sábado, 3 de abril de 2010

ANÉCDOTAS DE LA GUERRA CIVIL


El general Millán Astray estaba celoso de los reconocimientos que recibía su colega Queipo de Llano que, tras reconquistar poblaciones andaluzas, las mujeres se tiraban a besarle. ¿Es cierto eso...?, le preguntó en una ocasión a Juan Ignacio Luca de Tena. ¿Es cierto que a Queipo le besan las mujeres en sus entradas triunfales? Eso se comenta, le contestó Luca de Tena. Y es lógico; Queipo es un bizarro general, muy querido por la gente y, sobre todo, por las mujeres.
Millán Astray reflexionó y concluyó su pensamiento: Poco importa, después de todo. Todavía anda lejos de mi hoja de servicios, que yo llevo besadas doce monjas y tres de ellas abadesas claustradas"...Los celos, son los celos, en cualquier forma de sus distintas manifestaciones.... ----------------

Cambiarse de "chaqueta", así por así, aunque en muchos casos sea aconsejable por seguridad personal, puede acarrear sus riesgos. Durante la Guerra Civil española del 36, eso era normal, sobre todo cuando las tropas nacionales ocupaban una población en manos de los rojos. Un personaje de un pueblo andaluz, a la entrada de los nacionales, se convirtió voluntariamente a la causa franquista. Tanto fue que llenó la fachada de su casa de banderas rojigualdas y, no contento con eso, colocó en su ventana un gramófono que reproducía continuamente los himnos nacionales: La Marcha Real, el Oriamendi o el Cara al Sol.

Pero un buen día el gramófono le falló y se le trabó en un pasaje del Cara al Sol, donde dice eso de “que tu bordaste en rojo ayer…” Durante media mañana estuvo sonando, machaconamente, aquello de “..rojo ayer, rojo ayer, rojo ayer……” Y, claro, a alguien le llamó la atención…Un “pinche” gramófono le había delatado...
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Al día siguiente de la batalla de Brunete visitó al general Varela un agregado militar alemán para felicitarle por su triunfo de la víspera. Mientras almorzaban, el alemán le comentó a Varela: -Yo estuve en la guerra mundial del 14 al 18 y puedo asegurarle que lo que presencié ayer no lo había visto nunca. Sus soldados, general, son los más eficaces y valientes del mundo.

Como sería una descortesía llevarle a usted la contraria –le contestó Varela-, yo debo decir que los segundos son los alemanes. –No, señor, perdone: los segundos, o quizá tanto como los que usted manda, son los “rojos” españoles…
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Las guerras civiles han sido, por desgracia, tradicionales en España. El general Millán Astray pidió en cierta ocasión a Agustín de Foxá que adornara una alusión a las fuerzas armadas. –Aquí habla usted del Ejército. Me gustaría que pusiera usted, querido Foxá, un bonito adjetivo. Las palabras sin adjetivos son como viejas solteronas…

-No hay ningún problema, mi general. Le añadiremos el adjetivo “invicto”. No es ningún exceso. Como se han pasado la vida peleando medio ejército contra el otro medio, nuestro ejército ha vencido siempre.
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Lo españoles, en épocas de guerra, siempre hemos tenido la fama de morir con cierta dignidad. Dos guardias civiles llevaban a fusilar, de madrugada, a un “rojo”. Imagínense a Castilla en invierno con un viento gélido capaz de traspasar los gruesos capotes de los guardias civiles.

-Joder ¡que frío hace! , dice uno de los “números”.

-Un frío del carajo, contesta el otro que no había tenido tiempo de tomar el “matarratas” de por la mañana.

El futuro fusilado, en medio de los dos guardias, quiere manifestar que es capaz de mantener una normal conversación, incluso antes de su inmediata muerte:

-Joder, ya lo creo: hace un frío de la hostia…

Uno de los guardias no se anda con “chiquitas” y le espeta: -¡Quéjate tú, cabrón, que no tienes que volver…!

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