En realidad había llegado a la política un poco tarde. No se afilió a Falange, con mucho sentido de la portunidad, hasta agosto de 1936, pero su carrera sería, como la de sus compañeros intelectuales, meteórica... (Andrés Trapiello: "Las Armas y las Letras")
Lo del cambio de nombre de las calles en las villas y ciudades de España, para mí, no es más que una simple y mezquina venganza. Los que mandan, mandan, aunque no sepan hacerlo. Simplemente, mandan y hacen lo que les sale de los “perendengues”. Pero eso ya lo hacía Francisco Franco, al que tanto denigran y al que tanto imitan.
Hoy me entero por la prensa (artículo de Gerardo Lombardero, en LNE) que se ha “indultado” la calle que en Oviedo hay dedicada a Dionisio Ridruejo. La “indultan” porque Dionisio, aunque fue falangista de primera línea, le plantó cara a Franco. Nada más que por eso.
Dionisio Ridruejo era más intelectual que político. Las circunstancias políticas de la España de su tiempo, le pillaron muy joven y le arrastró la marea de la Falange de José Antonio. Aquella Falange (no la de después) era un “movimiento juvenil y poético” que trataba (a su estilo) de llevar a una España impresentable en los conciertos internacionales, hacia unos parámetros de normalidad y de respeto de lo que hacía ya muchos años que carecía.
España no estaba seca de partidos políticos (quizá esa fue siempre su desgracia). Los había de todo tipo e ideologías. Había grandes declamadores que discurseaban sin sentido: Azaña, Gil Robles, Lerroux, Prieto.... Y también “teloneros” como “La Pasionaria” que era la que revolvía el "cacao". Había gentes a los que España les importaba un cojón de mico. Sólo contaba, para ellos, su carrera política, y sus logros en el mismo sentido. España era lo de menos. ¿Les suena......?
Un buen día, llegó un joven abogado de poco más de treinta años, que se inventó una filosofía política que podía, con tiempo y con apoyos, volver a hacer renacer una España, quizá no grande (que ese es un concepto abstracto) pero sí una España respetada en el contexto internacional. Un poco lo que pasa hoy.
Dionisio Ridruejo, pequeñito él, con poca salud (aunque le permitió estar en la “División Azul", en la dura y fria Rusia de la Gran Guerra), no lo dudó. Se afilió a la Falange, a aquel movimiento que, a parte de política, propugnaba también romanticismo y poesía, que era lo que a él le gustaba. España debería volver a ser lo que fue, pero dentro de unos parámetros poéticos, históricos y nacionales. Luego llegó una cruel guerra civil. España, se desangró y desparramó sus tripas por sus campos y páramos. Al final, el poder quedó en manos de Francisco Franco que mandó, a su entender y estilo, durante casi cuatro décadas, con el apoyo de aquellos seudofalangistas a los que Ridruejo abandonó decepcionado.
Al pequeño Ridruejo, ya no le eran iguales los postulados del joven José Antonio, que los del cuartelero Franco. Cuando hacía antesala ante el Generalísimo, ya no le sonaban igual las palabras de Serrano Suñer (el "cuñadísimo") que las del propio José Antonio, amigo de ambos y albacea, el segundo, testamentario político del primero.
Ridruejo no pudo soportar aquella decepción. Ridruejo no era un político, aunque hubiese sido un “falangista poético de primera línea”. A Ridruejo le pasó como a muchos: creyó que la política se fabrica a golpe de versos. Esa es la triste realidad y lo que muchos aún no hemos aprendido, ni aprenderemos nunca.
José Antonio, aquel hombre de treinta y tres años, que murió fusilado por la otra España, dejó de escribir versos y ensayos político-poéticos. Dionisio, no se dio cuenta que con él se había acabado un sueño. Él quiso seguir, hasta que un día se dio cuenta que estaba tratando con gentes que de poéticos no tenían nada.
Entonces, su pequeño cuerpo se creció. Su tuberculosis que avanzaba, se detuvo por un momento. Le dijo a Franco lo que nadie se atrevió a decirle nunca. Franco, no tuvo cojones de mirarle a la cara. Le despidió protocolariamente, y lo mandó al destierro.
Para entonces, Dionisio Ridruejo ya había escrito (le joda a aquien le joda) dos de los más hermosos versos del “Cara al Sol”: “Volverán banderas victoriosas/al paso alegre de la paz…..”
Como los grandes, Dionisio murió, tísico y amargado. ¡Toda una vida intelectual y poética, para nada…..¡ ¡Para nada!
Oviedo ha "indultado" su calle. Seguirá llamándose “Dionisio Ridruejo”, aunque hubiese sido falangista. Pero no por sus grandes dotes intelectuales, sino porque tuvo los suficientes atributos para plantarle cara a Franco e irse a su casa. Y para decirle a él y a quien se le pusiese por delante, que se metiesen aquella seudofalange por los mismísimos.
