Lo siento pero no puedo colgar ninguna imagen que ilustre el comentario. Secretos de la informática. Lo siento. Al final queda el texto que es lo importante.
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Hay pasajes de la historia que, por distintas razones, despiertan curiosidad e interés en quien la estudia y le llevan a profundizar más en los hechos a través de cuanta documentación puede llegar a sus manos. Puede que este tipo de hechos no lleguen a la categoría de relevantes y no pasen de simples curiosidades pues, por ellos mismos, no cambian el rumbo de la historia y, por otro lado, no siempre se llega a su esclarecimiento, sin embargo siempre es interesante su estudio aunque sólo sirva para poder narrar la historia, muy aproximada a como fue, en base hechos reales y constatados y no a simples hipótesis.
De todos es sabido, porque así nos lo enseñaban ya en nuestras primeras escuelas del pueblo, que don Rodrigo, el último rey godo, perdió España frente a los invasores árabes en la batalla del Guadalete o de la laguna de la Janda. La enorme importancia que tuvo este hecho histórico y la gran repercusión en nuestra historia, hizo que, junto con el paso de los siglos, se fuese rodeando de leyendas, alimentadas por los cantares épicos que nos narran lo sucedido muchos años después de los acontecimientos.
Dos razones se achacan al último monarca godo como motivo de la pérdida de España. Una de ellas, la más verosímil, fueron sus amores prohibidos con Florinda “la Cava”, que llevaron a su padre, el conde don Julián de Ceuta, a traicionar el rey y facilitar a los árabes la entrada y la conquista del reino visigodo. El segundo fue, más según la leyenda que la propia historia, la violación de los candados del palacio de Hércules en Toledo y la profanación del lugar, junto con los secretos que encerraba.
Lo que si se sabe, y quizá los motivos sean lo que menos importe, es que el ejército godo fue traicionado por algunos de sus capitanes, entre ellos el conde don Julián y el obispo don Opas. Si la causa fue el ultraje sufrido por Florinda “la Cava” a manos de rey Rodrigo, o fue, cosa más probable, la animadversión contra el monarca por parte de los partidarios del depuesto rey Witiza, no queda muy claro en las crónicas. Sin embargo hemos de tener en cuenta que el sobrenombre de “la Cava” tiene origen árabe y significa prostituta, por lo que, de haber ejercido este oficio, no hubiesen sido desdeñados y satanizados los favores reales. Más bien lo contrario.
De lo que yo quiero ocuparme en esta reflexión es de cuántas batallas se dieron contra los árabes antes de la definitiva del Guadalete. No es probable que toda una invasión en regla hubiese estado carente, sino de otras batallas dadas con anterioridad, sí al menos de escaramuzas de mayor o menor entidad.
Nunca se citan en la historia oficial más batallas que la definitiva del Guadalete, pero si repasamos el romance del Rey don Rodrigo y la pérdida de España, nos encontramos con los siguientes versos:
“Las huestes de Don Rodrigo/se desmayaban y huían/cuando en la octava batalla/sus enemigos vencían”.
La “octava batalla” nos cuenta el romance. Podemos pensar que “octava” se trata de una palabra que encaja bien en la composición del verso, pero también el autor podría haber empleado “última”, por poner un ejemplo.
Jon Juaristi, en su ensayo “El Reino del Ocaso” (España como sueño ancestral) se ocupa de este detalle. Dice este autor que siempre le intrigaron los versos reseñados porque nadie había hablado de ocho batallas. “Durante mis años colegiales, nadie supo explicarme por qué el romance presentaba la derrota de don Rodrigo como la desastrosa culminación de una prolongada campaña (ocho batallas). El rey, se nos decía, tuvo noticia de la invasión árabe mientras combatía en el norte contra los vascones. Dejó en tierras de éstos un pequeño contingente de tropa, cuyo destino se perdió en la bruma septentrional, y corrió al encuentro de los muslimes”.
¿Tenemos que pensar, entonces, que los invasores esperaron las fuerzas reales para dilucidar en una sola batalla el porvenir de España? Yo lo creo más que improbable y es más lógico pensar que la capital, Toledo, y más al sur, contaría con tropas que intentaron detener la invasión mientras el rey llegaba en su socorro, probablemente con la élite de sus ejércitos.
Ignacio Gracia Noriega, trata, de pasada, este tema en su libro, “Don Pelayo” (El Rey de las montañas).
Refiriéndose a la batalla del Guadalete, escribe lo siguiente: “En esta derrota tan completa y de consecuencias tan pavorosas intervinieron circunstancias diversas, entre ellas la traición de miembros de la familia de Witiza. En cualquier caso, una sola batalla bastó para terminar con el poderío de los visigodos.
