenaza del terrorismo internacional islámico, lo que les obliga a constantes estados de alerta ante cualquier ataque imprevisto de estos grupos que cada vez tienen más capacidad de destrucción y de crear terror y dolor.

Los atentados de estos últimos días en Bombay, nos revelan que el terrorismo internacional islámico adopta nuevos estilos, y que nos encontramos ante una peligrosa evolución de la capacidad de acción de los terroristas.

El ataque sufrido por Bombay deja al descubierto a unos grupos bien organizados y equipados y con una logística eficaz propia de cualquier ejército organizado. La operación estaba bien preparada y coordinada. El modo en que se desarrollaron los atentados con ataques simultáneos contra dos hoteles, un cine, un restaurante, un hospital, una estación de ferrocarril, un parque de bomberos y otros locales concurridos e indefensos, es buena muestra de ello.

Occidente tiene que ser consciente de este peligro y estar preparado para este nuevo concepto de la guerra. Las pretensiones del Islám son conocidas, aunque sea imprevisible su estrategia militar.

Aquí no valen portaaviones, ni sofisticados carros de combate, ni aviones de últimísima generación. El secreto de la victoria está en la unión de los países libres y amenazados, y en la inteligencia. Hay que descubrir donde van a dar, y dar primero.

Ante esto, ningún país se puede inhibir ni negar su ayuda. Es responsabilidad de todos la derrota de este nuevo nazismo, o comunismo –me da los mismo- que quieren imponer, como nuevas doctrinas políticas, su arcaica teología religiosa. España, uno de los países más directamente amenazados, no debe ni puede escatimar apoyos en este empeño. Si hay que estar en Afganistán, se está. Si hay que ir a la India, se va. Y ese mismo deber tienen el resto de países.

A cualquier parte que se vaya a combatir el terrorismo internacional, no se va a luchar por otros, aunque esa misión sea digna. Se va a luchar por la libertad de nuestro propio país. Por una libertad que en Occidente se valora por encima de cualquier otra causa, pensamiento o religión.

El mundo occidental se debate hoy entre crisis económicas, ideologías de medio pelo e intereses comerciales. Pero todo eso puede llegar a no significar nada si se permite el avance del yihadismo.

Europa, que nunca estuvo subyugada a influencias externas, que marcó el devenir del mundo, que supo sacudirse yugos y que exportó su civilización a medio mundo, no puede estar hoy amedrentada por unos fanáticos irresponsables y anclados en tiempos medievales.

Pero para eso se necesita la concurrencia de todos los países. Se necesita su fe y su empeño en las libertades. Se necesita voluntad y creer en la victoria. Se necesita, en definitiva, dejar un poco de lo nuestro y pensar en el mundo.

Tras la segunda Guerra Mundial, las potencias ganadoras crearon organismos internacionales que agruparon al mundo libre aportando ideas y principios para que un horror semejante no volviese a ocurrir en el planeta.

Se ha bajado la guardia y ya estamos inmersos en otra guerra, atípica, pero ajustada a los tiempos. Esto sólo puede solucionarlo la unión de las naciones libres. La unión de las naciones que creen en la libertad y en la democracia. Pero para ello hay que hacer un esfuerzo. Ese esfuerzo sólo tiene un nombre: Unión. Sin unión, esta guerra se perderá, y con ello, la humanidad podría entrar en una dinámica que sólo podría desembocar en su destrucción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, utiliza en tus comentarios la educación y el respeto.