En el Portal de Belén/nadie toca la zambomba/porque un hijo de Setién/ha colocado una bomba (Alfonso Ussía)
Como bien dijo el periodista, novelista y académico de la Real de la Lengua, Arturo Pérez Reverte, “si el tonto español desapareciera como especie, una de nuestras señas de identidad nacional se iría a tomar por el saco”.
Pero esta especie goza, por desgracia, de buena salud y es por esa razón por lo que ocurre lo que ocurre en este convulso país. Siempre se dijo que “en el país de los tontos, el tuerto es rey”, pero en España se puede ser hasta emperador, incluso sin imperio.
Hoy leo, con estupor, que diez colegios públicos de Oviedo no instalarán estas Navidades los tradicionales Belenes o Nacimientos, ante la oposición de un minoritario grupo de padres de alumnos que pretenden imponer sus criterios o deseos al respecto sobre una mayoría que se deja pisar y que le coman la sopa.
¿Cómo una cuadrilla de intolerantes se puede empeñar, y posiblemente conseguir, en acabar con tan hermosa tradición centenaria? Pues es sencillo; saben con toda certeza que no van a encontrar oposición a sus pretensiones porque quienes están en frente son débiles, acomplejados y acojonados. En España ha caído en tierra fértil la siembra del desarraigo y la negación de nuestra propia cultura. Los falsos progresismos, cuyo único objetivo es destruir, están apoyados desde las altas instituciones del Estado, hasta el punto de constituir uno de los principales puntos doctrinales de la actividad política, social y cultural del país.
Siempre he admirado a los países anglosajones por su capacidad de progreso dentro del respeto más puro a sus tradiciones y cultura. Por eso son grandes y por eso prosperan. España no tiene ahora esa capacidad. España se hunde, día tras día, en la mierda de lo soez y de los despropósitos ante la pasividad de unos y la complacencia de otros.
Cuéntenme a mí a quien puede hacer daño la instalación de un Belén en el lugar que sea. Pues no, señores. Algunos papás no quieren ver contaminados a sus hijos con manifestaciones religiosas. Ellos son muy libertarios, muy demócratas, pero a sus hijos, ya desde niños, les tienen sometidos a una manipulación estaliniana.
Sin embargo les llevan al Corte Inglés, o a cualquier otra gran superficie y los aparcan junto a los nacimientos para que los dejen en paz mientras ellos miran o compran algo.
El PSOE, no podría ser de otra manera, opina que deben prohibirse (que obsesión por prohibir) los Belenes en todos los colegios públicos de Oviedo. Es lógico, tal pretensión forma parte de su particular cruzada de anticlericalismo en España y de su intento de acoso y derribo de las tradiciones y cultura españolas.
¿Cómo se puede confundir religión con tradición y cultura? Sólo mentes retorcidas, sin ninguna capacidad para la comprensión y la tolerancia, pueden pensar tan corto. O, quizá, el corto sea yo y, por el contrario, algunos piensen muy de largo.
Desde el siglo XVIII, al llegar, desde Nápoles, al trono de España Carlos III, la tradición de los Belenes o Nacimientos arraigó profundamente en nuestro país, donde se dan auténticas manifestaciones artísticas de fama mundial.
Cargarse una cosa así, por capricho de cuatro intolerantes, sería una salvajada más de las que estamos acostumbrados a soportar en este país y, creo yo, ya nos hemos cargado bastantes cosas.
Pero mucho me temo que los empeñados en ello consigan el objetivo. No van a encontrar mucha oposición. Que aprovechen ahora que España se ha vuelto tonta merced a la influencia de los que la poblamos.
Pero esta especie goza, por desgracia, de buena salud y es por esa razón por lo que ocurre lo que ocurre en este convulso país. Siempre se dijo que “en el país de los tontos, el tuerto es rey”, pero en España se puede ser hasta emperador, incluso sin imperio.
Hoy leo, con estupor, que diez colegios públicos de Oviedo no instalarán estas Navidades los tradicionales Belenes o Nacimientos, ante la oposición de un minoritario grupo de padres de alumnos que pretenden imponer sus criterios o deseos al respecto sobre una mayoría que se deja pisar y que le coman la sopa.
¿Cómo una cuadrilla de intolerantes se puede empeñar, y posiblemente conseguir, en acabar con tan hermosa tradición centenaria? Pues es sencillo; saben con toda certeza que no van a encontrar oposición a sus pretensiones porque quienes están en frente son débiles, acomplejados y acojonados. En España ha caído en tierra fértil la siembra del desarraigo y la negación de nuestra propia cultura. Los falsos progresismos, cuyo único objetivo es destruir, están apoyados desde las altas instituciones del Estado, hasta el punto de constituir uno de los principales puntos doctrinales de la actividad política, social y cultural del país.
Siempre he admirado a los países anglosajones por su capacidad de progreso dentro del respeto más puro a sus tradiciones y cultura. Por eso son grandes y por eso prosperan. España no tiene ahora esa capacidad. España se hunde, día tras día, en la mierda de lo soez y de los despropósitos ante la pasividad de unos y la complacencia de otros.
Cuéntenme a mí a quien puede hacer daño la instalación de un Belén en el lugar que sea. Pues no, señores. Algunos papás no quieren ver contaminados a sus hijos con manifestaciones religiosas. Ellos son muy libertarios, muy demócratas, pero a sus hijos, ya desde niños, les tienen sometidos a una manipulación estaliniana.
Sin embargo les llevan al Corte Inglés, o a cualquier otra gran superficie y los aparcan junto a los nacimientos para que los dejen en paz mientras ellos miran o compran algo.
El PSOE, no podría ser de otra manera, opina que deben prohibirse (que obsesión por prohibir) los Belenes en todos los colegios públicos de Oviedo. Es lógico, tal pretensión forma parte de su particular cruzada de anticlericalismo en España y de su intento de acoso y derribo de las tradiciones y cultura españolas.
¿Cómo se puede confundir religión con tradición y cultura? Sólo mentes retorcidas, sin ninguna capacidad para la comprensión y la tolerancia, pueden pensar tan corto. O, quizá, el corto sea yo y, por el contrario, algunos piensen muy de largo.
Desde el siglo XVIII, al llegar, desde Nápoles, al trono de España Carlos III, la tradición de los Belenes o Nacimientos arraigó profundamente en nuestro país, donde se dan auténticas manifestaciones artísticas de fama mundial.
Cargarse una cosa así, por capricho de cuatro intolerantes, sería una salvajada más de las que estamos acostumbrados a soportar en este país y, creo yo, ya nos hemos cargado bastantes cosas.
Pero mucho me temo que los empeñados en ello consigan el objetivo. No van a encontrar mucha oposición. Que aprovechen ahora que España se ha vuelto tonta merced a la influencia de los que la poblamos.
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