Hoy me entero por la prensa (artículo de Gerardo Lombardero, en LNE) que se ha “indultado” la calle que en Oviedo hay dedicada a Dionisio Ridruejo. La “indultan” porque Dionisio, aunque fue falangista de primera línea, le plantó cara a Franco. Nada más que por eso.
Dionisio Ridruejo era más intelectual que político. Las circunstancias políticas de la España de su tiempo, le pillaron muy joven y le arrastró la marea de la Falange de José Antonio. Aquella Falange (no la de después) era un “movimiento juvenil y poético” que trataba (a su estilo) de llevar a una España impresentable en los conciertos internacionales, hacia unos parámetros de normalidad y de respeto de lo que hacía ya muchos años que carecía.
España no estaba seca de partidos políticos (quizá esa fue siempre su desgracia). Los había de todo tipo e ideologías. Había grandes declamadores que discurseaban sin sentido: Azaña, Gil Robles, Lerroux, Prieto.... Y también “teloneros” como “La Pasionaria” que era la que revolvía el "cacao". Había gentes a los que España les importaba un cojón de mico. Sólo contaba, para ellos, su carrera política, y sus logros en el mismo sentido. España era lo de menos. ¿Les suena......?
Un buen día, llegó un joven abogado de poco más de treinta años, que se inventó una filosofía política que podía, con tiempo y con apoyos, volver a hacer renacer una España, quizá no grande (que ese es un concepto abstracto) pero sí una España respetada en el contexto internacional. Un poco lo que pasa hoy.
Dionisio Ridruejo, pequeñito él, con poca salud (aunque le permitió estar en la “División Azul", en la dura y fria Rusia de la Gran Guerra), no lo dudó. Se afilió a la Falange, a aquel movimiento que, a parte de política, propugnaba también romanticismo y poesía, que era lo que a él le gustaba. España debería volver a ser lo que fue, pero dentro de unos parámetros poéticos, históricos y nacionales. Luego llegó una cruel guerra civil. España, se desangró y desparramó sus tripas por sus campos y páramos. Al final, el poder quedó en manos de Francisco Franco que mandó, a su entender y estilo, durante casi cuatro décadas, con el apoyo de aquellos seudofalangistas a los que Ridruejo abandonó decepcionado.
Al pequeño Ridruejo, ya no le eran iguales los postulados del joven José Antonio, que los del cuartelero Franco. Cuando hacía antesala ante el Generalísimo, ya no le sonaban igual las palabras de Serrano Suñer (el "cuñadísimo") que las del propio José Antonio, amigo de ambos y albacea, el segundo, testamentario político del primero.
Ridruejo no pudo soportar aquella decepción. Ridruejo no era un político, aunque hubiese sido un “falangista poético de primera línea”. A Ridruejo le pasó como a muchos: creyó que la política se fabrica a golpe de versos. Esa es la triste realidad y lo que muchos aún no hemos aprendido, ni aprenderemos nunca.
José Antonio, aquel hombre de treinta y tres años, que murió fusilado por la otra España, dejó de escribir versos y ensayos político-poéticos. Dionisio, no se dio cuenta que con él se había acabado un sueño. Él quiso seguir, hasta que un día se dio cuenta que estaba tratando con gentes que de poéticos no tenían nada.
Entonces, su pequeño cuerpo se creció. Su tuberculosis que avanzaba, se detuvo por un momento. Le dijo a Franco lo que nadie se atrevió a decirle nunca. Franco, no tuvo cojones de mirarle a la cara. Le despidió protocolariamente, y lo mandó al destierro.
Para entonces, Dionisio Ridruejo ya había escrito (le joda a aquien le joda) dos de los más hermosos versos del “Cara al Sol”: “Volverán banderas victoriosas/al paso alegre de la paz…..”
Como los grandes, Dionisio murió, tísico y amargado. ¡Toda una vida intelectual y poética, para nada…..¡ ¡Para nada!
Oviedo ha "indultado" su calle. Seguirá llamándose “Dionisio Ridruejo”, aunque hubiese sido falangista. Pero no por sus grandes dotes intelectuales, sino porque tuvo los suficientes atributos para plantarle cara a Franco e irse a su casa. Y para decirle a él y a quien se le pusiese por delante, que se metiesen aquella seudofalange por los mismísimos.
Si Ridruejo reviviera, les diría a muchos que se metieran la "calle" por donde amarga al chile. Dionisio tenía mucha más clase que los que hoy le quieren reivindicar con una calle que él nunca bubiese querido en estas condiciones. Pero ésta es la "memoria" de España. Esta es la miseria de España, representanda por los miserables que hoy nos representan. Esta es España, al fin, porque, los que nos representan, han sido elegidos por la mayoría de los españoles. Respeto, por supuesto. Pero a mí no hay nadie que me evite o me niegue sentir vergüenza.
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