jueves, 6 de mayo de 2010

CALZADOS "LA SIRENA" (LLANES)

Baile del "Pericote" en la Plaza de Parres Sobrino. Al lado de la Zapatería "La Sirena"


Los pueblos pequeños y las villas (salvo en raras ocasiones), no aportan a los anales históricos grandes efemérides. Tampoco es necesario. Existe en nuestro país, como en todos los países, una gran historia y, a su lado, la pequeña historia que se forja entre las medianías. Es tan importante y legítima, como la historia de las naciones. Sólo que se reduce a pequeños ámbitos, a poblaciones reducidas y a ambientes entrañables.

Estos pequeños pueblos, y villas más pobladas, han gozado y, también, ¿por qué no decirlo?, han tenido que sufrir a gentes que han configurado su pequeña y gran historia.

Hay, en las villas y pueblos, establecimientos comerciales, de distinta índole que, como los barcos, tienen vida e identidad propia. Tienen sus peculiares características. Tienen su solera y su raigambre. Tienen su clase, su color y su olor.

Esto ocurre en Llanes con la zapatería “La Sirena” que está a punto de desaparecer del mapa comercial de Llanes, después de casi noventa años, desde su fundación.

Recuero que cuando yo trabajaba en el banco (y me supongo que en todas las empresas ocurrirá igual) cuando alguien ya no interesaba, un buen día se publicaba una circular que decía: “Don Fulano de Tal y Tal, después de más de cuarenta fructíferos años, dedicados en cuerpo y alma a la empresa, ha decidido acogerse a los beneficios de la jubilación…” En algunos casos, el más sorprendido era el propio jubilado…

A mi querido amigo, Guillermo Sordo, esto no le va a sorprender, porque ha sido él quien ha decidido acogerse a estos supuestos beneficios de la jubilación. Son 45 años al frente de este comercio emblemático situado en otro lugar no menos emblemático de Llanes, la plaza de Parres Sobrino.

Hablar con Guillermo es como ir dos años a la Universidad. Hablar con él y con los contertulianos que allí se juntan supone adquirir una cultura y unos conocimientos sobre la pequeña historia llanisca que no puede impartirse en centros de enseñanza. Eso es otra cosa. Eso es otra cultura. Eso, quizá, no lo aprecia todo el mundo. Yo sí, y no presumo de ello. Es que, simplemente, yo siempre quise ser gente del pueblo; del pueblo donde me tocó vivir (que no fueron pocos). Conocer a ese pueblo, a sus gentes. Porque así es como se quiere a un pueblo. Así es como se le comprende y así es como se le valora. Ni más ni menos que conociéndole y aprendiendo a quererle.

Pues Guillermo va a “echar el cierre” en “La Sirena”, pero lo va a hacer con clase y con humor, como no podía ser de otra forma. De ello dan fe los carteles que ilustran sus escaparates en estos días de “liquidación total”: “Ponga usted el precio y si nos apañamos, son suyos”. “A pies necios, calzados Sordo”. “Precios de escándalo. El escándalo lo da La Sirena…”

Allá por los años sesenta, los autocares de Mento hacían la ruta diaria desde Cabrales hasta Llanes por el "Valle Oscuru". En ellos trabajaba Vicente Cosío (Carburín). Carburín cobraba los billetes y, también, traía y llevaba cientos de encargos. En él se confiaba a ciegas. Lo mismo se le encargaba un medicamento que unos zapatos para una moza.

Llegaba por “La Sirena” y le decía a Guillermo: “A ver, quería unos zapatos pa una mocina. No es ni alta ni baja. No es gorda, pero tampoco delgadina. Que no sean de muchu tacón, más bien a la “metada”. Negros y del 36”. Guillermo le sacaba algunos pares y Carburín los observaba detenidamente. Se quedaba como pensando, o imaginando, las características físicas de la mocina. “Éstos, Guillermín. Voy a llevale estos”. Pues, matemático. Los zapatos le iban a la mocina como anillo al dedo. Entre Carburín y Guillermo calzaban (que nadie le de una interpretación maliciosa a la palabra) a muchas jóvenes del Oriente..

Puede que algunos crean que esto es un chiste, o una invención de quien lo escribe. Nada más lejos. Esto es una verdad como un templo y ahí está aún Guillermo para dar fe.

Con “La Sirena” se cierra un capítulo comercial e histórico de este Llanes nuestro. Otros establecimientos, también de raigambre, le precedieron. Es ley de vida.

Yo no he querido hacer una historia de este entrañable establecimiento. Para ello hay gentes más facultadas y con muchos más conocimientos. Sólo he querido rendir mi cariñoso homenaje a una institución y, sobre todo, a una persona, Guillermo Sordo, al que conocí hace ya muchos años y al que siempre profesé un sincero cariño y respeto.

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