A mí esto del cambio climático me parece un cuento del que se aprovechan una serie de individuos, como Al Gore. El cambio climático se ha producido ya hace muchos años. Yo tengo sesenta y, desde que tenía catorce o quince, no he vuelto a ver las nevadas que caían en mi pueblo, Panes, ni los veranos en los que empezábamos a bañarnos en el río en Junio y terminábamos en Septiembre. Que es ¿qué lo han descubierto ahora?
Llevamos ya casi cinco meses –desde Octubre- de un largo y duro invierno y esto no tiene trazas de cambiar. Gracias a Dios que algún iluminado pronosticó hace ya meses un invierno seco y cálido. Gracias a Dios.
Desde hace cuarenta o cincuenta años, no existe en esta tierra oriental de Asturias (al menos en las tierras bajas), prácticamente, ni primavera ni otoño. Esto es así y nadie tiene que venir a inventar nada, como el “cambio climático”, después de tantos años.
Agua ha caído a manta y, salvo la recogida en los pantanos construidos durante el franquismo, poco se va a aprovechar para los tiempos de sequía. Esta agua tan necesaria y tan añorada en determinadas épocas del año, se pierde sin remedio mientras los políticos (y digo los políticos) discuten sobre trasvases, pertenencia del agua y otras barbaridades que nadie entiende y que a todos perjudican. Impasible el ademán…
El Ebro es uno de los ríos de mayor conflictividad, dadas las autonomías por donde discurre, pero ¿de quien es El Ebro? ¿de los aragoneses?, ¿de los navarros?, ¿de los catalanes? ¿o de Cantabria, que es donde nace y se forma?
Algunas veces se me ocurrió pensar, ante las absurdas e insolidarias discusiones que se forman entre los gobiernos autonómicos, que si yo fuera el Presidente de Cantabria, llamaría al resto de presidentes de las comunidades que se benefician de sus aguas y les diría: Señores, tienen un año para ponerse de acuerdo y tratar de que las aguas del Ebro sean aprovechables por todos. De lo contrario, acabaré yo con la discusión haciendo un gran muro en Fontibre y desviando su caudal directamente al Cantábrico, con lo que el problema, que tanto les preocupa, quedaría solucionado de un plumazo.
Hay una anécdota de D. Marcelino Menéndez y Pelayo al respecto de las lluvias. En su tertulia diaria del Casino de Santander se discutía, en algunos momentos, sobre cosas banales. Una de ellas era si llovía más en Santander o en Bilbao. D. Marcelino sostenía que llovía mucho más en Bilbao pero el resto de sus contertulios no compartía su apreciación.
Una tarde que en Santander llovía a chuzos desde hacía varias horas sin parar, iban incorporándose los personajes a la tertulia y D. Marcelino se retrasaba, seguro que por causa de la lluvia.
Una de las personas comento: “Ahora que llegue D. Marcelino, a ver si cambia de opinión. No creo que haya caído tal cantidad de agua en Bilbao como la que está cayendo hoy aquí”.
Pues en eso estaban todos cuando entró el ilustre polígrafo sacudiéndose el gabán totalmente empapado. No esperó a que ninguno de sus compañeros le reprochase nada de sus opiniones al respecto de la lluvia y, tras dar las buenas tardes, comento: ¡Joder! ¡Cómo estarán hoy en Bilbao!
Cuentan que los tertulianos se miraron unos a otros pero que nadie pronunció palabra. Los genios son los genios.
Un genio en otra dimensión era nuestro convecino Miguelín Purón, de Noriega:
Era la mañana del día en que se celebraba la Verbena de la Portilla en Llanes. Miguelín dormía en un vagón de la FEVE y se levantaba antes de que el tren se pusiera en marcha, sobre las seis de la mañana. En el “bar La Gloria”, donde Pepín y Fredo, se metía los primeros auxilios del día.
El día no se presentaba muy claro y alguien comentó que se podría estropear la Verbena. Miguelín salió a la calle y miró al cielo: “Nada, tranquilos”. “Cuando el sol sale por capiruchu, puede llover poco, mucho, o nada… o quedarse el tiempo como está”. Sin posibilidad de error.
A un cabraliego, le preguntaron unos turistas que emprendían ruta al amanecer hacia el desfiladero del Cares: ¿Cómo ve usted el día hoy? ¿Lloverá? ¡Ay ..jumiu! “Aquí, del tiempu lo que veas”. Contestación dictada por la sabiduría y la experiencia.
Por Panes decimos: “Niebla en Jana, lluvia por la tarde, no por la mañana”.