En una batalla en los desconocidos Transductine Promontorios, Rodrigo hizo frente a los invasores con un ejército hostil a causa de las circunstancias en que había alcanzado el trono –escribe E.A. Thompson. De todas formas, en una sola batalla, según el cronista, perdió su trono y su patria, y probablemente la vida, pues no se vuelve a saber de él.
Repare el lector que esta historia es de batallas únicas pero decisivas. En una batalla se pierde el reino de los godos, produciéndose la pérdida de España. Y a partir de otra batalla, en Covadonga, comienza a restaurarse el reino, como en Toledo.
Aquí nos encontramos con dos hipótesis igual de respetables pero, lógicamente, distintas. Juaristi es partidario de más batallas que la definitiva en el Guadalete. Gracia Noriega, se queda con una y definitiva.
Retomamos de nuevo a Jon Juaristi y leemos: “Hoy, la versión histórica más aceptada parece dar la razón al romance: hubo más de una batalla y más de un ejército invasor. Al menos dos ejércitos musulmanes camparon por el sur de la Península, manteniendo frecuentes escaramuzas con los visigodos antes de la batalla decisiva (Roger Colins, “La conquista árabe”, 711-797. Historia de España III. Crítica, Barcelona, 1991, pag. 35). Pero, entonces, continúa Juaristi, en mis años de bachiller, la historia no se contaba de ese modo. Sólo más tarde, en la universidad, supe que la mayoría de los romances del ciclo de la pérdida de España estaban inspirados en una tardía crónica castellana saturada de fabulaciones “La Crónica de don Rodrigo, Postrimero rey de los godos” más conocida por “Crónica Sarracina” escrita por el vallisoletano Pedro del Corral en la primera mitad del siglo XV”.
Revolver entre documentos antiguos e históricos no está a mi alcance, aunque pienso que, por lo que aportan estos dos autores que he citado, poco se puede encontrar al respecto que nos pudiese llevar a la aclaración definitiva de la cuestión, salvo sus propias hipótesis.
En España hemos sido más proclives a la fabulación que al rigor de la historia y, al final, por lo que atañe a tiempos pasados, tenemos que quedarnos encima del estrecho filo que separa la realidad de la leyenda.
¿Y que más da?, podría preguntarse alguien. Hombre pues yo creo que sí, que da más. ¿Cómo no va dar?
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Hay pasajes de la historia que, por distintas razones, despiertan curiosidad e interés en quien la estudia y le llevan a profundizar más en los hechos a través de cuanta documentación puede llegar a sus manos. Puede que este tipo de hechos no lleguen a la categoría de relevantes y no pasen de simples curiosidades pues, por ellos mismos, no cambian el rumbo de la historia y, por otro lado, no siempre se llega a su esclarecimiento, sin embargo siempre es interesante su estudio aunque sólo sirva para poder narrar la historia, muy aproximada a como fue, en base hechos reales y constatados y no a simples hipótesis.
De todos es sabido, porque así nos lo enseñaban ya en nuestras primeras escuelas del pueblo, que don Rodrigo, el último rey godo, perdió España frente a los invasores árabes en la batalla del Guadalete o de la laguna de la Janda. La enorme importancia que tuvo este hecho histórico y la gran repercusión en nuestra historia, hizo que, junto con el paso de los siglos, se fuese rodeando de leyendas, alimentadas por los cantares épicos que nos narran lo sucedido muchos años después de los acontecimientos.
Dos razones se achacan al último monarca godo como motivo de la pérdida de España. Una de ellas, la más verosímil, fueron sus amores prohibidos con Florinda “la Cava”, que llevaron a su padre, el conde don Julián de Ceuta, a traicionar el rey y facilitar a los árabes la entrada y la conquista del reino visigodo. El segundo fue, más según la leyenda que la propia historia, la violación de los candados del palacio de Hércules en Toledo y la profanación del lugar, junto con los secretos que encerraba.
Lo que si se sabe, y quizá los motivos sean lo que menos importe, es que el ejército godo fue traicionado por algunos de sus capitanes, entre ellos el conde don Julián y el obispo don Opas. Si la causa fue el ultraje sufrido por Florinda “la Cava” a manos de rey Rodrigo, o fue, cosa más probable, la animadversión contra el monarca por parte de los partidarios del depuesto rey Witiza, no queda muy claro en las crónicas. Sin embargo hemos de tener en cuenta que el sobrenombre de “la Cava” tiene origen árabe y significa prostituta, por lo que, de haber ejercido este oficio, no hubiesen sido desdeñados y satanizados los favores reales. Más bien lo contrario.
