jueves, 15 de abril de 2010

¡¡AY, ESPAÑA, ESPAÑA...!!


Mal anda un país donde las simpatías vienen dadas, o no, según si seas de izquierdas o de derechas. Mal anda un país donde hasta jueces y magistrados son elevados, o defenestrados, según si son de izquierdas o de derechas. Mal puede avanzar un país que ha llegado a estas conclusiones o se rige por tales simpatías.

Pero un país no nace así. A un país se le hace así, se le configura así a través de sus pensadores, a través de las gentes que ejercen influencia sobre la ciudadanía, a través de sus mandatarios y a través de las personas que crean opinión irresponsable y que embrutecen a los receptores de esta opinión.

La irresponsabilidad de estas gentes es la causa, a mí entender, de los males actuales de España, sobre todo, la irresponsabilidad de la clase política, que nada tiene que ver, ni de lejos, con la clase intelectual.

En España (siempre se ha dicho) se lee poco. Algunas veces yo llego a pensar que ¡gracias a Dios…! Porque cuanto más leemos, más nos encabronamos. Me cuesta trabajo escribir esto, pero es así. Quizá es que sólo leemos lo que queremos leer, y lo que deberíamos leer no está a nuestro alcance. A nuestro alcance (barato), por decirlo así, está lo que nunca deberíamos leer, o lo que no sabemos interpretar o, simplemente, lo que queremos leer.

Y lo digo así de claro porque hablar de la clase intelectual es muy socorrido, y en este saco metemos a cantidad de borregos que nada tienen de intelectuales ni de personas cultas, pero que crean opinión y llegan hasta a configurar comportamientos en las personas, totalmente ajenos a lo natural y a la intelectualidad clásica, pura y humanística que se entiende como tal desde que el hombre tuvo capacidad de pensar.

Yo no soy, por supuesto, un intelectual y, por lo tanto, no pretendo dar lecciones a nadie. Soy, simplemente un hombre de la calle que creo que, en lo básico, estoy dotado de un entendimiento medio que me hace capaz de observar, pensar y concluir en mis propios razonamientos. Soy un grano de arena de los que formamos la playa de esta vida y, sin nosotros, no habría arenal donde tomar el sol. Pero, una vez formado este arenal, se invade y se maltrata. Nadie le da importancia hasta que no se destruye, o la mar se le lleva. En él se arrojan basuras (opiniones), se defeca, se escupe y se hunden colillas de cigarros. Ese arenal somos todos nosotros y ese arenal precioso, será lo que sus visitantes, o sus usuarios quieran que sea.

España, mi país, es un precioso arenal pero muy mal tratado. En él se esparcen bolsas de basura, restos de la más inmunda porquería, residuos de todo tipo a los que el mar no quiere ni acercarse. Huele fatal y empieza a no ser agradable, ni salubre, ni para los propios usuarios, aunque aún se empecinan en frecuentarlo.

Un arenal como España (discúlpenme la comparación), un país como España, se está saturando ya de basura. Aquí ya es imposible tomar el sol porque la mierda y los malos olores lo impiden.

La politización ha llegado a límites que ni en épocas remotas de guerras civiles se hubiese sospechado. Las más altas instituciones del Estado acaban corrompidas y degeneradas por las sucias manos de un poder político, crápula y voraz, que no tiene la más mínima sensibilidad. El noble oficio de la política no debería estar ahí para destruir todo lo que toca, si no para todo lo contrario, pero no es así. Hoy, todo lo que, al menos en España, merece un sagrado respeto, está contaminado por la suciedad que emana y el olor que despiden unas camarillas de gobiernos, con referencia clarísima en el gobierno de la Nación, que prostituye, sin disimulo ni recato, cualquier principio básico y cualquier referencia al pasado sagrado y glorioso de España. A lo más elemental.

Hoy, un escritor es bueno o malo, según sea de derechas o de izquierdas. Un juez (esto ya es el colmo) es bueno o malo según el mismo parámetro. Un salteador de caminos es un chorizo, o un bandolero romántico, según sea de derechas o de izquierdas, y uno es maricón o gay, según sea de derechas o de izquierdas. Pero esto último es una broma, y no quería yo tomarme este comentario a broma.

España sufre, en estos momentos, una grave crisis, no ya económica, cuestión que, en mayor o menor medida, es sufrible, sino una crisis de valores altamente preocupante. Las altas instituciones del Estado, como el Tribunal Supremo, o el mismo Tribunal Constitucional, están ninguneadas y amenazadas de corrupción desde el poder político. A la propia Constitución se la cuestiona y, sin haberse acometido (que es susceptible) ninguna reforma sobre su texto, los propios magistrados de estos altos tribunales la ponen en tela de juicio, acosados (vaya usted a saber por qué) por politiquillos autonómicos que no miran, ni les interesa, más allá de sus propias braguetas.

Hoy, en España, se cuestionan muchas cosas. Hay casos sangrantes de corrupción que sólo sirven para la lucha política (vergonzoso) pero para nada más. Los altos tribunales tienen en sus manos temas como el Estatuto Catalán y no son capaces de darle solución, porque las presiones políticas superan a la legalidad, y acabarán de rodillas ante los políticos, olvidándose de que por la “Ley”, si es preciso, se muere

Los jueces “estrella” están en los tribunales de justicia, triste paradoja. Niñas, matan a niñas. Hijos matan a padres, esposos matan a esposas, vecinos matan a vecinos por un simple tema de lindes. Mocosos de mierda vacilan a la policía y a la Justicia de un país que se dice de “derecho”.. ¿Y yo tengo que aguantar todo esto después de pagar mis impuestos y de tener cuidado donde aparco mi coche….? Bien…¡que remedio me queda….! Triste, sí, muy triste, pero es lo que hay…..

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, utiliza en tus comentarios la educación y el respeto.