miércoles, 14 de abril de 2010

NOS METEN EN CASA A CALZADOR


Escribir o leer en los cafés le gusta a mucha gente. Yo no soy escritor pero existen, y han existido, muchos escritores que crearon sus grandes obras en las mesas de los cafés. Un café es un lugar donde nunca te encuentras solo y, a la vez, estás aislado en un mundo particular lleno de personas indiferentes a lo que haces o dejas de hacer.

Entre los grandes escritores españoles, hay una amplia nómina que han escrito en los cafés, empezando por Larra, que se afincaba en los madrileños cafés de Venecia o del Príncipe y, retirado en un rincón, daba forma a sus inmortales artículos. Para César González Ruano los cafés Gijón o Sotanillo de Teide, en Recoletos, fueron su gabinete de trabajo y, para Ramón Gómez de la Serna, lo fue su querido café de Pombo.

Esto es así en las grandes ciudades pero, por el contrario, no es una particularidad que se pueda gozar en las pequeñas villas como en la que yo vivo.

Uno de mis placeres, cuando salía de casa por las mañanas, era comprar la prensa y sentarme en un café (siempre el mismo) y perderme en la lectura de los periódicos. Montaba, casi, mi propio gabinete en una mesa alejada de la puerta evitando las corrientes de aire. Sacaba los lentes, la pluma, una pequeña libreta de notas, el teléfono móvil (invento macabro), los cigarros y el encendedor y entre mi taza de café y el cenicero, a penas encontraba espacio para desplegar los diarios. Pero sabía arreglármelas. Ya le tenía tomada la medida a todo.

A lo único que nunca pude tomarle la medida, y eso fue lo que me hizo desistir de esta placentera costumbre, fueron algunas gentes. Creo que siempre he sido sociable y he gozado de la compañía de muchas personas, y que nunca he buscado el aislamiento personal, pero a todos nos es necesario ese espacio vital, que en determinados momentos del día buscamos pare leer, escribir o, simplemente, para reflexionar.

Tampoco estamos dispuestos siempre a mantener una conversación. Hay momentos que uno no tiene ganas de hablar y, para mi, ese momento siempre se registra a primeras horas de la mañana.

Pero esto, hay personas incapaces de comprenderlo y tal parece que, cuando salen de sus casas, su único objetivo es romper ese encanto que a algunos nos produce ese momento de aislamiento y ese gozo de la lectura, de tomar notas o, simplemente, de no tener que contestar con monosílabos a comentarios que ni vienen al caso ni te interesan para nada. Entre unas cosas y otras, acabarán metiéndonos en casa.

Algunas veces recuerdo aquella famosa frase de Franco cuando su ex ministro, Arburúa, le preguntó los motivos de su fulminante cese: “Desengáñese, Arburúa, vienen a por nosotros…”



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