("España no se merece un Gobierno que mienta")
(Alfredo Pérez Rubalcaba)
Estamos justamente a un mes de las elecciones generales y, sin haber empezado oficialmente la campaña, uno ya empieza a burrirse o a indignarse (cosa que está hoy muy de moda) no ya tanto por las manifestaciones de los candidatos, que también, sino por las opiniones de los supuestos expertos, de los analistas políticos, de los "entendedios" y de los peones de brega que realizan y manipulan encuestas que nadie sabe hasta que punto son de fíar ni para que sirven, salvo para revolver la cabeza a los llamados "indecisos", esa gran masa que inclina la balanza en los resultados finales. Las opiniones son muy diversas y los resultados augurados vienen marcados depende del cristal con que se observen las cosas.
Hay algo que a mi me llama, particularmente, la atención. Los candidatos ya vienen anticipando en esta precampaña algunos de los puntos básicos de sus respectivos programas. No concretan nada, pero avanzan ideas. Unos más que otros. Todo depende de la cara dura que ostenten o de la capacidad que tengan para mentir y para engañar a este pobre electorado. La opinión de muchos de esos supuestos expertos es que, contrariamente al candidado socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, el candidato popular Mariano Rajoy no tiene programa, no concreta nada. Hace pocos días, el periodista y escritor Alfonso Ussía, comentaba en una cadena de televisión que el discurso de Rubalcaba es como un verso antiguo que no se ajusta a la métrica, ni a la musicalidad ni a los conceptos de vanguardia. El de Rajoy lo comparaba con un verso "gallego", que lo lees quince veces y no sabes lo que quiere decir.
Ante esto, yo creo que se impone un analisis y una meditación seria. El candidadto Rubalcaba promete a bombo y platillo, y con una cara más dura que el granito, hacer todo lo que no ha hecho durante ocho años el gobierno del que ha formado parte en los puestos de mayor responsabilidad, salvo la presidencia de este gobierno. Va a crear empleo, depués de haber destruído casi cinco millones de puestos de trabajo. Va a reactivar la economía y el sistema financiero del país, después de haberlo dejado en los parámetros más bajos desde el final de la Guerra Civil del 36. Confeccionará una nueva Ley de Educación, porque la actual no funciona, y se olvida de que él mismo es el máximo responsable de la Ley en vigor. Y más y más maravillas que, como si hubiese recibido del golpe y porrazo "ciencia infusa", ha comprendido como solucionar los muchos y graves problemas que sufre España. Pretende aplicar, para la solución de estos problemas, muchas de las propuestas dimanadas de los bancos de la oposición que, en su día, fueron olímpcamente despreciadas por un gobierno inutil y prepotente, en muchos casos, merced a sus propios consejos.
Por su parte, Mariano Rajoy, no promete cosas que no puede prometer. Si llega a la Moncloa, ignora lo que se va a encontrar, ni sabe el saldo de las cuentas públicas. Eso da lugar a que se le critique con dureza y se le acuse de falta de programa, sin embargo, las encuestas de que hablaba al principio, le adjudican una ámplia mayoría absoluta.
Hay que preguntarse, ante esta coyuntura, que es mejor: ¿un candidato que miente (España no se merece un gobierno que mienta, Rubalcaba dixit) o un candidato honrado que, al menos, no llega a estas elecciones con intención de engañar, ni promete cosas que no sabe si va a poder cumplir.
Churchil, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando la invasión de Inglaterra por los Nazis, lo único que prometio al pueblo británico fue "sangre, sudor y lágrimas". Un ejemplo para el mundo que se lo reconoció sin paliativos. Cierto es que, terminada la Guerra, el pueblo le volvió la espalda en las urnas.
¿Es posible que a los españoles nos guste que nos mientan, que nos regalen el oído? ¿Es posible que hayamos apredido tan poco? ¿Es posible que haya gentes orgullosas de que seamos el "hazmereir" de Europa?
