martes, 14 de abril de 2009

LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA

"Nunca más dejará el poder de estar en nuestras manos...."
(Manuel Azaña)




El 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales cuyos resultados fueron de marcado signo republicano, se proclamaba en España la II República. Alfonso XIII, dejaba Madrid y se encaminaba a Cartagena desde donde embarcaría hacia el exilio del que nunca más regresaría:
“Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo….. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil”.

Juan de la Cierva, ministro del Rey, se dirigía a él en estos términos: “Señor, se equivoca si piensa que su alejamiento y pérdida de la corona evitarán que se viertan lágrimas y sangre en España. Será lo contrario, señor". Palabras en cierto modo proféticas las del ministro de la Cierva. España no tardaría en volver a los campos de batalla.

El extracto que transcribo del documento que el Rey entregó al presidente del último consejo de ministros, capitán general Aznar, y que iba dirigido al país, es un texto muy expresivo y digno. Sin embargo, personalmente, no creo que Alfonso XIII tuviese la seguridad de que “hubiese hallado sobrados medios para mantener sus regias prerrogativas”. No. No lo creo así. La monarquía que representaba ya estaba agotada, caduca y carente de principios e ideas de progreso. Además, ayer como hoy, España no tiene mayor inconveniente en acostarse monárquica y levantarse republicana, como alguien proclamó. Muchos monárquicos ya habían empezado a abandonar el barco.

Pero aún así, las izquierdas impusieron una legalidad sectaria, y luego se sublevaron contra ella en octubre de 1934, después de que el pueblo diera la victoria a la derecha en las elecciones del año anterior. Así las cosas, se hizo poco menos que imposible la convivencia nacional.

Desde sus primeros días, la República hubo de afrontar constantes desórdenes. A pesar de que el Gobierno se inclinó notoriamente a la izquierda, los causantes de los disturbios eran, fundamentalmente, izquierdista a su vez. Paradoja que a muchos cuesta admitir hoy o que, simplemente, se oponen frontalmente a aceptar la realidad de lo que fueron aquellos tristes cinco años.

La República fracasó en prácticamente todos sus objetivos políticos y sociales. Durante este periodo, los distintos gobiernos trataron de poner en práctica medidas de distinta índole que hiciesen progresar al país y algunas, como la reforma agraria, entraron frontalmente en conflicto con los sectores conservadores más radicales lo que llevó al país a graves enfrentamientos sociales.

España no caminaba tampoco, bajo este régimen republicano, hacia el progreso tan cacareado. Por el contrario se pronunciaba más la injusticia social, la inestabilidad y la violencia laboral, los ambientes de delincuencia, el anticlericalismo y el odio al ejército. El problema agrario se acentuaba y afloraba en el pueblo el odio, el hambre y la anarquía. La República acabaría entregándose en brazos de comunistas y anarquistas, cuyo único objetivo era la destrucción del Estado.

Intelectuales de primer orden que habían prestado su apoyo incondicional a la naciente República (Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala…), reculaban y dejaban solo a Manuel Azaña, quien tardó mucho en comprender sus posturas. De ahí que, en cierta ocasión, le comentase con una amarga desilusión a Sánchez Albornoz: “Tener miedo es humano, y si usted me apura hasta de inteligentes, pero ese miedo hay que soterrarlo cuando hay deberes públicos que cumplir”. No entendía, el último presidente de la República, que no era miedo lo que hacía abandonar el barco a aquellos intelectuales.

Lo que podía haber constituido el lanzamiento de España hacia la modernidad y el progreso, casi se convierte en su tumba. Pero siempre hay un gran culpable para un gran error. En este caso no fue Azaña ni los presidentes que le precedieron. No fueron los comunistas, ni los anarquistas, ni los revolucionarios de octubre del 34. En este caso fue un general pequeño, inculto, mal militar, de voz de pito, bajo y regordete. ¡Pues menos mal…!

5 comentarios:

  1. maria c. vega m.jueves, abril 16, 2009

    Alfredo, muy bueno tu articulo de la 2a. republica...lo he leído con gran interés, como siempre...y me ha parecido increiblemente parecida la situacion que describes de aquellos días, con lo que vivimos acá en Chile en los tiempos de la tan lamentable Unidad Popular, en la que no llegamos a la guerra civil propiamente tal, solo gracias a ya sabrás quién...pero que en resultados de como estaba el pais, pues casi casi lo mismo...
    Saludos, y sigue siendo valiente, que para decir verdades en estos tiempos, hay que serlo, eh?..

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  2. da gusto ver las elegias al fascismo. Menos mal que, a diferencia de tu amado Franco, tu vives en una democracia y se te permite expresarte libremente.

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  3. Hola, cobardito anónimo. Ya ves que no soy tan fascista como tu te crees, dado que publico tu comentario. Los fascistas, son las gentes como tú que cuando se encuentran con personas que no piensan como ellos, los tildan de tales fascistas. Lo de expresarse libretemente no nos jode a los supuestos fascistas, a quien os jode a es a vosotros, a los que se os llena la bocaza con la sagrada palabra "libertad", que sólo os pertenece a vosotros.

    Alfredo Caballero Sardina.

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  4. tu sigue asi defendiendo las torturas por la policia, haciendo elegias a Franco. Menos mal que en la villa todos nos conocemos...

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  5. Los que tenemos cierta edad en la villa, conocemos la vida y milagros de,los caciques,chaqueteros,envidiosos,lame culos,cuenteros,hipócritas,mentirosos......
    Pero también conocemos a la gente de bien,que tiene unos principios,que a mas de uno le faltan,educación y dice lo que piensa.
    CLARO QUE NOS CONOCEMOS TODOS Y TODAS.

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