domingo, 7 de marzo de 2010

CUANDO LA TIERRA TIEMBLA.

Palacio municipal de PUEBLA (México)


Haber sentido temblar la tierra no es para presumir. Como mucho, sirve para poder contar una experiencia, nunca agradable, que, si no te hubiese sucedido, mejor que mejor...
Yo, como muchos de mis amigos sabéis, estuve en México del 97 al 2001, trabajando en el Banco Santander. Mi residencia era Puebla y allí me pilló un temblor de esos "cabrones", trepidatario, no oscilante, que son mucho más peligrosos y dañinos en todos los aspectos.
Estaba comiendo en un restaurante del "Zócalo" de Puebla llamado el "Royalty". Yo sentía como que se me iba el suelo donde tenía los pies posados. En la silla de al lado había dejado mi chaqueta, con todo dentro (cartera con tajetas de crédito, documentación personal, etc...). Encima de la mesa, mis gafas, mis cigarros y encendendor, mi periódico del día...
Acababa de saborear una copa de mi "media botella" de Rioja "Cune" que me había servido un camarero y empezaba a paladear un trozo de pollo con salsa "pipian, verde". Entonces oí las exclamaciones de otros comensales: ¡¡Un temblor, un temblor...!! , y vi a la gente levantarse y correr...Yo, como "pendejo", hice lo mismo y, sin saber como, me vi en medio del zócalo, al lado de la catedral de Puebla...Desde allí veía el palacio municipal moverse como un juguete y caérsele toda la "pedreria" que adornaba sus tejados...Oía gritar y veía gente abrazarse y llorar. Yo no tenía a quien abrazarme ni con quien lamentarme. Me encontré sólo, ¡¡solísimo!!, pero no sé de donde me salieron las fuerzas para agarrar a alguien y darle tranquilidad, la tranquilidad que yo quería para mí mismo.
Al poco, empecé a ver a compañeros del banco, que estaba allí cerca, salir hasta el zócalo. No podia hablar con mi mujer porque las líneas telefónicas ya estaban cortadas. Comenzó el ir y venir de sirenas, ambulancias y vehículos policiales...Yo no tenía nada conmigo. Mi chaqueta con algún dinero y mis documentos persanales los había dejado en el restaurante al salir corriendo.
Me sentí "nadie", perdido en un mar de lamentos y de lloros...N sabía ni a quien pedirle un cigarrillo y la tierra seguía temblando. Miré hacia la catedral y pensé en ese Dios que dicen que siempre está ahí. Yo creo que dije algo así como ¡¡¡¿Y esto....!!!? Al poco, la tierra se calmó y también se calmaron los gritos y las alarmas....Traté de volver al restaurante y recuperar mis pertenecias. Ya las calles estaban cortadas y tuve que darle 50 pesos a un policia para que me dejara pasar. Agarré mi chaqueta con todo lo que tenía dentro y volví a salir al zócalo. La cosa ya se iba calmando. Miré de nuevo hacia la catedral y sólo puede decir: ¡¡Gracias Dios mío!!
Otros 50 pesos me costó que otro policía me dejase salir del garaje y poder encaminarme a casa. Tardé, pero llegué. Mari Tere estaba bien. No había ocurrido nada, salvo el susto. Luego tuve que volver al banco a ver los daños y las consecuencias. Por allí no habian quedado ni los gatos, no había con quien contar. Creo que aquella noche no fui a dormir a casa. Me quedé por allí con los guardias de seguridad, "tequilazo tras tequilizo.." Aquella noche, esos guardias de seguridad, empezaron a quererme mucho y, hoy, muchos años después, les recuerdo yo también con mucho cariño....

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