Ante alguien que miente, o ante el "verso gallego" que aunque lo leas quince veces no te enteras de lo que quiere decir, para mi la cosa está clara: quien miente, nada te va a dar, o te dará más de lo mismo. Quien no promete bicocas imposibles y que sólo ofrece trabajo y seriedad, como ya lo demostraron en otras ocasiones, es más de fíar. Yo seguiré leyendo el verso hasta que lo comprenda. Cada quien que haga lo que quiera.
Hay algo que a mi me llama, particularmente, la atención. Los candidatos ya vienen anticipando en esta precampaña algunos de los puntos básicos de sus respectivos programas. No concretan nada, pero avanzan ideas. Unos más que otros. Todo depende de la cara dura que ostenten o de la capacidad que tengan para mentir y para engañar a este pobre electorado. La opinión de muchos de esos supuestos expertos es que, contrariamente al candidado socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, el candidato popular Mariano Rajoy no tiene programa, no concreta nada. Hace pocos días, el periodista y escritor Alfonso Ussía, comentaba en una cadena de televisión que el discurso de Rubalcaba es como un verso antiguo que no se ajusta a la métrica, ni a la musicalidad ni a los conceptos de vanguardia. El de Rajoy lo comparaba con un verso "gallego", que lo lees quince veces y no sabes lo que quiere decir.
Ante esto, yo creo que se impone un analisis y una meditación seria. El candidadto Rubalcaba promete a bombo y platillo, y con una cara más dura que el granito, hacer todo lo que no ha hecho durante ocho años el gobierno del que ha formado parte en los puestos de mayor responsabilidad, salvo la presidencia de este gobierno. Va a crear empleo, depués de haber destruído casi cinco millones de puestos de trabajo. Va a reactivar la economía y el sistema financiero del país, después de haberlo dejado en los parámetros más bajos desde el final de la Guerra Civil del 36. Confeccionará una nueva Ley de Educación, porque la actual no funciona, y se olvida de que él mismo es el máximo responsable de la Ley en vigor. Y más y más maravillas que, como si hubiese recibido del golpe y porrazo "ciencia infusa", ha comprendido como solucionar los muchos y graves problemas que sufre España. Pretende aplicar, para la solución de estos problemas, muchas de las propuestas dimanadas de los bancos de la oposición que, en su día, fueron olímpcamente despreciadas por un gobierno inutil y prepotente, en muchos casos, merced a sus propios consejos.
Por su parte, Mariano Rajoy, no promete cosas que no puede prometer. Si llega a la Moncloa, ignora lo que se va a encontrar, ni sabe el saldo de las cuentas públicas. Eso da lugar a que se le critique con dureza y se le acuse de falta de programa, sin embargo, las encuestas de que hablaba al principio, le adjudican una ámplia mayoría absoluta.
Hay que preguntarse, ante esta coyuntura, que es mejor: ¿un candidato que miente (España no se merece un gobierno que mienta, Rubalcaba dixit) o un candidato honrado que, al menos, no llega a estas elecciones con intención de engañar, ni promete cosas que no sabe si va a poder cumplir.
Churchil, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando la invasión de Inglaterra por los Nazis, lo único que prometio al pueblo británico fue "sangre, sudor y lágrimas". Un ejemplo para el mundo que se lo reconoció sin paliativos. Cierto es que, terminada la Guerra, el pueblo le volvió la espalda en las urnas.
¿Es posible que a los españoles nos guste que nos mientan, que nos regalen el oído? ¿Es posible que hayamos apredido tan poco? ¿Es posible que haya gentes orgullosas de que seamos el "hazmereir" de Europa?
Ante alguien que miente, o ante el "verso gallego" que aunque lo leas quince veces no te enteras de lo que quiere decir, para mi la cosa está clara: quien miente, nada te va a dar, o te dará más de lo mismo. Quien no promete bicocas imposibles y que sólo ofrece trabajo y seriedad, como ya lo demostraron en otras ocasiones, es más de fíar. Yo seguiré leyendo el verso hasta que lo comprenda. Cada quien que haga lo que quiera.
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