Y todo esto sin haberse inventado aún lo de los hombres del tiempo. Claro, tampoco había televisión que es lo que nos ha complicado la vida…
Llevamos ya casi cinco meses –desde Octubre- de un largo y duro invierno y esto no tiene trazas de cambiar. Gracias a Dios que algún iluminado pronosticó hace ya meses un invierno seco y cálido. Gracias a Dios.
Desde hace cuarenta o cincuenta años, no existe en esta tierra oriental de Asturias (al menos en las tierras bajas), prácticamente, ni primavera ni otoño. Esto es así y nadie tiene que venir a inventar nada, como el “cambio climático”, después de tantos años.
Agua ha caído a manta y, salvo la recogida en los pantanos construidos durante el franquismo, poco se va a aprovechar para los tiempos de sequía. Esta agua tan necesaria y tan añorada en determinadas épocas del año, se pierde sin remedio mientras los políticos (y digo los políticos) discuten sobre trasvases, pertenencia del agua y otras barbaridades que nadie entiende y que a todos perjudican. Impasible el ademán…
El Ebro es uno de los ríos de mayor conflictividad, dadas las autonomías por donde discurre, pero ¿de quien es El Ebro? ¿de los aragoneses?, ¿de los navarros?, ¿de los catalanes? ¿o de Cantabria, que es donde nace y se forma?
Algunas veces se me ocurrió pensar, ante las absurdas e insolidarias discusiones que se forman entre los gobiernos autonómicos, que si yo fuera el Presidente de Cantabria, llamaría al resto de presidentes de las comunidades que se benefician de sus aguas y les diría: Señores, tienen un año para ponerse de acuerdo y tratar de que las aguas del Ebro sean aprovechables por todos. De lo contrario, acabaré yo con la discusión haciendo un gran muro en Fontibre y desviando su caudal directamente al Cantábrico, con lo que el problema, que tanto les preocupa, quedaría solucionado de un plumazo.
Hay una anécdota de D. Marcelino Menéndez y Pelayo al respecto de las lluvias. En su tertulia diaria del Casino de Santander se discutía, en algunos momentos, sobre cosas banales. Una de ellas era si llovía más en Santander o en Bilbao. D. Marcelino sostenía que llovía mucho más en Bilbao pero el resto de sus contertulios no compartía su apreciación.
Una tarde que en Santander llovía a chuzos desde hacía varias horas sin parar, iban incorporándose los personajes a la tertulia y D. Marcelino se retrasaba, seguro que por causa de la lluvia.
Una de las personas comento: “Ahora que llegue D. Marcelino, a ver si cambia de opinión. No creo que haya caído tal cantidad de agua en Bilbao como la que está cayendo hoy aquí”.
Pues en eso estaban todos cuando entró el ilustre polígrafo sacudiéndose el gabán totalmente empapado. No esperó a que ninguno de sus compañeros le reprochase nada de sus opiniones al respecto de la lluvia y, tras dar las buenas tardes, comento: ¡Joder! ¡Cómo estarán hoy en Bilbao!
Cuentan que los tertulianos se miraron unos a otros pero que nadie pronunció palabra. Los genios son los genios.
Un genio en otra dimensión era nuestro convecino Miguelín Purón, de Noriega:
Era la mañana del día en que se celebraba la Verbena de la Portilla en Llanes. Miguelín dormía en un vagón de la FEVE y se levantaba antes de que el tren se pusiera en marcha, sobre las seis de la mañana. En el “bar La Gloria”, donde Pepín y Fredo, se metía los primeros auxilios del día.
El día no se presentaba muy claro y alguien comentó que se podría estropear la Verbena. Miguelín salió a la calle y miró al cielo: “Nada, tranquilos”. “Cuando el sol sale por capiruchu, puede llover poco, mucho, o nada… o quedarse el tiempo como está”. Sin posibilidad de error.
A un cabraliego, le preguntaron unos turistas que emprendían ruta al amanecer hacia el desfiladero del Cares: ¿Cómo ve usted el día hoy? ¿Lloverá? ¡Ay ..jumiu! “Aquí, del tiempu lo que veas”. Contestación dictada por la sabiduría y la experiencia.
Por Panes decimos: “Niebla en Jana, lluvia por la tarde, no por la mañana”.
Y todo esto sin haberse inventado aún lo de los hombres del tiempo. Claro, tampoco había televisión que es lo que nos ha complicado la vida…
Toda la razón. En estos tiempos hasta cuando se cae un niño en el parque lo llaman cambio climático.
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