lunes, 22 de marzo de 2010

CREO QUE LLEGA LA LUZ


La segunda carta de Gustavo Adolfo Bécquer, “Desde mi celda”, la he releído muchas veces. Lo hice –y lo hago- porque comparto su inquietud y su malestar cuando uno se pone delante (en este caso) del ordenador y quiere escribir; quiere comunicarse, y no encuentra nada que transmitir a los queridos amigos que comparten esta u otras páginas.

Bécquer escribía así: “Si me vieran ustedes en algunas ocasiones con la pluma en la mano y el papel delante, buscando un asunto cualquiera para emborronar unas cuartillas, tendrían lástima de mi…” “Y no es precisamente porque se hayan agotado mis ideas…” “Pero no basta tener una idea, es necesario despojarla de su extraña manera de ser, vestirla un poco al uso para que esté presentable…”

A mí me ocurren las dos cosas (yo no soy Bécquer). Muchas veces me faltan ideas, y otras, me cuesta revestirlas con un lenguaje medianamente presentable. Pero quiero estar aquí, y por eso busco la “disculpa” de escribir cualquier cosa, aunque sólo sea para no estar distante de mis amigos.

No hace muchos días, preocupado yo por esta falta de ideas que me impiden comunicarme como yo desearía, leía un artículo en el diario “La Razón” firmado por Alfonso Ussía, donde comentaba una situación parecida, sufrida por el genio del periodismo de posguerra, César González- Ruano.

En alguno de mis escritos yo he tratado a González-Ruano y comentaba que escribía sus artículos para ABC en un pequeño local, casi subterráneo, que había (no sé si aún existe) en el paseo de Recoletos de Madrid. Sotanillo de Teide, se llamaba, y allí, César fumaba, tomaba café y escribía, estilográfica en mano, los artículos que hicieron escuela en el periodismo español.

Pero el gran González-Ruano también sufría de lagunas en su mente y, a veces, tomaba más cafés y fumaba más cigarrillos egipcios de los habituales, en espera de una idea, de un tema que desarrollar.

En una ocasión –eran fechas como las actuales- César, falto de otras ideas, escribió un precioso artículo que el director de ABC era reticente a publicar. Ussía nos lo cuenta: …”aquella mañana, César se sentía feliz porque habían florecido los almendros, y escribió un artículo delicioso para ABC con ese único motivo. Era Director de ABC el gran Luis Calvo, genial, parcial, tronante, dipsómano, cambiante, formidable escritor y espía británico. Leyó Luis Calvo el artículo de César y tardó medio minuto en hablar con él: –César, ¿qué coño les importa a los lectores de ABC que hayan florecido los puñeteros almendros?–. González-Ruano mantuvo su estudiada calma. –Director, si un año no florecen los almendros, los lectores de ABC creerán que ha llegado el fin del mundo. Se trata de tranquilizarlos–“. Y el bellísimo artículo fue publicado.

Aquí, en mi tierra, no hay almendros pero hay otros árboles. También hay flores y olores magníficos que llegan con la primavera. Y hay colores preciosos cuando el sol se asoma. Y un mar que adquiere un azul inigualable.

Y también, como en muchos sitios, hay otras cosas muy importantes para mí: Con esos colores, con esa luz, con esas flores que reviven, también revivo yo.

Mi comentario de hoy quizá le interese a muy pocos pero ¿saben lo feliz que me siento al escribirlo…? Al menos he sido capaz de hilar cuatro líneas….

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