domingo, 1 de agosto de 2010

LOS BOLOS EN LA LITERATURA

EL MÍTICO "ZURDO" DE BIELVA.


"Has sido un gran hombre. Has hecho tierra de siembra la que era monte. Has criado nueve hijos sanos. Y en cincuenta leguas nadie ha jugado a los bolos como tú...." (Alejandro Casona: "La casa de los siete balcones")

Para cuando estas líneas salgan impresas ya se habrán fallado en Panes los Premios “Pico Peñamellera” de bolos que este año cumplen su XVI edición. El jurado, en esta ocasión, estará presidido por el prestigioso periodista cangués, Diego Carcedo, y formado por conocidas personas del mundo de la cultura y el deporte.

Mantenerse en el tiempo, como lo están haciendo estos premios, es todo un mérito si tenemos en cuenta la escasez de recursos que la asociación que los propicia padece y que sólo se suple con una ilusión y un trabajo bien hecho que merece todos los elogios y todo tipo de reconocimientos y consideraciones.

Los bolos, en nuestra tierra, no se pueden mirar exclusivamente bajo la óptica de un juego más o menos practicado y popularizado, sino como una esencia cultural ancestral, enraizada en nuestras vidas y en nuestra historia.

Dice el periodista y escritor, Alfonso Ussía, que la literatura que existe sobre los bolos bien cabría en una pequeña estantería de nuestras bibliotecas. Y es cierto. Un juego, como son los bolos, que se circunscribe a un territorio limitado de nuestra geografía no ha podido tener la atención literaria que muchos hubiésemos deseado.

Pero no es menos cierto que grandes escritores dedicaron páginas a este bellísimo deporte, en cualquiera de sus modalidades, que reflejan a las claras la importancia que en nuestra cultura y en nuestra sociedad han tenido y siguen teniendo en la actualidad. Desde Pereda hasta Alejandro Casona. Desde Quevedo a Pérez de Ayala. Desde Palacio Valdés a Manuel Llano. Desde Pepe Hierro hasta José María de Cossío, pasando por Gerardo Diego, sólo por citar a algunos, nos han dejado páginas entrañables y preciosas que tienen los bolos como protagonistas.

El juego de los bolos también tiene sus mitos y sus leyendas. Por nuestras tierras del oriente asturiano, se practican las modalidades de birle (bolo montañés o bolo palma) y la cuatreada (la más popular y jugada en Asturias), pero en las Peñamelleras y Llanes ha sido siempre el birle el que ha primado.

Las propias boleras también guardan sus leyendas, aunque algunas ya hayan desaparecido. ¿Quién no recuerda la del Bar Palacios o la de la Portilla, en Llanes? ¿Quién de mi generación no ha jugado en la de La Cortina, o la del Bar Pepín, en Panes, sin olvidar la centenaria de la Plaza, al lado del Museo de los Bolos?

Jugadores e instalaciones componen el Olimpo de este juego arraigado con fuerza en nuestras vidas y en nuestra cultura.

Jugadores míticos, como el Zurdo de Bielva, han merecido la atención de muchos escritores. Tengo ante mi un soneto que Jesús Cancio dedicó, en su día, al Zurdo. Los dos tercetos finales dicen así: …”Y tiembla el corro de emoción deshecho, /y desde el birle al tiro no hay un pecho/que no sienta su ritmo acelerado. / ¿Quién convirtió con tan viril jugada/la aldeana bolera en olimpiada?/Es el Zurdo de Bielva, que ha embocado./

A este mítico Zurdo de Bielva (que había nacido en La Haba y sólo era zurdo para jugar a los bolos) llamado Rogelio González Viñoles, le dedicó José María de Cossío toda un “Tercera” del ABC, la página más prestigiosa del periodismo literario español.

Dice Manuel Llano, el escritor cabuérnigo, que la vida es como una partida de bolos, como la bola cuando se lanza sobre la caja. La vida, como en una partida la puedes vivir paso a paso, bolo a bolo. Si tienes suerte y maestría, puedes embocar y llevarte el triunfo en un solo envite. Pero eso ocurre pocas veces y la experiencia, tanto en la vida como en los bolos, aconseja más tirar a bolos; ir sobre seguro. Una bola que no agarra estaca, se puede marchar en blanco. Es una bola perdida, una bola que no suma.

El gran Pepe Hierro tiene preciosos poemas dedicados a los bolos, como este que les transcribo para cerrar página: De pie, sobre la bolera,/ordenados y panzudos,/troncos de árboles desnudos/que esperan la primavera./Regimiento de madera/¿no oís que la bola estalla?/sin saliros de la raya./¿Es que aguardáis a que toque/su cornetín el emboque/para entrar en la batalla?


Alfredo Caballero Sardina
Julio 2010 (Artículo publicado en "El Comercio" el 1 de agosto)



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