Seguir escribiendo a estas alturas del exministro de Justicia, Mariano Bermejo, puede suponer hartazgo a más de inutilidad y, de hacerlo, debería ser alguien capacitado para hacer una tesis desarrollando hasta donde pueden llegar los despropósitos y la falta de ubicación de una persona, dentro de la administración del Estado, al que nunca le funcionaron bien las isobaras. Además, afortunadamente, ya es agua pasada. ¡Vaya muerto que nos quitamos de encima!
No hubiese yo hablado hoy de él, si no hubiese escuchado algunos comentarios, al respecto de su ¿dimisión? que vienen, casi, a ponerle en los altares de la lealtad, la coherencia y el sentido del deber.
No, hombre, no. De eso nada. Este señor se ha tenido que ir por impresentable y porque la situación, por él mismo creada, ya había llegado a hacerse insostenible y a ZP podría salirle al pan tres tortas de no dimitirle. Si por él hubiese sido, aún hoy estaríamos soportándole como tenemos que soportarle a él mismo y a otros que están hundiendo el País, echándole altanería, soberbia e irresponsabilidad.
Bermejo repartía besos en el Congreso cuando, hace pocos días, desde las bancadas socialistas, le aplaudían los de siete y más arriba ¡Torero! ¡Torero! Pero el diestro ya estaba herido de muerte. El toro de España había acabado con él y ZP ya no estaba dispuesto a administrarle más calmantes.
Viene ahora a la memoria de todos, el súper juez Baltasar Garzón que, con mayores motivos que su jefe, aún no ha dimitido y sigue saltándose las más elementales normas de ética, independencia y cualquier otra condición básica a la que está obligado a observar cualquier profesional de la justicia.
Estos señores, aún no se han enterado, o no se quieren enterar, que en este país, nadie puede hacer lo que le venga en gana, despreciando lo más elemental de la convivencia nacional y llegando a creerse Luis XIV de Francia.
Precisamente, un ministro, un juez, el Presidente del Gobierno, o el mismísimo Rey, tienen más limitadas que nadie, sus andanzas, sus correrías y sus propias amistades. Son exigencias del cargo y deben ser escrupulosos en observar estas cuestiones. En la mayoría de los casos no se hace, porque España ha entrado en una dinámica de corrupción y de desprecio a los valores que causa auténtico miedo
El ministro Bermejo se olvidó de todo esto, mostrando una soberbia nada normal. Se río de España y de los españoles, les insultó, los despreció y se pasó las leyes por el corte de la levita, llegando a comparar al PP con ETA en un acto de irresponsabilidad sin precedentes. Pues que le vaya bien y esperemos que le impidan volver a los juzgados.
Don Baltasar, para más INRI, se empecina en seguir adelante y retiene para sí el “caso Gürtel”, un caso con más filtraciones que los pasillos del Congreso, pese a que, según parece, pudieran estar implicados aforados del PP y sin importarle las querellas que dicho partido le ha interpuesto por prevaricación y por las mencionadas filtraciones.
No puede abandonar Garzón esta pera en dulce. No puede dejarla porque, yo soy de los convencidos, éste no es un caso entre la Justicia y los implicados. Este es un caso entre el juez Garzón y el PP. Y esto lo piensa así media España, por lo que yo veo en ello razón más que suficiente para que este señor se inhiba del caso y demuestre que no es cierto lo que por ahí se piensa de él, incluso dentro de su profesión. En España existen otros magistrados y otros tribunales que bien podía llevar el caso y evitar toda esta suciedad.
Existe, desde hace tiempo, una fijación enfermiza en este juez que le lleva a tratar de destruir al principal partido de la oposición: “delenda est Cartago”. Para ello, le vale cualquier fecha; aunque sea en plenas elecciones, cuando más se puede perjudicar a un partido político; la connivencia con cualquiera, ministros, fiscales, comisarios de policía y, además, sin esconderse ¿para qué? Si son los amos del cortijo.
No hubiese yo hablado hoy de él, si no hubiese escuchado algunos comentarios, al respecto de su ¿dimisión? que vienen, casi, a ponerle en los altares de la lealtad, la coherencia y el sentido del deber.
No, hombre, no. De eso nada. Este señor se ha tenido que ir por impresentable y porque la situación, por él mismo creada, ya había llegado a hacerse insostenible y a ZP podría salirle al pan tres tortas de no dimitirle. Si por él hubiese sido, aún hoy estaríamos soportándole como tenemos que soportarle a él mismo y a otros que están hundiendo el País, echándole altanería, soberbia e irresponsabilidad.
Bermejo repartía besos en el Congreso cuando, hace pocos días, desde las bancadas socialistas, le aplaudían los de siete y más arriba ¡Torero! ¡Torero! Pero el diestro ya estaba herido de muerte. El toro de España había acabado con él y ZP ya no estaba dispuesto a administrarle más calmantes.
Viene ahora a la memoria de todos, el súper juez Baltasar Garzón que, con mayores motivos que su jefe, aún no ha dimitido y sigue saltándose las más elementales normas de ética, independencia y cualquier otra condición básica a la que está obligado a observar cualquier profesional de la justicia.
Estos señores, aún no se han enterado, o no se quieren enterar, que en este país, nadie puede hacer lo que le venga en gana, despreciando lo más elemental de la convivencia nacional y llegando a creerse Luis XIV de Francia.
Precisamente, un ministro, un juez, el Presidente del Gobierno, o el mismísimo Rey, tienen más limitadas que nadie, sus andanzas, sus correrías y sus propias amistades. Son exigencias del cargo y deben ser escrupulosos en observar estas cuestiones. En la mayoría de los casos no se hace, porque España ha entrado en una dinámica de corrupción y de desprecio a los valores que causa auténtico miedo
El ministro Bermejo se olvidó de todo esto, mostrando una soberbia nada normal. Se río de España y de los españoles, les insultó, los despreció y se pasó las leyes por el corte de la levita, llegando a comparar al PP con ETA en un acto de irresponsabilidad sin precedentes. Pues que le vaya bien y esperemos que le impidan volver a los juzgados.
Don Baltasar, para más INRI, se empecina en seguir adelante y retiene para sí el “caso Gürtel”, un caso con más filtraciones que los pasillos del Congreso, pese a que, según parece, pudieran estar implicados aforados del PP y sin importarle las querellas que dicho partido le ha interpuesto por prevaricación y por las mencionadas filtraciones.
No puede abandonar Garzón esta pera en dulce. No puede dejarla porque, yo soy de los convencidos, éste no es un caso entre la Justicia y los implicados. Este es un caso entre el juez Garzón y el PP. Y esto lo piensa así media España, por lo que yo veo en ello razón más que suficiente para que este señor se inhiba del caso y demuestre que no es cierto lo que por ahí se piensa de él, incluso dentro de su profesión. En España existen otros magistrados y otros tribunales que bien podía llevar el caso y evitar toda esta suciedad.
Existe, desde hace tiempo, una fijación enfermiza en este juez que le lleva a tratar de destruir al principal partido de la oposición: “delenda est Cartago”. Para ello, le vale cualquier fecha; aunque sea en plenas elecciones, cuando más se puede perjudicar a un partido político; la connivencia con cualquiera, ministros, fiscales, comisarios de policía y, además, sin esconderse ¿para qué? Si son los amos del cortijo.
!Viva la España de la pandereta y los amiguetes! Así nos va. Y lo malo es que alomejor todo esto resulta otro parto de los montes... ¿Entonces..? Bueno, entonces dimitirá, seguro..
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