De lo que yo quiero ocuparme en esta reflexión es de cuántas batallas se dieron contra los árabes antes de la definitiva del Guadalete. No es probable que toda una invasión en regla hubiese estado carente, sino de otras batallas dadas con anterioridad, sí al menos de escaramuzas de mayor o menor entidad.
Nunca se citan en la historia oficial más batallas que la definitiva del Guadalete, pero si repasamos el romance del Rey don Rodrigo y la pérdida de España, nos encontramos con los siguientes versos:
“Las huestes de Don Rodrigo/se desmayaban y huían/cuando en la octava batalla/sus enemigos vencían”.
La “octava batalla” nos cuenta el romance. Podemos pensar que “octava” se trata de una palabra que encaja bien en la composición del verso, pero también el autor podría haber empleado “última”, por poner un ejemplo.
Jon Juaristi, en su ensayo “El Reino del Ocaso” (España como sueño ancestral) se ocupa de este detalle. Dice este autor que siempre le intrigaron los versos reseñados porque nadie había hablado de ocho batallas. “Durante mis años colegiales, nadie supo explicarme por qué el romance presentaba la derrota de don Rodrigo como la desastrosa culminación de una prolongada campaña (ocho batallas). El rey, se nos decía, tuvo noticia de la invasión árabe mientras combatía en el norte contra los vascones. Dejó en tierras de éstos un pequeño contingente de tropa, cuyo destino se perdió en la bruma septentrional, y corrió al encuentro de los muslimes”.
¿Tenemos que pensar, entonces, que los invasores esperaron las fuerzas reales para dilucidar en una sola batalla el porvenir de España? Yo lo creo más que improbable y es más lógico pensar que la capital, Toledo, y más al sur, contaría con tropas que intentaron detener la invasión mientras el rey llegaba en su socorro, probablemente con la élite de sus ejércitos.
Ignacio Gracia Noriega, trata, de pasada, este tema en su libro, “Don Pelayo” (El Rey de las montañas).
Refiriéndose a la batalla del Guadalete, escribe lo siguiente: “En esta derrota tan completa y de consecuencias tan pavorosas intervinieron circunstancias diversas, entre ellas la traición de miembros de la familia de Witiza. En cualquier caso, una sola batalla bastó para terminar con el poderío de los visigodos.
En una batalla en los desconocidos Transductine Promontorios, Rodrigo hizo frente a los invasores con un ejército hostil a causa de las circunstancias en que había alcanzado el trono –escribe E.A. Thompson. De todas formas, en una sola batalla, según el cronista, perdió su trono y su patria, y probablemente la vida, pues no se vuelve a saber de él.
Repare el lector que esta historia es de batallas únicas pero decisivas. En una batalla se pierde el reino de los godos, produciéndose la pérdida de España. Y a partir de otra batalla, en Covadonga, comienza a restaurarse el reino, como en Toledo.
Aquí nos encontramos con dos hipótesis igual de respetables pero, lógicamente, distintas. Juaristi es partidario de más batallas que la definitiva en el Guadalete. Gracia Noriega, se queda con una y definitiva.
Retomamos de nuevo a Jon Juaristi y leemos: “Hoy, la versión histórica más aceptada parece dar la razón al romance: hubo más de una batalla y más de un ejército invasor. Al menos dos ejércitos musulmanes camparon por el sur de la Península, manteniendo frecuentes escaramuzas con los visigodos antes de la batalla decisiva (Roger Colins, “La conquista árabe”, 711-797. Historia de España III. Crítica, Barcelona, 1991, pag. 35). Pero, entonces, continúa Juaristi, en mis años de bachiller, la historia no se contaba de ese modo. Sólo más tarde, en la universidad, supe que la mayoría de los romances del ciclo de la pérdida de España estaban inspirados en una tardía crónica castellana saturada de fabulaciones “La Crónica de don Rodrigo, Postrimero rey de los godos” más conocida por “Crónica Sarracina” escrita por el vallisoletano Pedro del Corral en la primera mitad del siglo XV”.
Revolver entre documentos antiguos e históricos no está a mi alcance, aunque pienso que, por lo que aportan estos dos autores que he citado, poco se puede encontrar al respecto que nos pudiese llevar a la aclaración definitiva de la cuestión, salvo sus propias hipótesis.
En España hemos sido más proclives a la fabulación que al rigor de la historia y, al final, por lo que atañe a tiempos pasados, tenemos que quedarnos encima del estrecho filo que separa la realidad de la leyenda.
¿Y que más da?, podría preguntarse alguien. Hombre pues yo creo que sí, que da más. ¿Cómo no va dar?
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