miércoles, 17 de marzo de 2010

UN MILLÓN DE EUROS


Un ciudadano anónimo ofrece un millón de euros por una pista fiable de donde puede encontrarse el cuerpo de Marta del Castillo. Yo, si tuviera cierto poder, lo haría gratis. No sería necesario un millón de euros, ni toda la parafernalia de una policía y de un sistema judicial que, en este caso, se me antoja inoperante e inutil. Sé lo que digo, porque todavía no estoy loco del todo, pero quizá mi “desvarío” me lleve a pensar así.


Sé que el sistema democrático que sufre mi país, impide torturar y maltratar a delincuentes. Lo sé. Yo nunca he sido maltratador de nadie. Nadie que me conozca tendrá de mí esa idea. Soy un ciudadano pacífico, normalillo (de la calle), que me tomo un vino y comparto chistes con mis amigos. Si alguien me ha visto alguna vez en una actitud violenta, que levante el dedo.


Yo, cuando era más joven, tuve algún altercado con algunos números de la Guardia Civil, que, a mi criterio, no eran dignos de vestir el uniforme que vestían. Fueron cosas de aquellos tiempos que casi forman parte del “folklore” de aquella España y de los que ni me arrepiento ni me enorgullezco. Fueron cosas que pasaban, sin más.


Sin embargo, hoy echo de menos a aquellos guardias. Lo digo sin ningun recato. Esto de la niña, o de la joven, Marta del Castillo, no es de recibo. No es posible que esto suceda en una democracia, en un país que presume de libertades y de justicia.


¿Donde está Marta? ¿Cómo cuatro niñatos pueden estar haciendo tanto daño..? Hoy, ni la policiá, ni la Guardia Civil, ni ningún cuerpo de seguridad del Estado, puede “apretar las clavijas” a nadie, y menos emplear métodos “contundentes” para hacer hablar a asesinos y demás ralea.


Los únicos que están autorizados a “torturar” son los asesinos como los de Marta del Castillo que, encima de lo que han hecho, se burlan de la justicia, torturan a las familias y alardean de que ellos pueden mentir, torturar y escupir en la cara de esta mal entendida democracia.


Vuelvo a decirlo: Yo soy un ciudadano normal. Ni mato, ni robo ni me meto con nadie. Yo quiero ir por la calle, simplemente con normalidad. A mí, como a otros muchos ciudadanos de este país, nos conoce mucha gente. Saben que no somos delincuentes, ni asesinos, ni violentos, pero yo exijo a la “justicia“ de este país que se haga respetar. Y si hay que darle dos hostias a un mamón, se le dan, porque eso va en beneficio de la ciudadanía. Con la gente que se puede hablar, se habla; con la que no se puede hablar, existen, existieron y existirán siempre, otros métodos.


Y, ahora, llámenme lo que quieran. Yo nunca les desearé a ustedes que hubiesen podido ser los padres o los hermanos de Marta del Castillo, pero me gustaría que se pusieran, por un momento, en su lugar.

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